Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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TESTAMENTO ESPIRITUAL

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Cardenal Pironio / Testamento Espiritual

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UN PASO MÁS CAMINO A LOS ALTARES

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martes, 1 de marzo de 2016

18º ANIVERSARIO

Santa Misa 18º aniversario del Cardenal Eduardo Pironio 

Homilía de Mons. Eduardo. H. García 
Obispo de San Justo Asesor Nacional A.C.A. 





Basílica de Luján, 7 de febrero de 2016

Si bien en nuestro tiempo, el fenómeno de la exclusión social se ha ido agudizando, podemos decir que no es algo nuevo. Prácticamente desde el comienzo de las civilizaciones, todas las sociedades, ya sea desde los ámbitos económico, cultural o religioso, originaron espacios de exclusión, que lleva a la misma sociedad a ser una organización de individuos aislados, temerosos del sistema, desconfiados de su vecino, competidores de sus pares y, eventualmente, enemigos potenciales de todos. Paradójicamente, desde que nacemos, sobrevivimos gracias a que confiamos; de manera casi innata, en aquél que nos cuida y busca nuestro bien. Toda nuestra vida está hecha de actos de confianza de unos en otros. Se confía cuando se cree que el otro, es alguien que en sí mismo merece la pena, es valioso y amable. Los cambios más profundos en la vida, se dan cuando el amor supera la estricta justicia, cuando la misericordia va más allá de lo humanamente esperado. Hoy todos los textos nos hablan de elección y de confianza: el profeta Isaías, Pablo, los apóstoles, Pedro. 

Hay una mirada de Dios que supera los cálculos y las expectativas humanas; un deseo profundo que apuesta y confía mucho más de los que los mismos elegidos confían. En esta Misa a los pies de la Virgen de Lujan, nos reunimos a celebrar y a dar gracias por la vida del siervo de Dios, Eduardo Pironio. 

Aquí en Luján, bajo la mirada de la Virgen, fue consagrado sacerdote y obispo, se despidió de su tierra cuando comenzó a servir a la Iglesia desde la Santa Sede, regresó como peregrino muchas veces, y es éste lugar, el que él mismo eligió para su descanso en el Señor. No llegamos hasta aquí a recordar, porque no se puede simplemente hacerlo con aquellos que han pasado por la vida dejando una huella, un camino, que han grabado como a fuego una parte de la historia y dentro de esa historia, la vida de muchos hombres. Sería una falta de respeto al don de Dios confiado a los hombres en el Padre Pironio- como le gustaba ser llamado por los seminaristas y los jóvenes- el simplemente recordarlo. 

Su presencia, como la de todos los hombres de Dios, está viva en la Iglesia, a la que amó y por la que se entregó sin medida. A imagen del Padre, fue Padre que tocaba las fragilidades con ternura, con mirada limpia, transparente, pacificadora, con una sonrisa dulce que nunca se borraba, aún en los momentos de más oscuridad y prueba. Un Padre al que no le alcanzó escuchar y hablar, sino que hizo camino con sus hijos con la fuerza arrasadora, pero no violenta, del Evangelio encarnado. Un Padre testigo de Jesús, testigo de Cristo, de un Cristo Pascual, porque pasó por la cruz y la muerte por amor, y mostró lo que era vivir el gozo anticipado de la resurrección; como decía su lema Episcopal: “Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria”. 



Fue testigo con su muerte, y eso es un mártir. En su testamento nos dice que el Cardenalato es una vocación al servicio pastoral y a la paternidad, y una vocación al martirio. Pero el Cardenalato no hizo otra cosa que confirmar lo que fue toda su vida. No fue mártir porque derramó su sangre de una vez, ni por los sufrimientos de los últimos meses, que podría compartirlos con tantos otros enfermos. Su martirio y su muerte fueron muy largos y lentos, a lo largo de la vida, sin una queja, sin un reproche, sin devolver ofensas, sino poniendo la otra mejilla; y en muchas ocasiones mirando por la noche muy tarde, y hasta el amanecer la ventana iluminada de la habitación de Pablo VI, pensaba que había alguien que tenía mayores problemas y que sufría más que él. 


Sufrió mucho por amor a la Iglesia, sufrió mucho por el bien de la Iglesia, sufrió mucho por causa de la Iglesia. Amó a la Iglesia y sufrió con la Iglesia, Pero el suyo era un sufrimiento pascual que lo purificaba, regalándole un amor más misericordioso y transparente. De cada dolor salía renovado y también reconocido por la Iglesia, su Madre. Como san Pablo: se alegraba de poder sufrir por los padecimientos que soportaba por amor a su pueblo. Y lo hizo con un amor tierno, con alegría honda, amasada en ese mismo sufrimiento. Por eso su vida nos invita a vivir en la Iglesia pascual: que surge en Pentecostés, después de la cruz y la resurrección. 


Creyó firmemente en la Iglesia que expresa y comunica a Cristo, el salvador del mundo, y estuvo convencido de que toda renovación auténtica en la Iglesia se da por una honda transformación en Cristo. Sobre todo por los caminos del amor hecho oración, hecho servicio. Es inútil que hablemos de ‘actualización’ en la Iglesia si el Espíritu no nos lleva a la profundidad de la contemplación, a la serenidad de la cruz y a la alegría del amor fraterno”. Como Jesús en la cruz, tuvo siempre a su lado a una Madre: María. 


Lo primero que conocí de Pironio fue esta frase que lo muestra entero:
 “El Señor te llama, la Iglesia te envía, los hombres te necesitan, el Espíritu Santo te ilumina y fortalece... solo hace falta que seas gozosamente fiel, como María”. De la presencia de María brotaron su “fiat”; su sí y su “Magnificat”. Y hoy, su gozo, su “Magnificat”, desde el cielo deben ser aún más grandes al contemplar a América Latina, el continente de la esperanza regalándole a la Iglesia Universal desde su rico y encarnado magisterio, el proyecto de una Iglesia renovada, comprometida con los pobres; una Iglesia orante, fraterna y, por encima de todo, misionera. La pasión de su corazón por el “hombre nuevo” hecha profecía, hoy van tomando cuerpo. Hoy su clara intuición evangelizadora, su mirar esperanzador, su amor por el laicado tienen nombre. 


Hoy su figura de pastor bueno se agiganta ante nuestros ojos al descubrir que la misión no se puede llevar adelante sin la misericordia. Evangelización y misión, no de palabras ni de papeles, sino de gestos, como fue su paso por la vida de la Iglesia, un andar preñado de gestos de ternura. 
Hoy su gozo es más grande porque el laicado al que amó y promovió, tiene un lugar determinante en el acontecer de la Iglesia. Hoy su corazón de Padre tiene a sus hijos de la Acción Católica trabajando por una Iglesia en salida :“Una Iglesia fiel a sus orígenes y al Señor; una Iglesia renovada a la luz del Concilio; una Iglesia del diálogo y la comunión; una Iglesia al servicio de la liberación del hombre. Si así debe ser la Iglesia así debe ser la Acción Católica, con la impronta de la ‘diocesaneidad’. 


No se entiende un miembro de la Acción Católica desvinculado de su parroquia ni de su diócesis. Esto no sólo afectivamente sino también efectivamente; es decir, participando de los planes pastorales y de la impronta de la Iglesia particular. 

Hoy te damos gracias por tu paso por la Iglesia, nos invitaste una y otra vez a la santidad… “levántense cada día con la seguridad de haber sido llamados a ser santos, y acuéstense cada noche con la certeza de haber sido perdonados” Creemos, esperamos y pedimos que tu testimonio de santidad ilumine y alcance a todos los hombres en la Iglesia, así como nos alcanzó a nosotros. 


CARTA DE CUARESMA DE PIRONIO PARA EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA

JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA

“MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE”

EN ESTE DOCUMENTO DE 1975 EL CARDENAL PIRONIO EXPLICA EL SIGNIFICADO DE LA CONVERSIÓN Y LA MISERICORDIA. UNA REFLEXIÓN IMPRESCINDIBLE PARA "RUMIAR LA PALABRA DEL SEÑOR" COMO DECÍA EL CARDENAL. 

Para compartir y difundir!! Sigamos rezando ! 
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www.cardenaleduardopironio.blogspot.com.ar ]

CARTA DE CUARESMA DEL CARDENAL PIRONIO




12 de febrero de 1975


¡Qué gracia de Dios tan inmensa poder celebrar otra vez este comienzo de la Cuaresma, vivir en la intimidad con Jesús en el desierto configurándonos cada vez más con el Cristo muerto y resucitado, caminar durante cuarenta días hacia la luz de la Pascua!



El Señor nos dará la gracia de vivir otra vez este año la Vigilia Pascual; será la gran noche, la noche más luminosa que el día, la noche que une lo divino con lo humano, el cielo con la tierra. Será la gran noche en que nos sentiremos definitivamente nuevos: una nueva creación en Jesucristo por la acción del Espíritu.


Pero todo eso supone un trabajo muy lento, muy hondo, muy transformador, de Cuaresma auténticamente vivida.


Yo quisiera que comprendiéramos sobre todo qué significa entrar en la Cuaresma, vivir en la cuaresma; y qué significa hoy marcar nuestra frente con la ceniza para caminar hacia la pascua.



Toda la Cuaresma es tiempo de conversión.

Es el Profeta Joel el que en la primera nos grita la conversión.
“Conviértanse a mí de todo corazón, dice el señor, con ayuno, con llanto, con luto; rasguen los corazones, no las vestiduras, conviértanse al Señor Dios”.


Esta conversión tiene que ser dada por dos motivos. Hay dos aspectos en esta conversión.

Un primer aspecto es la conciencia muy honda, muy clara, muy dolorosa, pero al mismo tiempo muy serena, de todos nuestros pecados. Hemos fallado al señor tantas veces, no hemos realizado con fidelidad su plan.
El Señor nos ha hablado cada mañana y no hemos recibido adentro la palabra, no hemos sido profundos en la oración, no hemos sido serenos en la cruz, no hemos sido alegres en la caridad fraterna, no hemos descubierto a cada rato el rostro de Jesús y no nos hemos entregado por eso a la realización de su plan.

¡Cuantas fallas en nosotros, cómo nos ha tocado y ensuciado el mundo! el mundo con todo lo que tiene de superficialidad, de sensualidad, de división, de egoísmo… Todo eso se nos ha metido demasiado adentro.

Hoy es el día y es el tiempo que se inicia de gracia y de salvación: para limpiar, para purificar, para unir lo que estaba dividido, para reencontrar al padre que estaba oscurecido.






¿
Qué es la conversión? Volver al Padre. 

Tenemos que meditar mucho la parábola del hijo pródigo. La conocemos mucho y la hemos explicado muchísimas veces; pero volvamos a aplicárnosla otra vez a nosotros mismos. No es tanto la parábola del hijo pródigo, cuanto la parábola del Padre de las misericordias. Lo que se destaca más allí y lo que quiso subrayar el señor es la actitud del Padre. Del padre a quien le duele la ausencia y la partida del hijo, pero lo busca. Del Padre que sale a la puerta y contempla en la lejanía cuándo regresa. Del Padre que no lo deja hablar al chico, sino que alarga sus brazos, lo abraza y le dice: “No contemos más con el pasado, basta, lo que importa ahora es que has regresado”. El Padre que manda hacer la fiesta porque todo es nuevo. En el hijo hay esta reflexión: “en la casa de mi padre se vive tan bien, hay tanta paz, tanto pan, tanta alegría, tanta esperanza, me volveré e iré a la casa de mi padre”.


Pero todo esto supone en nosotros una clara conciencia de nuestro pecado, y al mismo tiempo una conciencia muy clara del Padre de la misericordia.

Yo decía que la conversión estaba hecha de dos elementos, o que tenemos que volver al padre por dos motivos.


En primer lugar, la conciencia de que nosotros nos hemos apartado, o de que hay algo en nosotros que no ha caminado bien, que no camina bien. Hay algo de infidelidad en nuestra respuesta al plan del Padre, hay algo de alejamiento y de encerramiento en nosotros mismos; y eso nos hizo sentir muy solos y muy tristes. La tristeza y la soledad del hijo pródigo, del vacío de su vida y de que no tiene aquello que en la casa del Padre tenían los servidores.

Pero hay otro aspecto que es el que quiero señalar y es éste que marca el Profeta Joel: “Conviértanse al Señor Dios porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y se arrepiente de las amenazas.”


¿Por qué tenemos que volver a Dios? Porque es Padre, porque es padre de misericordias; y el alegrón más grande que podemos darle es volver; porque él es compasivo y misericordioso.

Ésta es la definición que aparece ya en el Éxodo dada a Moisés por el mismo Señor que atraviesa toda la Biblia. El Dios que se muestra es el Dios amor, el Dios compasivo, el Dios misericordioso. No es el Dios de la venganza, no es el Dios del castigo. Sí es el padre de la corrección, que golpea y que crucifica para que los hijos despierten y vuelvan; pero no es el Dios de la destrucción, sino el Dios de la vida.
Es el Padre compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.


Qué bueno es acercarnos al Señor sabiendo de veras que el Padre tiene más gusto en recibirnos que el que experimentamos nosotros en regresar.


Pero esta conversión supone un encuentro muy hondo con el Padre en el silencio de la oración, y un encuentro con el hermano en la alegría de la caridad. Una conversión auténtica supone ahondar mucho estos dos aspectos. Encontrar al Padre en el silencio de la oración, el Padre está allí y Él que está adentro te escuchará.


¡Que hermoso todo el evangelio de hoy!


Es que el padre está allí, está adentro: es el Padre bondadoso, compasivo, rico en misericordia. Él está allí. La conversión es un encuentro con Él. Eso supone entonces una vida de oración muy honda, muy personal, muy viva, muy transformadora. Y supone, en el Señor, un encuentro con los hermanos. Por eso toda conversión es reconciliación. “Si al tiempo de presentar tu ofrenda ante el altar te acuerdas que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja la ofrenda, vete a reconciliar con tu hermano y después presenta la ofrenda.”

 Piensen si no hay muchos hermanos, no solo aquí sino afuera, dejados en la ciudad o en el campo, en la escuela, en la casa, en el pueblo. ¡Cuántos hermanos que tienen algo contra nosotros! Porque hemos pasado al lado de ellos y no nos hemos preocupado de su tristeza, de su soledad, de su desaliento.




La conversión supone un encuentro, una reconciliación con nuestros hermanos.

Entonces hoy, al mismo tiempo que deseamos una oración más profunda porque es el encuentro sabroso con el Padre, comprometemos nuestro encuentro con el hermano, en un servicio muy amplio, muy generoso, muy leal, muy alegre.


Muy alegre. La cuaresma tiene que ser tiempo de alegría.

Pero ¿Cuáles son los elementos esenciales de la Cuaresma? Es un tiempo de conversión. ¿Cuáles son los elementos esenciales de la Cuaresma de conversión?

El evangelio nos pinta tres elementos que son la conversión, el ayuno y la penitencia, que en sentido total, en sentido muy profundo, es la oración y es la caridad. Son tres elementos.


Primero la penitencia.

La penitencia en sentido muy hondo de transformación, de cambio.
Algo tiene que transformarse; lo que el evangelio llama la metanoia: cambio de mentalidad, cambio de corazón, cambio de actitudes.

Penitencia en el sentido muy hondo de la palabra.

Pero penitencia también en el sentido de privación, de austeridad.

Nos hemos olvidado un poco de este aspecto de austeridad de nuestro cristianismo.

El Señor nos está exigiendo que vivamos más en austeridad, en la pobreza, en el renunciamiento, en la muerte; sobre todo en la alegría de aceptar todo aquello que adorablemente Él nos va dando.

Un primer elemento para vivir con autenticidad la Cuaresma es el espíritu de mortificación.

Espíritu de mortificación que lo podemos concretar en tantas pequeñas cosas: lecturas, fiestas, salidas. En fin: un poco más de austeridad.



Segundo aspecto, la oración.

Realmente la Cuaresma es un tiempo de oración.

“Busquen al Señor ahora que puede ser encontrado, llamen ahora que está cerca”, dice la sagrada Escritura. El Señor está y se nos muestra, se nos comunica y se nos entrega.


Es el tiempo de la oración.

Yo les insisto mucho en que sean almas muy hondas, muy profundas, muy contemplativas.

Pero la oración sobre todo en este tiempo de Cuaresma, tiene que ser una oración con lágrimas; es decir una oración muy serena, pero al mismo tiempo de mucho arrepentimiento.

Una oración que sirve para rumiar la Palabra del Señor, para meditar mucho la escritura…

Meditar cada día las lecturas tan ricas, tan sabrosas de la cuaresma.

Oren, oren, oren personalmente; oren en grupos, oren comunitariamente, multipliquen los grupos de oración.


El tercer elemento es la caridad.

Es el elemento cumbre de la cuaresma.

No se trata simplemente de dar una limosna: se trata de vivir uno en función de entrega, de donación, de servicio a los demás. La limosna es nada más que una expresión de nuestra entrega mucho más profunda. Pero todo esto lo tenemos que hacer en silencio, en lo secreto, con alegría: que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Sin tocar las trompetas; pero vivir en una actitud muy serena, muy gozosa de caridad.

Tres elementos.

Penitencia que es cambio y es mortificación.  Oración que es buscar al Señor y rumiar su palabra, meditarla con lágrimas, es decir, con arrepentimiento. Y finalmente la caridad que es donación, que es servicio, que no es simplemente dar cosas. Podemos dar mucho dinero, podemos dar muchas cosas que nos sobren. Hasta que no nos hayamos dado nosotros mismos en la ininterrumpida y gozosa donación de cada día, no habremos amado bien.

Pero la Cuaresma finalmente tiene que ser tiempo de serenidad y de gozo. No es tiempo de angustia.

Entramos en un tiempo penitencial, en un tiempo muy serio y muy hondo; es un tiempo muy sereno.

Sereno porque el Señor está. Sereno porque el Señor nos busca; sereno porque el Señor está más cerca de nosotros que nunca y nos hace experimentar que es misericordioso y compasivo, lento para la cólera y rico en gracia y en fidelidad.

Y es un tiempo alegre. La Cuaresma tiene que ser un tiempo alegre, no un tiempo triste. ¿Por qué?

Tiempo alegre por tres motivos: en primer lugar porque vamos hacia la Pascua: ya llega la Pascua y la Pascua es Explosión de alegría. La Cuaresma es preparación para la pascua; tiene que anticipar la alegría, una alegría muy de adentro, muy honda, una alegría que nace del silencio y de la Cruz, pero una alegría verdadera.

En segundo lugar el tiempo de Cuaresma es alegre porque es el tiempo de la conversión, y la conversión engendra alegría. Ustedes han experimentado en su vida siempre esto.
Luego de una confesión bien hecha ¡qué alegría se siente…! Uno experimenta necesidad de gritarla a los hermanos. Es la alegría del reencuentro con el Padre, es la alegría de la reconciliación con el hermano.

Tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión, por consiguiente, de alegría.


Tercero: el tiempo de Cuaresma es tiempo de caridad, tiempo de plenitud en la caridad; y la caridad engendra como primer fruto, la alegría. Es que los frutos del Espíritu son caridad, alegría y paz.
El fruto interno, inmediato de la caridad es la alegría. Si uno vive en plenitud de amor durante la Cuaresma, tiene que estar necesariamente alegre. Todo en un ambiente de sencillez cotidiana, de serenidad.

Les recomiendo mucho que relean el texto del evangelio. Como el Señor pide que tanto la limosna, o sea la caridad, como la oración, como el ayuno, o sea la penitencia, la mortificación, todo se haga en un clima muy de normalidad, muy en lo secreto, sin trompetear nada.
“Cuando ayunen perfumen su cabeza – dice el Señor- no pongan el rostro triste y amargado”.

Que el Señor nos haga vivir hoy esas realidades. Marcaremos ahora las frentes con las cenizas indicando que comenzamos el tiempo solemne de la penitencia; pero como camino hacia la Pascua. Que vivamos este día con un agradecimiento muy hondo al Señor, que nos concede vivirlo así: juntos, comunitariamente.




Y vayamos comunitariamente también hacia la gran Vigilia Pascual. Esa noche estaremos cada uno en su lugar, en su puesto, en su parroquia, en su pueblo, en su casa; pero nos sentiremos misteriosamente unidos. Todos cantaremos a la luz del Cristo que ha resucitado, y experimentaremos el agua viva que salta hasta la vida eterna: el agua de nuestro Bautismo, porque esa noche comprometeremos otra vez al Señor nuestra entrega renovando las promesas bautismales.


Y ahora vamos caminando con María, la Virgen de la cuaresma, la Virgen de la oración, la Virgen de la penitencia y de la Cruz, la Virgen de la donación y del servicio. Vamos caminando con ella hacia la Pascua con sencillez y con alegría de corazón, viviendo intensamente estos tres elementos: una austeridad serena y gozosa; una oración contemplativa muy honda de encuentro con el Señor; una caridad festiva y gozosa que sea donación y que sea servicio.


Que la Virgen de la Cuaresma nos acompañe.

+ Eduardo Cardenal Pironio

Siervo de Dios, intercede por nosotros!!!