Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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TESTAMENTO ESPIRITUAL

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Cardenal Pironio / Testamento Espiritual

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UN PASO MÁS CAMINO A LOS ALTARES

ROMA: CONCLUYÓ LA FASE DIOCESANA DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN  DEL SIERVO DE DIOS EDUARDO CARDENAL PIRONIO 11 DE MARZO DE 2016  ...

jueves, 28 de enero de 2016

NOVENA AL CARDENAL PIRONIO

NOVENA AL CARDENAL EDUARDO PIRONIO
28 de enero – 5 de febrero
Novena para rogar por la pronta beatificación y canonización de nuestro querido siervo de dios Eduardo Francisco Cardenal Pironio
Les propongo queridos hermanos que recemos una novena juntos rezando las oraciones que el mismo Pironio escribió en honor a la Virgen, a Jesucristo y a los jóvenes…
Nueve días en espera de la Pascua del Cardenal Pironio de aquel 5 de febrero donde finalmente se encontró con nuestro Señor y lo vio “tal cual es”. Que estos días nos sirvan de reflexión sobre el ministerio sacerdotal de Pironio y su legado para la vida consagrada, los laicos y los jóvenes…
Roguemos a Nuestro Señor Jesucristo y su Santa Madre que pronto Eduardo Francisco Pironio sea elevado a la gloria de los altares!!!!
Cuento con tu oración!! Y Gracias por difundir!!
Cardenal Eduardo Pironio Ruega por Nosotros!!

[Novena para la devoción privada]
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oración al Siervo de Dios Eduardo Francisco Cardenal Pironio
Oh Dios, Padre nuestro, que has llamado a tu Siervo Eduardo Francisco Pironio a servir a tu Iglesia como sacerdote y obispo confortado por la materna solicitud de la Virgen María y lo has hecho alegre anunciador de la esperanza y de la cruz.
Concédenos que siguiendo su ejemplo podamos proclamar y testimoniar nuestra fe con un corazón misericordioso y acogedor y, por su intercesión, danos la gracia que confiadamente te pedimos.
Por Cristo nuestro Señor. Amén

Con aprobación eclesiástica:
Conferencia Episcopal Argentina
Buenos Aires, 12 de diciembre de 2005



DIA 1
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A JESÚS
Ser presencia
Ser presencia, Señor, es hablar de Tí sin nombrarte; callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra.
Ser luz que ilumina el lenguaje del silencio y voz, que surgiendo de la vida, no habla.
Es decirle a los demás que estamos cerca, aunque sea grande la distancia que separa.
Es intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla.
Es sufrir con el que sufre y desde dentro, mostrarle que Dios cura nuestras llagas.
Es reír con el que ríe y alegrarse del gozo del hermano porque ama.
Es gritar con la fuerza del Espíritu la verdad que desde Dios siempre nos salva.
Es vivir expuestos y sin armas, confiando ciegamente en tu Palabra.
Es llevar el “desierto” a los hermanos, compartir tu Misterio y decirles que los amas.
Es saber escuchar tu lenguaje en silencio.
Y “ver” por ellos cuando la fe pareciera que se apaga.
“Ser presencia”, Señor, es saber esperar tu tiempo sin apresuramientos y con calma.
Es dar serenidad con una paz muy honda.
Es vivir la tensión del desconcierto en una Iglesia que, porque crece, cambia.
Es abrirse a los “signos de los tiempos” manteniéndose fiel a tu Palabra.
Es, en fin, Señor, ser caminante en el camino poblado de hermanos, gritando en silencio que estas vivo y que nos tienes tomados de la mano
Siervo de Dios Eduardo F. Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA

DIA 2
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA NOCHEBUENA
Señora de la Nochebuena,
Señora del Silencio y de la Espera; esta noche nos darás otra vez al Niño.
Velaremos contigo hasta que nazca en la pobreza plena, en la oración profunda, en el deseo ardiente.
Cuando los ángeles canten "Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz sobre la tierra a los hombres amados por él", se habrá prendido una luz nueva en nuestras almas, habrá prendido una paz inmutable en nuestros corazones, y se habrá pintado una alegría contagiosa en nuestros rostros.
Y nos volveremos a casa en silencio: iluminando las tinieblas de la noche, pacificando la nerviosidad de los hombres y alegrando las tristezas de las cosas.
Después en casa, celebraremos la Fiesta de la Familia.
Alrededor de la mesa, sencilla y cordial, nos sentaremos los chicos y los grandes: rezaremos para agradecer, conversaremos para recordar, cantaremos para comunicar, comeremos el pan y las almendras que nos unen.
Afuera, el mundo seguirá tal como lo mismo.
Tinieblas que apenas quiebran la palidez de las estrellas.
Angustias que apenas cubren el silencio vacío de la noche.
Tristezas que apenas disimulan la lejana melodía de las serenatas.
En algún pueblo no habrá Nochebuena porque están en guerra.
En algún hogar no habrá Nochebuena porque están divididos.
En algún corazón no habrá Nochebuena porque está en pecado.
Señora de la Nochebuena, Madre de la Luz, Reina de la Paz,
Causa de nuestra alegría, que en mi corazón nazca esta noche otra vez Jesús.
Pero para todos: para mi casa, para mi pueblo, para mi patria, para el mundo entero.
Y sobre todo, fundamentalmente, que nazca otra vez Jesús para gloria del Padre.
Amén.
Siervo de Dios Eduardo F. Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA

DIA 3
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACION A JESÚS DEDICADA A LOS JÓVENES
SEÑOR JESÚS TÚ ERES LA VIDA
Señor Jesús, tú eres la Vida;  tú viniste al mundo para traernos la vida en abundancia; tú entregaste en la cruz tu propia vida  por nosotros. Yo quiero vivir. Tú eres el único que tiene palabras de vida, tú eres el pan de vida, de tí, muerto en la cruz, brotaron ríos de agua viva (cfr. Jn. 7, 37-39),  que era el Espíritu Santo. Yo quiero vivir; yo necesito vivir  y vivir para siempre. No quiero seguir muriendo ni buscando el agua de la vida en pozos secos. No quiero que me mate una cultura de la muerte. Yo quiero vivir y dar la vida,  quiero ser instrumento y comunicador de vida a mis hermanos jóvenes. No quiero verlos envejecer prematuramente ni morir dramáticamente en los brazos del placer, de la droga o la violencia. Tú eres la Vida, Señor,  porque eres la Verdad y el Camino. Yo quiero recorrer ese Camino  y enseñarlo a mis hermanos; yo quiero abrazarme a esa Verdad  y mostrarla a los jóvenes que buscan; yo quiero, Señor, vivir tu Vida plenamente  en el amor y en la alegría y dando fruto. Por eso quiero vivir insertado plenamente en ti, como sarmiento vivo en la vid verdadera para producir frutos abundantes. No importa si el Padre me poda por la cruz  para dar más frutos. Quiero vivir la Vida como la vivió María,  tu Madre y madre nuestra: en el silencio y la oración, en el servicio y la cruz,  en la resurrección y la esperanza. Tú, María, nos diste una vez al  "Autor de la Vida"; hoy yo te lo pido de nuevo  para mí y para todos los jóvenes del mundo. Porque sólo así tendremos en Cristo  un mundo nuevo, más justo, más fraterno, más humano; un mundo más lleno de amor, de alegría y de esperanza; un mundo donde la naturaleza exprese la belleza de su Creador, el hombre revele la imagen de su Dios y el cristiano proclame la bondad y la ternura de su Padre. Pero, entonces, hay que aprender a decir  que Sí al Señor, como tú lo hiciste;  y tocaremos con las manos, como tú en Belén, la Vida que estaba en Dios, se manifestó "y nosotros la hemos visto, damos testimonio y la anunciamos" (cfr. I Jn. 1,2). Amén +Eduardo F. Card. Pironio 

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA
DIA 4
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN NUESTRA SEÑORA DE LA PASCUA Y DE TODAS LAS PARTIDAS
A Nuestra Señora de de la Pascua y de todas las partidas
Señora de la Pascua: Señora de la Cruz y la Esperanza.
Señora del viernes y del domingo,
Señora de la noche y la mañana
Señora de todas las partidas, porque eres la Señora
Escúchanos: Hoy queremos decirte: «muchas gracias».
Muchas gracias, Señora, por tu Fiat: por tu completa disponibilidad de «Esclava». Por tu pobreza y tú silencio.
Por el gozo de tus siete espadas.
Por el dolor de todas tus partidas que fueron dando la paz a tantas almas.
Por haberte quedado con nosotros a pesar del tiempo y las distancias
Tú conoces el dolor de la partida porque tu vida fue siempre despedida.
Por eso fuiste y fue fecunda tu vida.
Todo fue por «haber creído» (Lc 1, 45).
Porque le dijiste al Señor que «Sí», en aquel mediodía de los tiempos (Lc 1, 38).
Apenas el Señor bajó a tu pobreza, comenzaron tus partidas.
«El ángel se alejó» y Tú te fuiste «sin demora a una montaña de Judá» (Lc 1, 39). Allí hiciste felices a Isabel, tu prima, y al niño que llevaba en sus entrañas.
Cumplida tu tarea, regresaste sencillamente a tu casa (Lc 1, 56).
Otro día (u otra noche, no sé), cuando esperabas en tu silencio de Nazaret, te llegó otra orden de partida: a Belén de Judea, la ciudad de David (Lc 2, 4) porque allí, en la Casa del Pan, había de nacer el Niño (Miq 5, 2).
Tu partida costosa fue el preanuncio gozoso de la salvación que ya llegaba en la primera Nochebuena de los siglos.
Una noche, inesperadamente, el Ángel del Señor le habló a tu esposo. Y «José se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se fue a Egipto» (Mt 2, 13-14).
Fue la tercera vez que pedían tu partida.
Más tarde, cuando ya te habías acostumbrado a lo provisorio del destierro, otra vez el Ángel del Señor habló a José y le dijo: «Levántate, toma al Niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel» (Mt 2, 20).
Tu vida estaba señalada por las despedidas.
Otra vez, cuando el Niño era ya grande y Tú le habías enseñado a orar, se te quedó misteriosamente perdido en el templo.
Ahora era Él el que partía.
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Y tú no entendiste el sentido total de la partida (Lc 2, 49-50).
Después, en Cana de Galilea, cuando se manifestó el Señor en el primero de sus signos, por hacer bien a los demás, Tú te olvidaste de Ti misma y le pediste que adelantara «la hora» de su partida (Jn 2, 4).
Y Él partió a «llevar la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos la liberación, y a los ciegos la vista, a dar libertad n los oprimidos» (Lc 4, 18).
Mientras tanto, Tú lo acompañabas desde cerca y desde adentro, rumiando en tu Corazón la Palabra que Él iba predicando (Lc 11, 28).
Hasta que llegó la tarde de un viernes en Jerusalén. Era la hora de la Pascua y la partida. La noche antes, en el Cenáculo, El celebró la Cena de la despedida.
Era, también la Cena de la amistad y la presencia, de la comunión fraternal y del encuentro.
Amarrado por los hombres a los brazos de una Cruz, Él se descolgó para subir al Padre. Tú mirabas la partida desde abajo y desde cerca, bien serena y fuerte (Jn 19, 25).
El corazón de la Cruz era el punto inicial de su partida. Y también de su regreso: «Me voy y volveré a vosotros»
Mezcla extraña de gozo y de tristeza.
«También vosotros ahora estáis tristes, pero yo os volveré a ver y tendréis una alegría que nadie os podrá quitar» (Jn 16, 22).
Señora del Silencio y de la Cruz.
Señora del Amor y de la Entrega.
Señora de la Palabra recibida y de la palabra empeñada,
Señora de la Paz y la Esperanza.
Señora de todos los que parten, porque eres la Señora del camino y de la Pascua.
También nosotros hemos celebrado ahora la Cena de la despedida.
Hemos comido contigo el Cuerpo del Señor, hemos partido juntos el Pan de la amistad y unión fraterna.
Nos sentimos fuertes y felices. Al mismo tiempo, débiles y tristes.
Pero nuestra tristeza se convertirá en gozo y nuestro gozo será pleno y nadie nos lo podrá quitar (Jn 16, 20-24).
Enséñanos, María, la gratitud y el gozo de todas las partidas. Enséñanos a decir siempre que Sí, con toda el alma.
Entra en la pequeñez de nuestro corazón y pronúncialo Tú misma por nosotros.
Sé el camino de los que parten y la serenidad de los que quedan Acompáñanos siempre mientras vamos peregrinando juntos hacia el Padre.
Enséñanos que esta vida es siempre una partida. Siempre un desprendimiento y una ofrenda. Siempre un tránsito y una Pascua. Hasta que llegue el tránsito definitivo, la Pascua consumada.
Entonces comprenderemos que para vivir hace falta morir, para encontrarse plenamente en el Señor hace falta despedirse. Y que es necesario pasar por muchas cosas para poder entrar en la gloria (Lc 24, 26).
Señora de la Pascua: en las dos puntas de nuestro camino, tus dos palabras: fíat y magnificat.
Que aprendamos que la vida es siempre un «sí» y un «muchas gracias».
Amén. Que así sea.

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA

DIA 5
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA MISIÓN
Virgen de la Buena Nueva: recibiste la Palabra y la practicaste.
Por eso fuiste feliz y cambió la historia.
Virgen de la misión y del camino,
la que llevó a la casita de Isabel la Salvación y a los campos de Belén la Luz del Mundo.
Gracias por haber sido misionera,
Por haber acompañado a Jesús en el silencio y la obediencia a su Palabra.
Gracias porque tu misión fue hasta la cruz y hasta el Don del Espíritu en Pentecostés.
Allí nació la Iglesia misionera.
Virgen de la Misión: También nosotros viviremos en misión.
Que toda la Iglesia se renueve en el Espíritu.
Que amemos al Padre y al hermano.
Que seamos pobres y sencillos, presencia de Jesús y testigos de su Pascua.
Que al entrar en cada casa comuniquemos la Paz, anunciemos el Reino y aliviemos a los que sufren.
Que formemos comunidades Orantes, Fraternas y Misioneras.
Virgen de la Reconciliación: nuestra Iglesia peregrina quiere proclamar la Fe con la Alegría de la Pascua y gritar al mundo la Esperanza.
Por eso se hunde en tu silencio, tu comunión y tu servicio.
Ven con nosotros a caminar. Amén. Que así sea.»
+ Eduardo Francisco Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA

DIA 6
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE AMÉRICA
Virgen de la esperanza, Madre de los pobres,
Señora de los que peregrinan: óyenos.
Hoy te pedimos por América, el continente que tú visitas, con los pies descalzos, ofreciéndole la riqueza del Niño que aprietas en tus brazos.
Un niño pobre, que nos hace ricos.
Un niño esclavo, que nos hace libres.
Virgen de la esperanza:
América despierta.
Sobre sus cerros despunta la luz de una mañana nueva.
Es el día de la salvación que ya se acerca.
Sobre los pueblos que marchaban en tinieblas, ha brillado una gran luz.
Esa luz es el Señor que tú nos diste, hace mucho, en Belén, a medianoche.
Queremos caminar en la esperanza.
Madre de los pobres hay mucha miseria entre nosotros.
Falta el pan material en muchas casas.
Falta el pan de la verdad en muchas mentes.
Falta el pan del amor en muchos hombres.
Falta el Pan del Señor en muchos pueblos.
Tú conoces la pobreza y la viviste.
Danos alma de pobres para ser felices.
Pero alivia la miseria de los cuerpos y arranca del corazón de tantos hombres el egoísmo que empobrece.
Señora de los que peregrinan:
Somos el Pueblo de Dios en América.
Somos la Iglesia que peregrina hacia la Pascua.
Que los obispos tengan un corazón de padre.
Que los sacerdotes sean los amigos de Dios para los hombres.
Que los religiosos muestren la alegría anticipada del Reino de los Cielos.
Que los laicos sean ante el mundo testigos del Señor resucitado.
Y que caminemos juntos con todos los hombres y mujeres, compartiendo sus angustias y esperanzas.
Que los pueblos de América vayan avanzando hacia el progreso por los caminos de la paz en la justicia.
Nuestra Señora de América: ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza, peregrina con nosotros, hacia el Padre.
Así sea.
+ Cardenal Eduardo Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA

DIA 7
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA RECONCILIACIÓN
Nuestra Señora de la Reconciliación:
Virgen de la fidelidad y del servicio, de la pobreza y del silencio, de la nueva creación por el Espíritu.
Madre de los que sufren en la soledad y buscan en la esperanza.
Señora de los que vuelven a la Casa y descubren al Padre y al hermano.
Virgen de la Amistad y del Amor,
Señora de la Paz y de la Alianza.
Tú nos diste a Jesús, «el Salvador», «el que quita el pecado del mundo» y lo reconcilia con el Padre por su Sangre.
Él que nos dio la Eucaristía y nos pidió que nos amáramos.
Gracias por ser así: Tan sencilla y tan buena, tan honda en la contemplación y tan abierta a los problemas de los otros, tan fiel servidora del Señor y tan cercana a los hombres que pecamos.
Gracias por habernos recibido.
Por habernos golpeado el corazón y enseñado la senda del regreso.
Por habernos serenado en el camino. Por hacernos sentir que somos hijos.
Olvidamos al Padre que nos ama y nos hemos encerrado ante el dolor, la pobreza y la injusticia.
Hoy gozamos en la paz y la alegría del reencuentro.
Hemos vuelto al Señor que nos libera y hace nuevos.
Saboreamos adentro su Palabra y comimos en familia el Pan de la unidad que da la vida.
De allí nace para todos el Espíritu de Amor que nos faltaba, y esa sed de justicia verdadera que es la raíz de la paz entre los pueblos.
Gracias por todo,
Madre del Camino y la Esperanza.
Gracias por habernos alcanzado la reconciliación con Dios y con los hombres en tu Hijo.
Virgen de la Reconciliación:
Muéstranos al Padre cada día y a Cristo que vive en los hermanos.
Ayúdanos a comprender las exigencias del Sermón de la Montaña.
Que seamos sal de la tierra, luz del mundo, levadura de Dios para la historia.
Enséñanos a vivir sencillamente la fecundidad de las Bienaventuranzas.
Que seamos pobres y misericordiosos, limpios de corazón y serenos en la cruz, hambrientos de justicia y hacedores de la paz.
Que gritemos al mundo
«Dios es nuestro Padre» y «todo hombre es nuestro hermano».
Que asumamos sus angustias y esperanzas.
Que enseñemos a los hombres descreídos y amargados, que sólo confían en la ciencia y en las armas, y viven la explosiva tentación de la violencia, que «la paz es posible todavía porque es posible el amor».
Nuestra Señora de la Reconciliación, imagen y principio de la Iglesia : hoy dejamos en tu corazón, pobre, silencioso y disponible esta Iglesia peregrina de la Pascua.
Una Iglesia esencialmente misionera fermento y alma de la sociedad en que vivimos, una Iglesia Profética que sea el anuncio de que el Reino ya ha llegado.
Una Iglesia de auténticos testigos, insertada en la historia de los hombres como presencia salvadora del Señor, y como fuente de Paz, de Alegría y de Esperanza. Amén. Que así sea.
+ Eduardo Francisco Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA

DIA 8
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL SILENCIO
María, Señora del silencio, de la escucha y de la comunicaciónMadre del Silencio y de la Humanidad, tú vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor.
Eres disponibilidad y receptividad.Eres fecundidad y plenitud.Eres atención y solicitud por los hermanos.Estás vestida de fortaleza.
En ti resplandecen la madurez humana y la elegancia espiritual.Eres señora de ti misma antes de ser señora nuestra.
No existe dispersión en ti.
En un acto simple y total, tu alma, toda inmóvil, está paralizada e identificada con el Señor.Estás dentro de Dios, y Dios dentro de ti.
El Misterio Total te envuelve y te penetra,te posee, ocupa e integra todo tu ser.
Parece que todo quedó paralizado en ti, todo se identificó contigo:el tiempo, el espacio, la palabra, la música, el silencio, la mujer, Dios.
Todo quedó asumido en ti, y divinizado.Jamás se vio estampa humana de tanta dulzura, ni se volverá a ver en la tierra mujer tan inefablemente evocadora.
Sin embargo, tu silencio no es ausencia sino presencia estás abismada en el Señor, y al mismo tiempo, atenta a los hermanos, como en Caná.
Nunca la comunicación es tan profunda como cuando no se dice nada, y nunca el silencio es tan elocuente como cuando nada se comunica.
Haznos comprender que el silencio no es desinterés por los hermanos sino fuente de energía e irradiación; no es repliegue sino despliegue,y que, para derramarse, es necesario cargarse.
El mundo se ahoga en el mar de la dispersión,y no es posible amar a los hermanos con un corazón disperso.
Haznos comprender que el apostolado, sin silencio, es alienación;y que el silencio, sin el apostolado, es comodidad.
Envuélvenos en el manto de tu silencio, y comunícanos la fortaleza de tu fe, la altura de tu esperanza, y la profundidad de tu amor.
Quédate con los que quedan, y vente con los que nos vamos.Oh Madre Admirable del Silencio!




DIA 9
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN
Virgencita de Lujan, Madre nuestra y de todos los argentinos, Madre de los pobres y de los que sufren, Madre de mi sacerdocio: hace cincuenta años yo era consagrado sacerdote, “hombre de Dios” y “servidor de la Iglesia”, aquí mismo, en esta Basílica en este altar, por las manos de tu apóstol, Monseñor Anunciado Serafín. En tu corazón pobre, contemplativo y disponible, el Espíritu del Señor me ungía sacerdote con el “aceite de la alegría” (Sal. 44.8). Hoy vuelvo como simple peregrino, después de haber hecho tanto camino de amor, de donación y de esperanza, trayendo el alma agradecida y marcada por la cruz pascual de tu Hijo Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Vengo a pedirte que me ayudes a dar gracias al Señor por Su fidelidad. “Dios es fiel” (1 Tes. 5,24) Siento el peso de Su amor que me dobla las espaldas: siento la alegría inmensa de ser sacerdote. Yo te pido que me ayudes a cantar el Magnificat de los pobres, que me prestes tu voz serena y silenciosa para gritar a los hombres, sobre todo a los jóvenes, que soy inmensamente feliz de ser sacerdote: de haber sido elegido por amor, consagrado y enviado. “Como el Padre me amó, yo los he amado a ustedes” (Jn. 15,9). “Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes” (Jn. 20,21).
¡Cómo he sentido en mi vida la fuerza transformadora del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! Mi sacerdocio quedó marcado desde sus comienzos por una honda comunión con la Trinidad Santísima (que habita en nosotros como en un templo), por el Misterio Pascual de Jesús, hecho de muerte y de resurrección, de cruz y de esperanza, por eso he predicado siempre la esperanza; por un profundo amor a la Iglesia misterio de comunión misionera, por eso he amado tanto a la Iglesia. Yo te pido, María, que me ayudes a dar gracias a Dios por la Palabra, la Eucaristía, la Reconciliación. ¡Cómo he sentido tu presencia, oh Madre, cuando predicaba, cuando celebraba, cuando confesaba!
Te pido me ayudes a dar gracias al Señor por mi familia, cristiana y numerosa, sencilla y trabajadora, por mis padres y mis hermanos y mi hermana. ¡Cuánto me ayudaron a ser sacerdote! Te pido, María, me ayudes a agradecer a Dios el don de los amigos, el don de mis compañeros de curso: algunos ya partieron al Padre, otros siguen viviendo cotidianamente la alegría honda de ser sacerdotes. El Señor me regalo maestros sabios, hermanos generosos y amigos verdaderos que me ayudaron a ser fiel. ¡Qué bien hacen los amigos verdaderos! “No hay amor más grande que el de aquel que da su vida por los amigos…” “Ustedes son mis amigos” (Jn. 15,13-15). El sacerdote es el amigo de Dios para los hombres.
Gracias por haberme enseñado la pobreza, la contemplación y la disponibilidad, el camino misionero y la esperanza, la alegría de la cruz y el camino fecundo del grano de trigo que se entierra para dar frutos en abundancia.
Señora de Luján: Tú sabes muchas cosas de mi vida que yo no puedo contar ahora. Tú sabes que mi propia vida es un milagro de tu intercesión privilegiada. Tú curaste a mi madre con el aceite que ardía ante tu lámpara. Tú sabes también que mis cincuenta años de sacerdocio fueron marcados ininterrumpidamente por tu presencia de Madre. Ya que lo sabes todo, te pido simplemente que lo presentes a tu Hijo y por tu Hijo al padre en la unidad del Espíritu. Nada más, María de Luján y de las pampas, Madre los pobres y los humildes, Nuestra Señora del milagro. Gracias por todo, Madre de mi sacerdocio, causa de nuestra alegría y madre de la Santa Esperanza.
Amén
+ Eduardo Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA


Que esta novena en honor al Cardenal Eduardo Francisco Pironio por su pronta beatificación sea A Mayor Gloria de Dios!!!

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TESTAMENTO ESPIRITUAL EN LA PASCUA DEL CARDENAL PIRONIO
TESTAMENTO ESPIRITUAL - Cardenal Eduardo Francisco Pironio

¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén! ¡Magnificat!
Fui bautizado en el nombre de la Trinidad Santísima, creí firmemente en Ella, por la misericordia de Dios, gusté su presencia amorosa en la pequeñez de mi alma (me sentí inhabitado por la Trinidad). Ahora entro “en la alegría de mi Señor”, en la contemplación directa, “cara a cara”, de la Trinidad. Hasta ahora “peregriné lejos del Señor”. Ahora “lo veo tal cual Él es”.
Soy feliz ¡Magnificat!
“Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre”. Gracias, Señor y Dios mío, Padre de las misericordias, porque me llamas y me esperas. Porque me abrazas en la alegría de tu perdón.
No quiero que lloren mi partida. “Si me amáis, os alegréis: porque me voy al Padre”.
Sólo le pido que me sigan acompañando con su cariño y oración y que recen mucho por mi alma.
¡Magnificat! Me pongo en el corazón de María, mi buena Madre, la Virgen Fiel, para que me ayude a dar gracias al Padre y a pedir perdón por mis innumerables pecados.
¡Magnificat! Te doy gracias. Padre, por el don de la vida. ¡Qué lindo es vivir! Tú nos hiciste, Señor para la Vida. La amo, la ofrezco, la espero. Tú eres la Vida, como fuiste siempre mi Verdad y mi Camino.
¡Magnificat! Doy gracias al Padre por el don inapreciable de mi Bautismo que me hizo hijo de Dios y templo vivo de la Trinidad. Me duele no haber realizado bien mi vocación bautismal a la santidad.
¡Magnificat! Agradezco al Señor por mi sacerdocio. Me resentido extraordinariamente feliz de ser sacerdote y quisiera transmitir esta alegría profunda a los jóvenes de hoy, como mi mejor testamento y herencia. El Señor fue bueno conmigo. Que las almas que hayan recibido la presencia de Jesús por mi ministerio sacerdotal, recen por mi eterno descanso. Pido perdón, por toda mi alma, por el bien que he dejado de hacer como sacerdote. Soy plenamente conciente de que ha habido muchos pecados de omisión en mi sacerdocio, por no haber sido yo generosamente lo que debiera frente al Señor. Quizás ahora, al morir, empiece a ser verdaderamente útil: “Si el grano de trigo… cae en tierra y muere, entonces produce mucho fruto”. Mi vida sacerdotal estuvo siempre marcada por tres amores y presencias: el Padre, María Santísima, la Cruz.
¡Magnificat! Doy gracias a Dios por mi ministerio de servicio en el Episcopado. ¡Qué bueno ha sido Dios conmigo! He querido ser “padre, hermano y amigo” de los sacerdotes, religiosos y religiosas, de todo el Pueblo de Dios.
He querido ser una simple presencia de “Cristo, Esperanza de la Gloria”. Lo he querido ser siempre, en los diversos servicios que Dios me ha pedido como Obispo: Auxiliar de la Plata, Administrador Apostólico de Avellaneda, Secretario General y Presidente del CELAM, Obispo de Mar del Plata y luego, por disposición del Papa Pablo VI, Prefecto de la Sagrada Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares y finalmente, por benigna disposición del Papa Juan II, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos.
Me duele no haber sido más útil como Obispo, haber defraudado la esperanza de muchos y la confianza de mis queridísimos Padres los Papas Pablo VI y Juan Pablo II. Pero acepto con alegría mi pobreza. Quiero morir con un alma enteramente pobre. “Caminando en el Proceso de Revitalización de la Pastoral Juvenil Latinoamericana”
Quiero manifestar mi agradecimiento al Santo Padre, Juan Pablo II, por haberme confiado, en abril de 1984, la animación de los fieles laicos. De ellos depende, inmediatamente, la construcción de la “civilización del amor”. Los quiero enormemente, los abrazo y los bendigo, y agradezco al Papa su confianza y su cariño.
¡Magnificat! Doy gracias a Dios, que por el Santo Padre Pablo VI, me ha llamado ha servir la iglesia Universal en el privilegiado campo de la vida consagrada. ¡Cómo los quiero a los Religiosos y Religiosas y a todos los laicos consagrados en el mundo! ¡Cómo pido a María Santísima por ellos! ¡Cómo ofrezco hoy con alegría mi vida por su fidelidad! Soy Cardenal de la Santa Iglesia. Doy gracias al querido Santo Padre Pablo VI por este nombramiento inmerecido. Doy gracias al Señor por haberme hecho comprender que el Cardenalato es una vocación al martirio, un llamado al servicio pastoral y una forma más honda de paternidad espiritual. Me siento así feliz de ser mártir, de ser pastor, de ser padre.
¡Magnificat! Agradezco al Señor el privilegio de su Cruz. Me siento felicísimo de haber sufrido mucho. Sólo me duele no haber sufrido bien y no haber saboreado siempre en silencio mi cruz. Deseo que, al menos ahora, mi cruz comience a ser luminosa y fecunda. Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque ha sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho. ¡Yo sí pido perdón, con toda mi alma, porque hice sufrir a tantos!
¡Magnificat! Agradezco al Señor que me haya hecho comprender el Misterio de María en el Misterio de Jesús y que la Virgen haya estado tan presente en mi vida personal y en mi ministerio. A ella le debo todo. Confieso que la fecundidad de mi palabra se la debo a Ella. Y que mis grandes fechas –de cruz y de alegría- siempre fueron fechas marianas.
¡Magnificat! Agradezco al Señor que mi ministerio se haya desarrollado casi siempre, de un modo privilegiado, al servicio de sacerdotes y seminaristas, de religiosos y religiosas y últimamente de los fieles laicos. A los sacerdotes a quienes, en mi largo ministerio, pude hacerles algo de bien les ruego la caridad de una Misa por mi alma. A todos les agradezco el don de la amistad sacerdotal. A los queridos seminaristas –a todos los que Dios puso un día en mi camino- les auguro un sacerdocio santo y fecundo: que sean almas de oración, que saboreen la cruz, que amen al Padre y a María. A los queridísimos religiosos y religiosas, “mi gloria y mi corona”, les pido que vivan con alegría honda su consagración y su misión. Lo mismo les digo a los queridísimos laicos consagrados en la providencial llamada de los Institutos Seculares. A todos les pido que perdonen mis malos ejemplos y pecados de omisión.
¡Magnificat! Doy Gracias a Dios por haber podido gastar mis pobres fuerzas y talentos en la entrega a los queridísimos laicos, cuya amistad y testimonio me han enriquecido espiritualmente. He querido mucho a la Acción Católica. Si no hice más es porque no he sabido hacerlo. Dios me concedió trabajar con los laicos desde la niñez campesina de Mercedes (Argentina) hasta el Pontificio Consejo para los Laicos. ¡Magnificat!
Pido perdón a Dios por mis innumerables pecados, a la Iglesia por no haberla servido más generosamente, a las almas por no haberlas amado más heroica y concretamente. Si he ofendido a alguien, le pido que me perdone: quiero partir con la conciencia tranquila. Y si alguien cree haberme ofendido, quiero que sienta la alegría de mi perdón y de mi abrazo fraterno.
Agradezco a todos su amistad y confianza. Agradezco a mis queridos padres –a quienes ahora encontraré en el cielo- la fe que me transmitieron. Agradezco a todos mis hermanos su compañía espiritual y su cariño, especialmente a mi hermana Zulema.
Amo con toda mi alma al Papa Juan Pablo II, le renuevo mi eterna disponibilidad, le pido perdón por todo lo que no supe hacer como Prefecto para la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares y como Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos. Dios es testigo de mi absoluta entrega y de mi total buena voluntad. Le agradezco la delicadeza y la bondad de haberme querido nombrar Cardenal Obispo de la Diócesis Suburbicaria de Sabina Poggio Mirtito. “Caminando en el Proceso de Revitalización de la Pastoral Juvenil Latinoamericana”
Renuevo a las queridas Siervas de Cristo Sacerdote, que me acompañaron durante tantos años, toda mi gratitud, mi cariño paternal y mi profunda veneración por su vocación específica, tan providencial en la Iglesia. Las quiero mucho, rezo por ellas y las bendigo en Cristo y María Santísima.
Agradezco a mi querido y fiel Secretaria el R. P. Fernando Vérgez, Legionario de Cristo, su cariño y su fidelidad, su compañía tan cercana y eficaz, su colaboración, su paciencia y su bondad.
Pido que hagan celebrar misas por mí y rezar por mi alma y las de tantos por quienes nadie se acuerda. De un modo especial quiero que hagan rezar por la santificación de los sacerdotes, de los religiosos y religiosas y de todas las almas consagradas.
Quiero morir tranquilo y sereno: perdonado por la misericordia del Padre, la bondad maternal de la Iglesia y el cariño y comprensión de mis hermanos. No tengo ningún enemigo, gracias a Dios, no siento rencor ni envidia a nadie.
A todos les pido me perdonen y recen por mí.
¡Hasta reunirnos en la Casa del Padre! ¡Los abrazo y bendigo con toda mi alma por última vez en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo! Los dejo en el corazón de María, la Virgen pobre, contemplativa y fiel. ¡Ave María! A Ella le pido: “Al final de este destierro muéstranos el fruto bendito de tu vientre, Jesús”.
Roma, 11 de febrero de 1996
+ E. Card. Pironio

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Quien reciba gracias se ruega informar a:
Postulación de la Causa en la Argentina
Av. de Mayo 621. 2º Piso. Buenos Aires. C1084 AAB. (Argentina)
Beatriz Buzzetti Thomson secretaria@accioncatolica.org.ar 
TEL/FAX 011-4331/ 6323. 

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NOVENA AL CARDENAL PIRONIO

NOVENA AL CARDENAL EDUARDO PIRONIO
28 de enero – 5 de febrero
Novena para rogar por la pronta beatificación y canonización de nuestro querido siervo de dios Eduardo Francisco Cardenal Pironio
Les propongo queridos hermanos que recemos una novena juntos rezando las oraciones que el mismo Pironio escribió en honor a la Virgen, a Jesucristo y a los jóvenes…
Nueve días en espera de la Pascua del Cardenal Pironio de aquel 5 de febrero donde finalmente se encontró con nuestro Señor y lo vio “tal cual es”. Que estos días nos sirvan de reflexión sobre el ministerio sacerdotal de Pironio y su legado para la vida consagrada, los laicos y los jóvenes…
Roguemos a Nuestro Señor Jesucristo y su Santa Madre que pronto Eduardo Francisco Pironio sea elevado a la gloria de los altares!!!!
Cuento con tu oración!! Y Gracias por difundir!!
Cardenal Eduardo Pironio Ruega por Nosotros!!

[Novena para la devoción privada]
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oración al Siervo de Dios Eduardo Francisco Cardenal Pironio
Oh Dios, Padre nuestro, que has llamado a tu Siervo Eduardo Francisco Pironio a servir a tu Iglesia como sacerdote y obispo confortado por la materna solicitud de la Virgen María y lo has hecho alegre anunciador de la esperanza y de la cruz.
Concédenos que siguiendo su ejemplo podamos proclamar y testimoniar nuestra fe con un corazón misericordioso y acogedor y, por su intercesión, danos la gracia que confiadamente te pedimos.
Por Cristo nuestro Señor. Amén

Con aprobación eclesiástica:
Conferencia Episcopal Argentina
Buenos Aires, 12 de diciembre de 2005



DIA 1
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A JESÚS
Ser presencia
Ser presencia, Señor, es hablar de Tí sin nombrarte; callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra.
Ser luz que ilumina el lenguaje del silencio y voz, que surgiendo de la vida, no habla.
Es decirle a los demás que estamos cerca, aunque sea grande la distancia que separa.
Es intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla.
Es sufrir con el que sufre y desde dentro, mostrarle que Dios cura nuestras llagas.
Es reír con el que ríe y alegrarse del gozo del hermano porque ama.
Es gritar con la fuerza del Espíritu la verdad que desde Dios siempre nos salva.
Es vivir expuestos y sin armas, confiando ciegamente en tu Palabra.
Es llevar el “desierto” a los hermanos, compartir tu Misterio y decirles que los amas.
Es saber escuchar tu lenguaje en silencio.
Y “ver” por ellos cuando la fe pareciera que se apaga.
“Ser presencia”, Señor, es saber esperar tu tiempo sin apresuramientos y con calma.
Es dar serenidad con una paz muy honda.
Es vivir la tensión del desconcierto en una Iglesia que, porque crece, cambia.
Es abrirse a los “signos de los tiempos” manteniéndose fiel a tu Palabra.
Es, en fin, Señor, ser caminante en el camino poblado de hermanos, gritando en silencio que estas vivo y que nos tienes tomados de la mano
Siervo de Dios Eduardo F. Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA

DIA 2
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA NOCHEBUENA
Señora de la Nochebuena,
Señora del Silencio y de la Espera; esta noche nos darás otra vez al Niño.
Velaremos contigo hasta que nazca en la pobreza plena, en la oración profunda, en el deseo ardiente.
Cuando los ángeles canten "Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz sobre la tierra a los hombres amados por él", se habrá prendido una luz nueva en nuestras almas, habrá prendido una paz inmutable en nuestros corazones, y se habrá pintado una alegría contagiosa en nuestros rostros.
Y nos volveremos a casa en silencio: iluminando las tinieblas de la noche, pacificando la nerviosidad de los hombres y alegrando las tristezas de las cosas.
Después en casa, celebraremos la Fiesta de la Familia.
Alrededor de la mesa, sencilla y cordial, nos sentaremos los chicos y los grandes: rezaremos para agradecer, conversaremos para recordar, cantaremos para comunicar, comeremos el pan y las almendras que nos unen.
Afuera, el mundo seguirá tal como lo mismo.
Tinieblas que apenas quiebran la palidez de las estrellas.
Angustias que apenas cubren el silencio vacío de la noche.
Tristezas que apenas disimulan la lejana melodía de las serenatas.
En algún pueblo no habrá Nochebuena porque están en guerra.
En algún hogar no habrá Nochebuena porque están divididos.
En algún corazón no habrá Nochebuena porque está en pecado.
Señora de la Nochebuena, Madre de la Luz, Reina de la Paz,
Causa de nuestra alegría, que en mi corazón nazca esta noche otra vez Jesús.
Pero para todos: para mi casa, para mi pueblo, para mi patria, para el mundo entero.
Y sobre todo, fundamentalmente, que nazca otra vez Jesús para gloria del Padre.
Amén.
Siervo de Dios Eduardo F. Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA

DIA 3
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACION A JESÚS DEDICADA A LOS JÓVENES
SEÑOR JESÚS TÚ ERES LA VIDA
Señor Jesús, tú eres la Vida;  tú viniste al mundo para traernos la vida en abundancia; tú entregaste en la cruz tu propia vida  por nosotros. Yo quiero vivir. Tú eres el único que tiene palabras de vida, tú eres el pan de vida, de tí, muerto en la cruz, brotaron ríos de agua viva (cfr. Jn. 7, 37-39),  que era el Espíritu Santo. Yo quiero vivir; yo necesito vivir  y vivir para siempre. No quiero seguir muriendo ni buscando el agua de la vida en pozos secos. No quiero que me mate una cultura de la muerte. Yo quiero vivir y dar la vida,  quiero ser instrumento y comunicador de vida a mis hermanos jóvenes. No quiero verlos envejecer prematuramente ni morir dramáticamente en los brazos del placer, de la droga o la violencia. Tú eres la Vida, Señor,  porque eres la Verdad y el Camino. Yo quiero recorrer ese Camino  y enseñarlo a mis hermanos; yo quiero abrazarme a esa Verdad  y mostrarla a los jóvenes que buscan; yo quiero, Señor, vivir tu Vida plenamente  en el amor y en la alegría y dando fruto. Por eso quiero vivir insertado plenamente en ti, como sarmiento vivo en la vid verdadera para producir frutos abundantes. No importa si el Padre me poda por la cruz  para dar más frutos. Quiero vivir la Vida como la vivió María,  tu Madre y madre nuestra: en el silencio y la oración, en el servicio y la cruz,  en la resurrección y la esperanza. Tú, María, nos diste una vez al  "Autor de la Vida"; hoy yo te lo pido de nuevo  para mí y para todos los jóvenes del mundo. Porque sólo así tendremos en Cristo  un mundo nuevo, más justo, más fraterno, más humano; un mundo más lleno de amor, de alegría y de esperanza; un mundo donde la naturaleza exprese la belleza de su Creador, el hombre revele la imagen de su Dios y el cristiano proclame la bondad y la ternura de su Padre. Pero, entonces, hay que aprender a decir  que Sí al Señor, como tú lo hiciste;  y tocaremos con las manos, como tú en Belén, la Vida que estaba en Dios, se manifestó "y nosotros la hemos visto, damos testimonio y la anunciamos" (cfr. I Jn. 1,2). Amén +Eduardo F. Card. Pironio 

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA
DIA 4
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN NUESTRA SEÑORA DE LA PASCUA Y DE TODAS LAS PARTIDAS
A Nuestra Señora de de la Pascua y de todas las partidas
Señora de la Pascua: Señora de la Cruz y la Esperanza.
Señora del viernes y del domingo,
Señora de la noche y la mañana
Señora de todas las partidas, porque eres la Señora
Escúchanos: Hoy queremos decirte: «muchas gracias».
Muchas gracias, Señora, por tu Fiat: por tu completa disponibilidad de «Esclava». Por tu pobreza y tú silencio.
Por el gozo de tus siete espadas.
Por el dolor de todas tus partidas que fueron dando la paz a tantas almas.
Por haberte quedado con nosotros a pesar del tiempo y las distancias
Tú conoces el dolor de la partida porque tu vida fue siempre despedida.
Por eso fuiste y fue fecunda tu vida.
Todo fue por «haber creído» (Lc 1, 45).
Porque le dijiste al Señor que «Sí», en aquel mediodía de los tiempos (Lc 1, 38).
Apenas el Señor bajó a tu pobreza, comenzaron tus partidas.
«El ángel se alejó» y Tú te fuiste «sin demora a una montaña de Judá» (Lc 1, 39). Allí hiciste felices a Isabel, tu prima, y al niño que llevaba en sus entrañas.
Cumplida tu tarea, regresaste sencillamente a tu casa (Lc 1, 56).
Otro día (u otra noche, no sé), cuando esperabas en tu silencio de Nazaret, te llegó otra orden de partida: a Belén de Judea, la ciudad de David (Lc 2, 4) porque allí, en la Casa del Pan, había de nacer el Niño (Miq 5, 2).
Tu partida costosa fue el preanuncio gozoso de la salvación que ya llegaba en la primera Nochebuena de los siglos.
Una noche, inesperadamente, el Ángel del Señor le habló a tu esposo. Y «José se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se fue a Egipto» (Mt 2, 13-14).
Fue la tercera vez que pedían tu partida.
Más tarde, cuando ya te habías acostumbrado a lo provisorio del destierro, otra vez el Ángel del Señor habló a José y le dijo: «Levántate, toma al Niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel» (Mt 2, 20).
Tu vida estaba señalada por las despedidas.
Otra vez, cuando el Niño era ya grande y Tú le habías enseñado a orar, se te quedó misteriosamente perdido en el templo.
Ahora era Él el que partía.
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Y tú no entendiste el sentido total de la partida (Lc 2, 49-50).
Después, en Cana de Galilea, cuando se manifestó el Señor en el primero de sus signos, por hacer bien a los demás, Tú te olvidaste de Ti misma y le pediste que adelantara «la hora» de su partida (Jn 2, 4).
Y Él partió a «llevar la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos la liberación, y a los ciegos la vista, a dar libertad n los oprimidos» (Lc 4, 18).
Mientras tanto, Tú lo acompañabas desde cerca y desde adentro, rumiando en tu Corazón la Palabra que Él iba predicando (Lc 11, 28).
Hasta que llegó la tarde de un viernes en Jerusalén. Era la hora de la Pascua y la partida. La noche antes, en el Cenáculo, El celebró la Cena de la despedida.
Era, también la Cena de la amistad y la presencia, de la comunión fraternal y del encuentro.
Amarrado por los hombres a los brazos de una Cruz, Él se descolgó para subir al Padre. Tú mirabas la partida desde abajo y desde cerca, bien serena y fuerte (Jn 19, 25).
El corazón de la Cruz era el punto inicial de su partida. Y también de su regreso: «Me voy y volveré a vosotros»
Mezcla extraña de gozo y de tristeza.
«También vosotros ahora estáis tristes, pero yo os volveré a ver y tendréis una alegría que nadie os podrá quitar» (Jn 16, 22).
Señora del Silencio y de la Cruz.
Señora del Amor y de la Entrega.
Señora de la Palabra recibida y de la palabra empeñada,
Señora de la Paz y la Esperanza.
Señora de todos los que parten, porque eres la Señora del camino y de la Pascua.
También nosotros hemos celebrado ahora la Cena de la despedida.
Hemos comido contigo el Cuerpo del Señor, hemos partido juntos el Pan de la amistad y unión fraterna.
Nos sentimos fuertes y felices. Al mismo tiempo, débiles y tristes.
Pero nuestra tristeza se convertirá en gozo y nuestro gozo será pleno y nadie nos lo podrá quitar (Jn 16, 20-24).
Enséñanos, María, la gratitud y el gozo de todas las partidas. Enséñanos a decir siempre que Sí, con toda el alma.
Entra en la pequeñez de nuestro corazón y pronúncialo Tú misma por nosotros.
Sé el camino de los que parten y la serenidad de los que quedan Acompáñanos siempre mientras vamos peregrinando juntos hacia el Padre.
Enséñanos que esta vida es siempre una partida. Siempre un desprendimiento y una ofrenda. Siempre un tránsito y una Pascua. Hasta que llegue el tránsito definitivo, la Pascua consumada.
Entonces comprenderemos que para vivir hace falta morir, para encontrarse plenamente en el Señor hace falta despedirse. Y que es necesario pasar por muchas cosas para poder entrar en la gloria (Lc 24, 26).
Señora de la Pascua: en las dos puntas de nuestro camino, tus dos palabras: fíat y magnificat.
Que aprendamos que la vida es siempre un «sí» y un «muchas gracias».
Amén. Que así sea.

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA

DIA 5
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA MISIÓN
Virgen de la Buena Nueva: recibiste la Palabra y la practicaste.
Por eso fuiste feliz y cambió la historia.
Virgen de la misión y del camino,
la que llevó a la casita de Isabel la Salvación y a los campos de Belén la Luz del Mundo.
Gracias por haber sido misionera,
Por haber acompañado a Jesús en el silencio y la obediencia a su Palabra.
Gracias porque tu misión fue hasta la cruz y hasta el Don del Espíritu en Pentecostés.
Allí nació la Iglesia misionera.
Virgen de la Misión: También nosotros viviremos en misión.
Que toda la Iglesia se renueve en el Espíritu.
Que amemos al Padre y al hermano.
Que seamos pobres y sencillos, presencia de Jesús y testigos de su Pascua.
Que al entrar en cada casa comuniquemos la Paz, anunciemos el Reino y aliviemos a los que sufren.
Que formemos comunidades Orantes, Fraternas y Misioneras.
Virgen de la Reconciliación: nuestra Iglesia peregrina quiere proclamar la Fe con la Alegría de la Pascua y gritar al mundo la Esperanza.
Por eso se hunde en tu silencio, tu comunión y tu servicio.
Ven con nosotros a caminar. Amén. Que así sea.»
+ Eduardo Francisco Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA

DIA 6
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE AMÉRICA
Virgen de la esperanza, Madre de los pobres,
Señora de los que peregrinan: óyenos.
Hoy te pedimos por América, el continente que tú visitas, con los pies descalzos, ofreciéndole la riqueza del Niño que aprietas en tus brazos.
Un niño pobre, que nos hace ricos.
Un niño esclavo, que nos hace libres.
Virgen de la esperanza:
América despierta.
Sobre sus cerros despunta la luz de una mañana nueva.
Es el día de la salvación que ya se acerca.
Sobre los pueblos que marchaban en tinieblas, ha brillado una gran luz.
Esa luz es el Señor que tú nos diste, hace mucho, en Belén, a medianoche.
Queremos caminar en la esperanza.
Madre de los pobres hay mucha miseria entre nosotros.
Falta el pan material en muchas casas.
Falta el pan de la verdad en muchas mentes.
Falta el pan del amor en muchos hombres.
Falta el Pan del Señor en muchos pueblos.
Tú conoces la pobreza y la viviste.
Danos alma de pobres para ser felices.
Pero alivia la miseria de los cuerpos y arranca del corazón de tantos hombres el egoísmo que empobrece.
Señora de los que peregrinan:
Somos el Pueblo de Dios en América.
Somos la Iglesia que peregrina hacia la Pascua.
Que los obispos tengan un corazón de padre.
Que los sacerdotes sean los amigos de Dios para los hombres.
Que los religiosos muestren la alegría anticipada del Reino de los Cielos.
Que los laicos sean ante el mundo testigos del Señor resucitado.
Y que caminemos juntos con todos los hombres y mujeres, compartiendo sus angustias y esperanzas.
Que los pueblos de América vayan avanzando hacia el progreso por los caminos de la paz en la justicia.
Nuestra Señora de América: ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza, peregrina con nosotros, hacia el Padre.
Así sea.
+ Cardenal Eduardo Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA

DIA 7
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA RECONCILIACIÓN
Nuestra Señora de la Reconciliación:
Virgen de la fidelidad y del servicio, de la pobreza y del silencio, de la nueva creación por el Espíritu.
Madre de los que sufren en la soledad y buscan en la esperanza.
Señora de los que vuelven a la Casa y descubren al Padre y al hermano.
Virgen de la Amistad y del Amor,
Señora de la Paz y de la Alianza.
Tú nos diste a Jesús, «el Salvador», «el que quita el pecado del mundo» y lo reconcilia con el Padre por su Sangre.
Él que nos dio la Eucaristía y nos pidió que nos amáramos.
Gracias por ser así: Tan sencilla y tan buena, tan honda en la contemplación y tan abierta a los problemas de los otros, tan fiel servidora del Señor y tan cercana a los hombres que pecamos.
Gracias por habernos recibido.
Por habernos golpeado el corazón y enseñado la senda del regreso.
Por habernos serenado en el camino. Por hacernos sentir que somos hijos.
Olvidamos al Padre que nos ama y nos hemos encerrado ante el dolor, la pobreza y la injusticia.
Hoy gozamos en la paz y la alegría del reencuentro.
Hemos vuelto al Señor que nos libera y hace nuevos.
Saboreamos adentro su Palabra y comimos en familia el Pan de la unidad que da la vida.
De allí nace para todos el Espíritu de Amor que nos faltaba, y esa sed de justicia verdadera que es la raíz de la paz entre los pueblos.
Gracias por todo,
Madre del Camino y la Esperanza.
Gracias por habernos alcanzado la reconciliación con Dios y con los hombres en tu Hijo.
Virgen de la Reconciliación:
Muéstranos al Padre cada día y a Cristo que vive en los hermanos.
Ayúdanos a comprender las exigencias del Sermón de la Montaña.
Que seamos sal de la tierra, luz del mundo, levadura de Dios para la historia.
Enséñanos a vivir sencillamente la fecundidad de las Bienaventuranzas.
Que seamos pobres y misericordiosos, limpios de corazón y serenos en la cruz, hambrientos de justicia y hacedores de la paz.
Que gritemos al mundo
«Dios es nuestro Padre» y «todo hombre es nuestro hermano».
Que asumamos sus angustias y esperanzas.
Que enseñemos a los hombres descreídos y amargados, que sólo confían en la ciencia y en las armas, y viven la explosiva tentación de la violencia, que «la paz es posible todavía porque es posible el amor».
Nuestra Señora de la Reconciliación, imagen y principio de la Iglesia : hoy dejamos en tu corazón, pobre, silencioso y disponible esta Iglesia peregrina de la Pascua.
Una Iglesia esencialmente misionera fermento y alma de la sociedad en que vivimos, una Iglesia Profética que sea el anuncio de que el Reino ya ha llegado.
Una Iglesia de auténticos testigos, insertada en la historia de los hombres como presencia salvadora del Señor, y como fuente de Paz, de Alegría y de Esperanza. Amén. Que así sea.
+ Eduardo Francisco Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA

DIA 8
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL SILENCIO
María, Señora del silencio, de la escucha y de la comunicaciónMadre del Silencio y de la Humanidad, tú vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor.
Eres disponibilidad y receptividad.Eres fecundidad y plenitud.Eres atención y solicitud por los hermanos.Estás vestida de fortaleza.
En ti resplandecen la madurez humana y la elegancia espiritual.Eres señora de ti misma antes de ser señora nuestra.
No existe dispersión en ti.
En un acto simple y total, tu alma, toda inmóvil, está paralizada e identificada con el Señor.Estás dentro de Dios, y Dios dentro de ti.
El Misterio Total te envuelve y te penetra,te posee, ocupa e integra todo tu ser.
Parece que todo quedó paralizado en ti, todo se identificó contigo:el tiempo, el espacio, la palabra, la música, el silencio, la mujer, Dios.
Todo quedó asumido en ti, y divinizado.Jamás se vio estampa humana de tanta dulzura, ni se volverá a ver en la tierra mujer tan inefablemente evocadora.
Sin embargo, tu silencio no es ausencia sino presencia estás abismada en el Señor, y al mismo tiempo, atenta a los hermanos, como en Caná.
Nunca la comunicación es tan profunda como cuando no se dice nada, y nunca el silencio es tan elocuente como cuando nada se comunica.
Haznos comprender que el silencio no es desinterés por los hermanos sino fuente de energía e irradiación; no es repliegue sino despliegue,y que, para derramarse, es necesario cargarse.
El mundo se ahoga en el mar de la dispersión,y no es posible amar a los hermanos con un corazón disperso.
Haznos comprender que el apostolado, sin silencio, es alienación;y que el silencio, sin el apostolado, es comodidad.
Envuélvenos en el manto de tu silencio, y comunícanos la fortaleza de tu fe, la altura de tu esperanza, y la profundidad de tu amor.
Quédate con los que quedan, y vente con los que nos vamos.Oh Madre Admirable del Silencio!




DIA 9
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN
Virgencita de Lujan, Madre nuestra y de todos los argentinos, Madre de los pobres y de los que sufren, Madre de mi sacerdocio: hace cincuenta años yo era consagrado sacerdote, “hombre de Dios” y “servidor de la Iglesia”, aquí mismo, en esta Basílica en este altar, por las manos de tu apóstol, Monseñor Anunciado Serafín. En tu corazón pobre, contemplativo y disponible, el Espíritu del Señor me ungía sacerdote con el “aceite de la alegría” (Sal. 44.8). Hoy vuelvo como simple peregrino, después de haber hecho tanto camino de amor, de donación y de esperanza, trayendo el alma agradecida y marcada por la cruz pascual de tu Hijo Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Vengo a pedirte que me ayudes a dar gracias al Señor por Su fidelidad. “Dios es fiel” (1 Tes. 5,24) Siento el peso de Su amor que me dobla las espaldas: siento la alegría inmensa de ser sacerdote. Yo te pido que me ayudes a cantar el Magnificat de los pobres, que me prestes tu voz serena y silenciosa para gritar a los hombres, sobre todo a los jóvenes, que soy inmensamente feliz de ser sacerdote: de haber sido elegido por amor, consagrado y enviado. “Como el Padre me amó, yo los he amado a ustedes” (Jn. 15,9). “Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes” (Jn. 20,21).
¡Cómo he sentido en mi vida la fuerza transformadora del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! Mi sacerdocio quedó marcado desde sus comienzos por una honda comunión con la Trinidad Santísima (que habita en nosotros como en un templo), por el Misterio Pascual de Jesús, hecho de muerte y de resurrección, de cruz y de esperanza, por eso he predicado siempre la esperanza; por un profundo amor a la Iglesia misterio de comunión misionera, por eso he amado tanto a la Iglesia. Yo te pido, María, que me ayudes a dar gracias a Dios por la Palabra, la Eucaristía, la Reconciliación. ¡Cómo he sentido tu presencia, oh Madre, cuando predicaba, cuando celebraba, cuando confesaba!
Te pido me ayudes a dar gracias al Señor por mi familia, cristiana y numerosa, sencilla y trabajadora, por mis padres y mis hermanos y mi hermana. ¡Cuánto me ayudaron a ser sacerdote! Te pido, María, me ayudes a agradecer a Dios el don de los amigos, el don de mis compañeros de curso: algunos ya partieron al Padre, otros siguen viviendo cotidianamente la alegría honda de ser sacerdotes. El Señor me regalo maestros sabios, hermanos generosos y amigos verdaderos que me ayudaron a ser fiel. ¡Qué bien hacen los amigos verdaderos! “No hay amor más grande que el de aquel que da su vida por los amigos…” “Ustedes son mis amigos” (Jn. 15,13-15). El sacerdote es el amigo de Dios para los hombres.
Gracias por haberme enseñado la pobreza, la contemplación y la disponibilidad, el camino misionero y la esperanza, la alegría de la cruz y el camino fecundo del grano de trigo que se entierra para dar frutos en abundancia.
Señora de Luján: Tú sabes muchas cosas de mi vida que yo no puedo contar ahora. Tú sabes que mi propia vida es un milagro de tu intercesión privilegiada. Tú curaste a mi madre con el aceite que ardía ante tu lámpara. Tú sabes también que mis cincuenta años de sacerdocio fueron marcados ininterrumpidamente por tu presencia de Madre. Ya que lo sabes todo, te pido simplemente que lo presentes a tu Hijo y por tu Hijo al padre en la unidad del Espíritu. Nada más, María de Luján y de las pampas, Madre los pobres y los humildes, Nuestra Señora del milagro. Gracias por todo, Madre de mi sacerdocio, causa de nuestra alegría y madre de la Santa Esperanza.
Amén
+ Eduardo Cardenal Pironio

- PADRE NUESTRO, AVE MARÍA, GLORIA


Que esta novena en honor al Cardenal Eduardo Francisco Pironio por su pronta beatificación sea A Mayor Gloria de Dios!!!

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TESTAMENTO ESPIRITUAL EN LA PASCUA DEL CARDENAL PIRONIO
TESTAMENTO ESPIRITUAL - Cardenal Eduardo Francisco Pironio

¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén! ¡Magnificat!
Fui bautizado en el nombre de la Trinidad Santísima, creí firmemente en Ella, por la misericordia de Dios, gusté su presencia amorosa en la pequeñez de mi alma (me sentí inhabitado por la Trinidad). Ahora entro “en la alegría de mi Señor”, en la contemplación directa, “cara a cara”, de la Trinidad. Hasta ahora “peregriné lejos del Señor”. Ahora “lo veo tal cual Él es”.
Soy feliz ¡Magnificat!
“Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre”. Gracias, Señor y Dios mío, Padre de las misericordias, porque me llamas y me esperas. Porque me abrazas en la alegría de tu perdón.
No quiero que lloren mi partida. “Si me amáis, os alegréis: porque me voy al Padre”.
Sólo le pido que me sigan acompañando con su cariño y oración y que recen mucho por mi alma.
¡Magnificat! Me pongo en el corazón de María, mi buena Madre, la Virgen Fiel, para que me ayude a dar gracias al Padre y a pedir perdón por mis innumerables pecados.
¡Magnificat! Te doy gracias. Padre, por el don de la vida. ¡Qué lindo es vivir! Tú nos hiciste, Señor para la Vida. La amo, la ofrezco, la espero. Tú eres la Vida, como fuiste siempre mi Verdad y mi Camino.
¡Magnificat! Doy gracias al Padre por el don inapreciable de mi Bautismo que me hizo hijo de Dios y templo vivo de la Trinidad. Me duele no haber realizado bien mi vocación bautismal a la santidad.
¡Magnificat! Agradezco al Señor por mi sacerdocio. Me resentido extraordinariamente feliz de ser sacerdote y quisiera transmitir esta alegría profunda a los jóvenes de hoy, como mi mejor testamento y herencia. El Señor fue bueno conmigo. Que las almas que hayan recibido la presencia de Jesús por mi ministerio sacerdotal, recen por mi eterno descanso. Pido perdón, por toda mi alma, por el bien que he dejado de hacer como sacerdote. Soy plenamente conciente de que ha habido muchos pecados de omisión en mi sacerdocio, por no haber sido yo generosamente lo que debiera frente al Señor. Quizás ahora, al morir, empiece a ser verdaderamente útil: “Si el grano de trigo… cae en tierra y muere, entonces produce mucho fruto”. Mi vida sacerdotal estuvo siempre marcada por tres amores y presencias: el Padre, María Santísima, la Cruz.
¡Magnificat! Doy gracias a Dios por mi ministerio de servicio en el Episcopado. ¡Qué bueno ha sido Dios conmigo! He querido ser “padre, hermano y amigo” de los sacerdotes, religiosos y religiosas, de todo el Pueblo de Dios.
He querido ser una simple presencia de “Cristo, Esperanza de la Gloria”. Lo he querido ser siempre, en los diversos servicios que Dios me ha pedido como Obispo: Auxiliar de la Plata, Administrador Apostólico de Avellaneda, Secretario General y Presidente del CELAM, Obispo de Mar del Plata y luego, por disposición del Papa Pablo VI, Prefecto de la Sagrada Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares y finalmente, por benigna disposición del Papa Juan II, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos.
Me duele no haber sido más útil como Obispo, haber defraudado la esperanza de muchos y la confianza de mis queridísimos Padres los Papas Pablo VI y Juan Pablo II. Pero acepto con alegría mi pobreza. Quiero morir con un alma enteramente pobre. “Caminando en el Proceso de Revitalización de la Pastoral Juvenil Latinoamericana”
Quiero manifestar mi agradecimiento al Santo Padre, Juan Pablo II, por haberme confiado, en abril de 1984, la animación de los fieles laicos. De ellos depende, inmediatamente, la construcción de la “civilización del amor”. Los quiero enormemente, los abrazo y los bendigo, y agradezco al Papa su confianza y su cariño.
¡Magnificat! Doy gracias a Dios, que por el Santo Padre Pablo VI, me ha llamado ha servir la iglesia Universal en el privilegiado campo de la vida consagrada. ¡Cómo los quiero a los Religiosos y Religiosas y a todos los laicos consagrados en el mundo! ¡Cómo pido a María Santísima por ellos! ¡Cómo ofrezco hoy con alegría mi vida por su fidelidad! Soy Cardenal de la Santa Iglesia. Doy gracias al querido Santo Padre Pablo VI por este nombramiento inmerecido. Doy gracias al Señor por haberme hecho comprender que el Cardenalato es una vocación al martirio, un llamado al servicio pastoral y una forma más honda de paternidad espiritual. Me siento así feliz de ser mártir, de ser pastor, de ser padre.
¡Magnificat! Agradezco al Señor el privilegio de su Cruz. Me siento felicísimo de haber sufrido mucho. Sólo me duele no haber sufrido bien y no haber saboreado siempre en silencio mi cruz. Deseo que, al menos ahora, mi cruz comience a ser luminosa y fecunda. Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque ha sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho. ¡Yo sí pido perdón, con toda mi alma, porque hice sufrir a tantos!
¡Magnificat! Agradezco al Señor que me haya hecho comprender el Misterio de María en el Misterio de Jesús y que la Virgen haya estado tan presente en mi vida personal y en mi ministerio. A ella le debo todo. Confieso que la fecundidad de mi palabra se la debo a Ella. Y que mis grandes fechas –de cruz y de alegría- siempre fueron fechas marianas.
¡Magnificat! Agradezco al Señor que mi ministerio se haya desarrollado casi siempre, de un modo privilegiado, al servicio de sacerdotes y seminaristas, de religiosos y religiosas y últimamente de los fieles laicos. A los sacerdotes a quienes, en mi largo ministerio, pude hacerles algo de bien les ruego la caridad de una Misa por mi alma. A todos les agradezco el don de la amistad sacerdotal. A los queridos seminaristas –a todos los que Dios puso un día en mi camino- les auguro un sacerdocio santo y fecundo: que sean almas de oración, que saboreen la cruz, que amen al Padre y a María. A los queridísimos religiosos y religiosas, “mi gloria y mi corona”, les pido que vivan con alegría honda su consagración y su misión. Lo mismo les digo a los queridísimos laicos consagrados en la providencial llamada de los Institutos Seculares. A todos les pido que perdonen mis malos ejemplos y pecados de omisión.
¡Magnificat! Doy Gracias a Dios por haber podido gastar mis pobres fuerzas y talentos en la entrega a los queridísimos laicos, cuya amistad y testimonio me han enriquecido espiritualmente. He querido mucho a la Acción Católica. Si no hice más es porque no he sabido hacerlo. Dios me concedió trabajar con los laicos desde la niñez campesina de Mercedes (Argentina) hasta el Pontificio Consejo para los Laicos. ¡Magnificat!
Pido perdón a Dios por mis innumerables pecados, a la Iglesia por no haberla servido más generosamente, a las almas por no haberlas amado más heroica y concretamente. Si he ofendido a alguien, le pido que me perdone: quiero partir con la conciencia tranquila. Y si alguien cree haberme ofendido, quiero que sienta la alegría de mi perdón y de mi abrazo fraterno.
Agradezco a todos su amistad y confianza. Agradezco a mis queridos padres –a quienes ahora encontraré en el cielo- la fe que me transmitieron. Agradezco a todos mis hermanos su compañía espiritual y su cariño, especialmente a mi hermana Zulema.
Amo con toda mi alma al Papa Juan Pablo II, le renuevo mi eterna disponibilidad, le pido perdón por todo lo que no supe hacer como Prefecto para la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares y como Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos. Dios es testigo de mi absoluta entrega y de mi total buena voluntad. Le agradezco la delicadeza y la bondad de haberme querido nombrar Cardenal Obispo de la Diócesis Suburbicaria de Sabina Poggio Mirtito. “Caminando en el Proceso de Revitalización de la Pastoral Juvenil Latinoamericana”
Renuevo a las queridas Siervas de Cristo Sacerdote, que me acompañaron durante tantos años, toda mi gratitud, mi cariño paternal y mi profunda veneración por su vocación específica, tan providencial en la Iglesia. Las quiero mucho, rezo por ellas y las bendigo en Cristo y María Santísima.
Agradezco a mi querido y fiel Secretaria el R. P. Fernando Vérgez, Legionario de Cristo, su cariño y su fidelidad, su compañía tan cercana y eficaz, su colaboración, su paciencia y su bondad.
Pido que hagan celebrar misas por mí y rezar por mi alma y las de tantos por quienes nadie se acuerda. De un modo especial quiero que hagan rezar por la santificación de los sacerdotes, de los religiosos y religiosas y de todas las almas consagradas.
Quiero morir tranquilo y sereno: perdonado por la misericordia del Padre, la bondad maternal de la Iglesia y el cariño y comprensión de mis hermanos. No tengo ningún enemigo, gracias a Dios, no siento rencor ni envidia a nadie.
A todos les pido me perdonen y recen por mí.
¡Hasta reunirnos en la Casa del Padre! ¡Los abrazo y bendigo con toda mi alma por última vez en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo! Los dejo en el corazón de María, la Virgen pobre, contemplativa y fiel. ¡Ave María! A Ella le pido: “Al final de este destierro muéstranos el fruto bendito de tu vientre, Jesús”.
Roma, 11 de febrero de 1996
+ E. Card. Pironio

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