Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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TESTAMENTO ESPIRITUAL

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Cardenal Pironio / Testamento Espiritual

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UN PASO MÁS CAMINO A LOS ALTARES

ROMA: CONCLUYÓ LA FASE DIOCESANA DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN  DEL SIERVO DE DIOS EDUARDO CARDENAL PIRONIO 11 DE MARZO DE 2016  ...

jueves, 28 de mayo de 2015

Aniversario 2015

17° Aniversario de la muerte del  Siervo de Dios Cardenal Pironio 
5 de febrero de 2015 


Santa Misa presidida por Monseñor Antonio Marino, obispo de Mar del Plata 
[Catedral de Mar del Plata, Argentina, jueves 5 de febrero de 2015]

La diócesis marplatense recordó al cardenal Pironio
5 de febrero de 2015 | Fuente:Aica

Una gran cantidad de fieles se acercó el jueves 5 de febrero a la catedral de los Santos Pedro y Cecilia para participar de la misa en memoria del siervo de Dios Eduardo Pironio, segundo obispo de esta diócesis y, posteriormente, cardenal de la Iglesia. El obispo diocesano, monseñor Antonio Marino, destacó el legado espiritual del purpurado y pidió rezar por las vocaciones.



Monseñor Antonio Marino ( 5 de febreo de 2015)
 El obispo diocesano, monseñor Antonio Marino, presidió la Eucaristía. Concelebraron con él unos 23 sacerdotes, acompañados de varios diáconos permanentes, seminaristas, novicios y religiosos. Durante la celebración recibió el ministerio del lectorado el seminarista Gonzalo Garzón.

Monseñor Marino, en su homilía, invitó a los presentes a agradecer a Dios por el don y el testimonio de vida que monseñor Pironio dejó en la diócesis. Aseguró que “resulta imposible olvidar su figura, su ejemplo y la luz de sus escritos”.

El obispo afirmó que Pironio era un hombre con un “vivo sentido de realismo espiritual”, consciente del llamado de todos a la santidad, pero atento a las limitaciones de hombres y mujeres.




Monseñor Marino recordó que Pironio solía decir que la Iglesia “se realiza en una diócesis con tal obispo y tales sacerdotes”, y allí deben descubrir a Cristo y entregarse a Cristo, sintiéndose alegres de realizar ese misterio de la Iglesia en ese momento.


viernes, 22 de mayo de 2015

Pironio recuerda a Pablo VI

La muerte de Pablo VI en el recuerdo del Cardenal Pironio



Cuando el Cardenal Pironio recibió la noticia estaba en la ciudad de Roma 

Lo cuenta una gran amiga del Cardenal, Laura Moreno: "La muerte de Pablo VI significará la pérdida de un padre y un amigo. Sufrirá humanamente, y lo afectará incluso físicamente. Pero, se alegrará, porque aquel gran hombre de la Iglesia que había vivido un “martirio interior”, gozará en la presencia del Padre".




Pablo VI y su secretario Mons. Pasquale Macchi 



Pironio se enteró de la muerte de Pablo VI por Monseñor Macchi

















Estando en una casa de las Hnas. Paulinas en las afueras de la ciudad se comunicó con Mons. Macchi (el secretario privado de Pablo VI) que le había sugerido que volviera. 


Al llegar, se acercó a rezar próximo al cuerpo del Papa y permaneció largo rato. 

Y al salir tuvo un fuerte dolor en el pecho. Fue al hospital Albano, allí lo atendió el Dr. Picardi quien le hizo un electrocardiograma en el que se consigna una leve herida provocada por una situación de angustia o estrés". (Moreno Laura,2002)



LOS TRES TESTAMENTOS DE PABLO VI
por Eduardo Cardenal Pironio

Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16). He conservado la fe (2 Tm 4, 7).


I

Cuando uno se detiene a rezar ante la tumba de Pablo VI, sale pacificado, con ganas de ser más simple y sincero, con ganas de ser más bueno. Es que nos hace bien su recuerdo y su presencia.


Actual Tumba del Beato Pablo VI

Hacía mucho que nos miraba con ojos de eternidad: ojos tristes por el dolor de los hombres y la preocupación de la Iglesia, pero llenos de esperanza y de luz; buenos como los ojos de un niño que va descubriendo la vida, serenos como los ojos de un anciano que ha llorado sobre el mundo un martirio prolongado, luminosos como los ojos de un profeta que ha contemplado al Invisible y nos señala desde la visión el valor y el camino de la vida verdadera.

Pablo VI nos hacía bien cuando nos miraba; su mirada era un don, una invitación a la paz, una manifestación de Dios; pero al mismo tiempo era un pedido de comprensión en su sufrimiento, de afecto en su soledad, de oración en su ministerio de amor.













Cuando el 6 de agosto de 1978 –¡fiesta de la Transfiguración del Señor!– se nos anunció la noticia de su muerte, nos extrañó la rapidez y el silencio de su partida. 

Pero no preguntamos cómo ni por qué. 
Todos lo presentíamos ya; era una dolorosa intuición de nuestro corazón de hijos. 
Lloramos y dimos gracias al Señor por habérnoslo dado como padre, hermano y amigo. Nos dolió su partida, nos alegró su llegada, nos consuela la esperanza del encuentro definitivo.


Papa Pablo VI (1977)



Difícilmente podremos olvidar aquel atardecer del domingo 6 de agosto. 



La liturgia acababa de celebrar la Transfiguración del Señor: 

el Señor vino para llevárselo consigo al monte, como a su primer predecesor Pedro de Betsaida (Mt 17, 1), y transfigurarse ante él con su rostro brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz. 
Pablo VI vio a Jesús, aquella tarde, cara a cara (1 Co 13, 12) y para siempre. Partía serenamente al Padre.
Nosotros, quedábamos, también serenamente, doloridos. 
Con una herida muy honda, que sólo puede llenar el calor de una amistad y la certeza de una esperanza. 
Sólo puede llenar la seguridad de que Pablo VI nos dejó a Dios.
Habíamos celebrado dos acontecimientos: la manifestación de la gloria del Señor y la pascua definitiva de Juan Bautista Montini.


Salma del Papa Pablo VI en CastelGandolfo

Pablo VI sigue viviendo todavía. No sólo en la persona y el mensaje de Juan Pablo II –que se define siempre como su heredero, su discípulo y su hijo–, sino porque sigue llegándonos cada día su imagen serena y su bondad inconfundible. 

Es el amigo, el hermano, el padre que se ha muerto. 

No se nos puede prohibir que lo lloremos. 
Es un modo de oración. Y un modo también de sentirlo más cerca y más adentro.


II

Pablo VI nos dejó tres testamentos: su profesión de fe en la tarde del 29 de junio de 1978 en San Pedro, su canto a la vida en el testamento espiritual que todos hemos gustado como una meditación y sus exequias.

Exequias de Pablo VI 
Las exequias de Pablo VI –tan simples y austeras, tan profundamente vividas por todos, tan colegialmente presididas por la concelebración de todos los cardenales– constituyen un testamento maravilloso. 
Como para ser leído con los ojos del alma, con el corazón abierto como las páginas del evangeliario que el viento de aquella tarde del 12 doblaba sobre el féretro depositado sobre el pavimento. 


Exequias del Papa Pablo VI - Pironio de derecha a izquerda es el segundo
Los funerales de Pablo Vi, fue la primera liturgía funebre papal después del Concilio
Las exequias de Pablo VI fueron inéditas por su liturgía

Fue su última gran audiencia. 
¡Qué silencio en la plaza y en el mundo! 
¡Qué honda emoción en todos! 
¡Qué incontenible sollozo en los ojos de chicos y grandes, de pobres y ricos, de religiosos y laicos, de sacerdotes, obispos y cardenales! 




¡Qué sacudida del alma y qué sereno temblor en los fieles «sediarios» –que tantas veces lo habían llevado con amor en la silla gestatoria– cuando levantaron el cajón para mostrarlo por última vez al mundo entero, y todos los presentes lo saludaron cariñosamente con aplausos, como lo hacían siempre cuando él entraba en la basílica o se despedía en el aula Nervi! 


Los sedarios giran para el últmo adiós del Papa 

Era su modo normal de comunicarse, sin palabras, con sus hijos.

Sobre todo en los últimos tiempos era su inconfundible manera de extender sus brazos, de mover sus manos y de «ser llevado» (cf. Jn 21, 28). 


Durante varios días –en Castelgandolfo primero y en la basílica después– nos habló en silencio, nos dio cita a todos, nos curó el alma, nos mandó «mostrarnos a los sacerdotes» (Mt 8, 4). Se multiplicaron las misas, se agotaron las hostias, se asaltaron los confesonarios. Fue una verdadera audiencia prolongada, una gran misión, una culminación del Año Santo.

Luego vino la sencillez de su tumba: «Desearía que fuese en la verdadera tierra, con una humilde señal que indique el lugar e invite a cristiana piedad. Nada de monumento para mí». Se respetó su voluntad. 
Es una predicación continua: constantemente nos revela algo de su grandeza de alma, de su humildad profunda, de su sencillez evangélica. 


Nos hace bien. 

Es una reflexión sobre el sentido de nuestra vida y la responsabilidad de nuestra misión, una invitación a pensar en la sabiduría de los pequeños, una exhortación a buscar los valores evangélicos.
Éste es el misterio que nos descubre su testamento espiritual. 


Vale la pena leerlo en su sencillez y transparencia, sin ningún comentario: 

Notas para nuestro testamento (1965) y Notas complementarias a mi testamento (1972). 
Frente al misterio de la muerte, Pablo VI siente «el deber de celebrar el don de la vida»: con entusiasmo, con alegría, con gratitud.
«Señor, te agradezco porque me has llamado a la vida, y todavía más, porque haciéndome cristiano, me has reengendrado y destinado a la plenitud de la vida». 
Se despide de este mundo no con pena, sino con admiración y reconocimiento. Dios lo puso en él para realizar una misión maravillosa, crucificante y esperanzada. 
«Cierro los ojos sobre esta tierra dolorosa, dramática y magnífica, llamando todavía una vez sobre ella la divina Bondad».


El testamento espiritual de Pablo VI revela su profundidad interior, su belleza de alma, su sentido del hombre y de las cosas, su sensibilidad humana y familiar, su apasionado amor a la Iglesia, su delicadeza de conciencia, su devoción a María, su seguridad en Cristo, «el vencedor de la muerte». 

Se llevó muchas cosas que no pudo decirnos: sobre la Iglesia, el concilio, el ecumenismo, el mundo. 
«Despidiéndome de la escena de este mundo y yendo al encuentro del juicio y de la misericordia de Dios, debería decir tantas cosas, tantas».


III

Beato Pablo VI (1977)

Pablo VI, con la simplicidad y transparencia de su alma franciscana, adivinaba ya los pasos silenciosos de «la hermana muerte». 

La deseaba con amor; no como liberación de su martirio, sino como plenitud de gozo en el encuentro: Ven, Señor Jesús (Ap 22, 20). 
Nos tenía acostumbrados a sus presentimientos pascuales.  Cada vez hablaba con más certeza y serenidad de su próxima partida: el Señor viene (1 Co 16, 22). 
Nos contagiaba la alegría de la llegada: Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos... El Señor está cerca (Flp 4, 4-5).
Pero fue el 29 de junio –a poco más de un mes antes de su muerte– cuando Pablo VI nos entregó en San Pedro, con plena conciencia de que era su propia síntesis del pontificado, su testamento doctrinal. 

Su homilía en la festividad de los Santos Pedro y Pablo tenía sabor a despedida. Había elegido bien la fecha: era el día del papa –por consiguiente, «su día», el día de la conmemoración del XV aniversario de su pontificado, el día de la Iglesia, fundada sobre la piedra angular que es Jesucristo; el día de la fe profesada (Pedro) y de la fe anunciada (Pablo). Era el día de la fidelidad: a Cristo, a la Iglesia, al hombre. Pablo VI sentía que el Señor venía y golpeaba ya su puerta: «el curso natural de nuestra vida se dirige hacia el ocaso».
Con toda sencillez y humildad, con toda claridad y coraje, por amor a la Iglesia, quiso afirmar su indefectible fidelidad. Profundamente impresionado –¡más que nunca esta vez!– por los textos de la liturgia, escucha la confesión de fe de Pedro en Cesarea de Filipo y el testimonio de la misión de Pablo, a Timoteo, desde la cárcel de Roma. Mirándolos a ellos – y sabiendo que es el último y el más indigno sucesor de Pedro–, tiene conciencia de haber repetido incansablemente delante de la Iglesia y del mundo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16), y siente que puede gritar con toda tranquilidad, como Pablo: He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he conservado la fe (2 Tm 4, 7). 

Por feliz providencia, esta solemne profesión de fe –Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo– que brota de su corazón cansado de sufrir y amar, la recibe el corazón trepidante de su inmediato sucesor, Juan Pablo I –que la repite «con alegre firmeza» al finalizar su homilía del comienzo de su ministerio apostólico el 3 de septiembre– y llega al corazón esperanzado y joven de Juan Pablo II, que también la proclama al comenzar su homilía en la misa de iniciación de su pontificado, el 22 de octubre de 1978.

Era necesaria esta pública afirmación de fe; no sólo para tranquilizar su conciencia frente al justo Juez (2 Tm 4, 8), a cuyo encuentro se encamina, sino para dar clara respuesta a cuantos no supieron comprender su «sufrido ministerio de amor y de servicio a la fe y a la disciplina».
Pablo VI sufrió mucho. Le tocaron tiempos difíciles; indudablemente, los más difíciles del siglo, si tenemos en cuenta los dolores del mundo y la problemática de la Iglesia. La aplicación del concilio no fue fácil (no lo es todavía); quizá la Iglesia que él había soñado como arzobispo de Milán y Padre conciliar no era todavía la «inmaculada esposa de Jesucristo». 


Pablo VI en una visita parroquial

No faltaron voces (de derecha o de izquierda) que lo culparan, en esta crisis de la Iglesia, o de exceso de audacia o de falta de coraje. Pareciera que el capitán de la barca tiene siempre la culpa de la furia de las tormentas. Se ha acusado a Pablo VI de haber sido demasiado blando en los abusos en materia de fe, de disciplina, de liturgia. ¡Como si lo más importante no fueran las luces que encendía, las orientaciones doctrinales que daba, el Espíritu que infundía! 
Hay algo de su magisterio estupendo que no puede ser olvidado: son los discursos de apertura y de clausura de cada uno de los períodos conciliares que le tocó presidir. Recordemos solamente el magnífico discurso sobre El valor religioso del concilio, el 7 de diciembre de 1965.

La fidelidad de Pablo VI –a Cristo, a la Iglesia, al hombre– se manifiesta en la profundidad luminosa de su magisterio (encíclicas y exhortaciones, discursos y homilías, catequesis y mensajes, gestos simples y viajes por el mundo entero). Pablo VI era el hombre del silencio y la palabra, de la profundidad contemplativa y del sentido del hombre, del amor a Cristo y de su ministerio de amor al mundo. 
En su testamento doctrinal, Pablo VI quiso sintetizar su pontificado en dos puntos: conservación de la fe y defensa de la vida humana.

El oficio de un papa –como el de San Pedro, a quien Cristo confió el mandato de confirmar a sus hermanos– es el de servir a la verdad de la fe y ofrecer esta verdad a los que la buscan. Pablo VI tiene «humilde y firme conciencia» de haber «confirmado a sus hermanos» en la fe (Lc 22, 32) y de no haber traicionado jamás «la santa verdad». Buscó sólo al Señor, el bien de la Iglesia, el servicio a los hermanos. Como haciendo un resumen de su magisterio –desde la Ecclesiam suam hasta la Evangelii nuntiandi–, Pablo VI enumera con sencillez sus principales encíclicas y exhortaciones apostólicas.

Es imposible entrar con profundidad en cada una de ellas. Yo sólo quiero señalar el valor –como testimonio de un hombre que está por partir– de estos tres documentos magníficos del Año Santo: La reconciliación dentro de la Iglesia (8-12-1974), La alegría cristiana (9-5-1975) y La evangelización del mundo contemporáneo (8-12-1975). ¡En el término exacto de un año, tres exhortaciones profundas y aleccionadoras! 
Beato Pablo VI

El Año Santo, presidido por Pablo VI, se abre con una exhortación a la conversión y reconciliación fraterna, se continúa con una invitación pascual a la alegría y se concluye con un mandato misionero para anunciar «la Buena Nueva» de Jesús a los pobres y la liberación a los oprimidos (Lc 4, 18).
Podríamos decir muchas cosas sobre Pablo VI: el hombre de espiritualidad profunda y vida interior (hombre verdaderamente contemplativo), el hombre apasionado por la Iglesia, el hombre fascinado por los valores auténticos de la naturaleza, del mundo, de la historia.
El hombre del sufrimiento, de la cruz pascual y del martirio. El hombre del amor, la alegría y la esperanza. El hombre de la confianza en Dios. Alguien que supo encontrar a Cristo y amarlo con disponibilidad absoluta. Alguien que supo descubrir al hombre y servirlo con generosidad alegre.
Pablo VI murió el 6 de agosto. 
Exactamente el día que había firmado –catorce años antes– su encíclica sobre el diálogo en la Iglesia. Las campanas de María acababan apenas de callar después de haber celebrado la alabanza de Nuestra Señora de las Nieves. Cantaban entonces las campanas de la Transfiguración del Señor. Y las campanas de la Pascua de la
Virgen –el 15 de agosto– se habían preparado para celebrar la pascua de un hombre que nació en Concessio, sirvió a la Iglesia como sacerdote, obispo y papa y murió en silencio en las colinas de los montes Albanos.
Lo lloró el mundo, lo sintió la Iglesia, lo recibieron en la gloria los bienaventurados.
Sobre todo, María, a quien él tanto amó, se sintió feliz de tenerlo cerca en el día de su
Pascua. Era el modo más seguro de que los hombres lo sintiéramos Padre. Por eso, María cantó nuevamente el Magnificat y nosotros lo cantamos con ella y con la Iglesia.

+ Cardenal Eduardo Pironio

(Tomado del libro «Queremos ver a Jesús», Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1980, pp. 298-306. Ejercicios espirituales a la Curia Romana 1974)


viernes, 15 de mayo de 2015

Beatificación ¿El Milagro?

Cómo es el milagro que se evalúa en la Santa Sede


Crónicas sobre el milagro sujeto a investigación que concedió el Cardenal Pironio  a un niño en la ciudad de Mar del Plata en 2006.

Siervo de Dios + Eduardo Francisco Cardenal Pironio

Juan Manuel el niño del milagro que se estudia en Roma (Que Digital)


Cronología

2006 
En Mar del Plata un niño que aspiró purpurina se cura milagrosamente por intersección del Cardenal Pironio y no registra secuelas del accidente, según informaron sus padres.

2008 
El milagro de Mar del Plata comienza a estudiarse en la Santa Sede

2009
El postulador de la Causa del canonización visita la Argentina y recolecta más información.

2014
Un niño se intoxica con purpurina en Santiago del Estero. A raíz de este caso de caracterísicas similares los medios de comunicación nacionales retoman la historia del niño de Mar del Plata (2006). 

2015
Se aguarda el juicio definitivo de la Iglesia acerca de la veracidad de este milagro. 
Se requiere de un milagro para que la Iglesia declare beato a una persona y de otro producido después de ser beatificado para que alcance la santidad.





Pironio, siervo de Dios, intercede por los argentinos

Agencia Informativa Católica Argentina  Jueves 13 Feb 2014 


Misa -  aniversario 2015
Buenos Aires (AICA): En una misa oficiada en memoria del siervo de Dios cardenal Eduardo Pironio en la basílica de Luján, presentó las ofrendas la madre de un chico marplatense que estuvo al borde de la muerte por haber ingerido e inhalado purpurina. La familia piensa que su curación puede atribuirse a la intercesión del siervo de Dios, actualmente en proceso de beatificación, sin anticiparse al juicio de la Iglesia. La Iglesia estudia siempre cuidadosa y detenidamente cada caso de un presunto milagro.


Juan Manuel Franco tenía quince meses de vida en diciembre de 2006 cuando ingirió e inhaló purpurina y los médicos no le daban esperanza de sobrevivir. 
Años después, el 9 de febrero de 2014, su mamá, Laura Carozza de Franco, maestra de música, fue una de las personas que llevó las ofrendas en la misa con que se recordó al siervo de Dios cardenal Eduardo Pironio (1920-1998) en la basílica de Nuestra Señora de Luján.

Fue una misa concelebrada, que presidió el arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, que lo recordó como un hombre de Dios, de oración, de contemplación; como un profeta y un hombre de servicio.

El cuerpo del cardenal Pironio está enterrado en el santuario de Luján, donde fue ordenado sacerdote el 5 de diciembre de 1943 y donde también fue consagrado obispo el 31 de mayo de 1964. El 23 junio de 2006 se abrió en Roma su proceso de beatificación. 

La misa en su memoria, a 16 años de su fallecimiento, había sido convocada por la Acción Católica Argentina y por otras instituciones. 


Cardenal Eduardo Pironio
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Un rato después de la misa, en una heladería cercana al santuario, vi en la mesa de al lado a la señora que había llevado las ofrendas y le pregunté si lo había hecho en representación de la Acción Católica.
Me dijo que no y me contó el motivo de su participación. Se trataba de la curación de su hijo Juan Manuel, que estaba tomando un helado tranquilamente con su mamá y su abuela mientras hablábamos.

Años antes, el 1° de diciembre de 2006, el chico se debatía entre la vida y la muerte. Había ingerido e inhalado purpurina y por lo que decían los médicos, era algo muy grave: todos los antecedentes eran fatales y ellos no daban esperanza de vida. La purpurina es un polvo finísimo, compuesto de limadura de bronce, una aleación de cobre y zinc, que se aplica a las pinturas para darles un aspecto brillante dorado o plateado.
Laura Carozza y su marido, Mariano Franco, son docentes en escuelas católicas de Mar del Plata. Al día siguiente se hacía en Mar del Plata la marcha de la esperanza, que Pironio había promovido cuando era obispo de esa ciudad, entre 1972 y 1975. La marcha, encabezada por una imagen de Nuestra Señora de Luján, hizo una parada frente al hospital materno infantil donde estaba internado (prácticamente desahuciado por los médicos) el pequeño Juan Manuel.

“Nos encontramos allí, bajo la lluvia, con gente conocida –comentó Laura-. Y el sacerdote de la parroquia San Antonio de Padua, donde soy maestra, nos dio una estampa de Pironio y nos dijo que pidiéramos la curación”. Se trataba del presbítero Silvano De Sarro que, además, preside la Junta de Educación Católica de Mar del Plata. Les dio una cartilla sobre la vida y obra del cardenal Pironio, con su testamento.
“Volvimos reconfortados de la marcha. El estado de Juan Manuel era muy crítico. A la mañana siguiente, empecé a leer lo que decía el testimonio de lo que un obispo le dijo a la madre de Pironio: “Señora, los médicos también pueden equivocarse”. Justamente, era la frase que yo necesitaba en ese momento”. 


Cuando la madre del cardenal Pironio tuvo a su primer hijo estuvo seis meses sin moverse y los médicos le dijeron que no podría tener más hijos sin riesgo de su vida. Pero monseñor Francisco Alberti, quien sería con el tiempo arzobispo de La Plata, le dijo que los médicos podían equivocarse, que tuviera confianza en el Señor y que celebraría la misa por ella en el altar de Nuestra Señora de Luján. “Total que mi madre vivió hasta los 82 años y tuvo 22 hijos”, escribió el cardenal Pironio. Y concluyó: “Yo soy el último de ellos”, como puede leerse en una carta dirigida el 13 de marzo de 1986 a monseñor Juan Antonio Presas, que está colocada cerca de su tumba en el santuario. 



Cardenal Pironio - JMJ Denver 1993
Rememorando lo que pasó desde que leyó la estampa de Pironio, Laura Carozza dice que entendió que la vida del cardenal era un milagro y a partir de ese momento “me convencí de que algo había cambiado”. A los pocos días, le hicieron un estudio a su hijo y llevaron la extracción de sangre a La Plata. Su mamá, abuela de Juan Manuel, María Cristina Delfante de Carozza, llevó la muestra a un hospital especializado en toxicología en esa ciudad y cuando tuvo el resultado llamó a su hija para comunicárselo.

¿Cuál era la situación antes de tomar la muestra? “Me habían dicho que Juan Manuel tendría problemas renales, hepáticos, neurológicos. Tenía una neumonía química. Al haber inhalado ese polvo, le había quemado los pulmones (algo parecido a lo que sufrieron los chicos de Cromañón). Tenía cobre y zinc en la sangre y en la orina, y quizá también plomo”. Había estado en coma farmacológico, internado en terapia intensiva, entubado, ya que no podía respirar solo. El edema pulmonar había destruido los pulmones en un 70 %. El día en que se hizo el análisis en La Plata le sacaron el respirador y salió del coma, aunque temiendo los médicos que hubiera graves daños y secuelas. 

Pero, sorprendentemente, la abuela llamó por teléfono desde La Plata a la madre y le informó que el análisis no daba ningún resultado negativo, era normal.


“Juan Manuel empezó a estar bien y a los pocos días estaba en casa como si nada hubiera pasado. De no tener ninguna esperanza pasamos a que estuviera en casa muy bien. Empecé a pensar, y a darme cuenta de que había sido por el cardenal, que es lo que están estudiando ahora”, dice Laura. 

En Roma es postulador de la causa de beatificación del cardenal Pironio el sacerdote benedictino Giuseppe Tamburrino, y en la Argentina es vicepostuladora la profesora Beatriz Buzzetti, que fue presidenta nacional de la Acción Católica y leyó la primera lectura en la misa de Luján. 

Juan Manuel, que cuando tenía catorce meses apenas empezaba a caminar, es ahora un chico sano. Juega al tenis y al fútbol, hace natación, toca la guitarra. Tiene dos hermanos más chiquitos: Jorge y Francisco Eduardo. Le pregunto a qué colegio va. Responde que va al colegio Nuestra Señora del Camino, en Mar del Plata, y está en tercer grado.
Su abuela recuerda que los médicos decían: “Lo único que hay que hacer es esperar a un paro cardíaco”. Gracias a Dios, eso no se dio y la familia tiene el íntimo convencimiento de que ese resultado puede atribuirse a la intercesión del siervo de Dios en proceso de beatificación.
La Iglesia hace siempre un estudio largo, preciso y cuidadoso de los pormenores médicos y de su relación con la oración en cada caso de un presunto milagro, y el fervor de los fieles no pretende anticipar el juicio definitivo de la Iglesia. 

En la misa estuvieron también algunos parientes del cardenal Pironio, que llevan su mismo apellido. Santiago Pironio, estudiante secundario de 16 años, de Luján, y su hermana Victoria, de 18, que empieza la carrera de Ciencias de la Educación, son sobrinos bisnietos del siervo de Dios. Andrea, psicóloga, pocos años mayor, es sobrina nieta. Dijo que ella lo llegó a conocer, siendo chica, pero además ha escuchado siempre hablar mucho de él en su familia. Su papá, Alfredo, de 68 años, que está jubilado pero que sigue haciendo algunos trabajos como tornero, era sobrino directo del cardenal. Al igual que Victoria, Andrea llevaba una casaca azul con signos de la Acción Católica. Ella es dirigente del equipo de aspirantes de la Acción Católica de la arquidiócesis de Mercedes-Luján.

viernes, 8 de mayo de 2015

Vergine di Luján

Alla Vergine di Luján


Vergine di Luján, Madre dei poveri e degli umili, di quelli che soffrono e sperano: Tu che hai scelto questo luogo, nella immensità silenziosa della pampa argentina, per ascoltare le nostre suppliche, rasserena i nostri cuori e parlaci del tuo Figlio: "il Salvatore di ieri, di oggi e di sempre"(...) Oggi veniamo da lontano e da vicino. Siamo volti differenti e culture differenti, con una lingua diversa, ma ci comprendiamo nella stessa Parola del tuo Figlio che dice a ciascuno "Ecco tua Madre" e così ti sen-tiamo, Maria, come Madre e Signora nostra. Ti chiediamo solamente che ci guardi e ci ascolti (...)
 Tu sai bene di che cosa abbiamo bisogno: un grande spirito contemplativo per comprendere la povertà degli uomini e il dolore dei popoli, una grande disponibilità ad accogliere la Parola di Dio e a metterla in pratica, una serena fortezza per abbracciare la croce del tuo Figlio e una capacità piena di gioia nell'impegno a servizio dei nostri fratelli. Così ci impegnamo e così sia. Amen. Alleluia. 
+ CARDENAL EDUARDO PIRONIO, Luján, 14 settembre 1997
Preghiera composta per la II Assemblea Ordinaria
del FIAC (Buenos Aires, 11/14 settembre 1997)
 
A la Virgen de Luján (Oración traducida al español)

Pironio: El Milagro de la Virgen de Luján

22 Milagros



El nacimiento de Eduardo Pironio es un
Milagro de la Virgen de Luján.
Su madre Enriqueta después del primer parto ya no podía tener más hijos. Paso por Nueve de Julio un Santo Obispo que la encomendó a la Virgen de Luján.
Entonces con el aceite de la lampara que "arde ante Nuestra Señora" se curó. 
Enriqueta dió vida a 21 hijos más. 
Tenía "Veintidos milagros" porque incluso su primogénito había desencadenado acaso, las gracias celestiales que descendieron en sus entrañas.
Por eso Eduardo Francisco es el milagro 22 de Nuestra Señora de Luján. 
Ese niño que vivía en el campo, después fue llamado por el mismo Dios y se hizo un "alter christus". La providencia divina también le concedió la cruz pectoral de aquél Obispo que había curado a su madre... 
Pero Dios tenía todavía más para Eduardo y lo convirtió en "profeta de las naciones" en "Sucesor de los apostóles".  

Por eso Eduardo vivió santamente. Con su vida humilde, profética, misionera, pascual, con su martirio silencioso honró el milagro que la Virgen de Luján había hecho en su madre, el milagro de su persona, los 22 milagros.

Así lo cuenta el Cardenal Pironio:


miércoles, 6 de mayo de 2015

Pironio es nombrado Cardenal


PABLO VI NOMBRA A EDUARDO PIRONIO PRO-PRECTO DE LA SAGRADA CONGREGACIÓN DE LOS RELIGIOSOS 



Monseñor Pironio es llamado por el Papa Pablo VI para que lo acompañe en el gobierno universal de la Iglesia. Se convierte así en el primer obispo latinoamericano que dirige una Sagrada Congregación de la Curia Romana y es creado Cardenal para tal efecto.


Beato Pablo VI 

Es un período díficil donde hay que llevar la titánica tarea de regularizar todas las constituciones de las congregaciones religiosas para que se adapten al Concilio Vaticano II. 
El nuncio apostólico en Argentina Monseñor Pío Laghi (después nombrado cardenal por Juan Pablo II) el 15 de septiembre de 1975 le comunica a Pironio la decisión del Papa, pasan días hasta que el nombramiento se hizo público.

Cuando en septiembre de 1975 el Papa Pablo VI lo llama a colaborar con él en el servicio a la Iglesia Universal, el entonces Mons. Pironio recibe una carta del Cardenal Jean - Marie Villot Secretario de Estado (publicado en Vérgez, 2008):

martes, 5 de mayo de 2015

El Cardenal Pironio y Pablo VI

Historia de una amistad


No sabemos con exatitud cuando fue que se conocieron el Beato Pablo VI y el Cardenal Pironio, pero sí sabemos que tenían una gran amistad, que Pironio lo consideraba su padre espiritual. 


Audiencia Monseñor Pironio y Pablo VI

Hace unos días que el papa Pablo VI fue beatificado por el Papa Francisco, repasemos estos encuentros públicos entre dos hombres santos.