Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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Cardenal Pironio / Testamento Espiritual

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viernes, 2 de agosto de 2019

II Foro Internacional de Jóvenes 1989 Santiago de Compostela


II Forum Internacional de Jóvenes 


Discurso de Apertura - Santiago de Compostela, 13 de agosto de 1989


"El Dios de la esperanza os colme de toda alegría y paz en vuestra fe,
hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (Rm. 15,13).


Con estas hermosísimas palabras de San Pablo a los cristianos de Roma -hechas augurio y oración- yo quiero saludar esta mañana, en Santiago de Compostela, a los jóvenes de todo el mundo presentes en el Foro que iniciamos.
Es un augurio de paz, de alegría y de esperanza. Yo sé que muchos de ustedes vienen de países conflictuados y violentos, donde es difícil la paz, donde no puede gustarse la alegría y donde la esperanza es casi imposible humanamente proclamarla. Por eso pido al Señor que les conceda -para luego transmitir a los demás- una serenidad interior que es fruto del amor, una alegría profunda e inalterable que es fruto de la cruz pascual y una esperanza teologal inquebrantable que es fruto de la experiencia del amor del Padre y de la permanente presencia de Jesús resucitado por la potencia del Espíritu. Paz, alegría y esperanza.
La esperanza es, precisamente, lo que tiene que ir afirmándose entre nosotros estos días. Como fruto de una verdadera comunión fraterna, de una solidaridad con los sufrimientos de los otros y como seguridad de que Cristo resucitó y sigue haciendo el camino con nosotros. "Resucitó Cristo nuestra esperanza". "Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. ¿Seremos capaces, al final, de "dar razón de la esperanza", que hay en nosotros a los que nos la pidan? ¿Surgirán de aquí -para el mundo atormentado en que vivimos- jóvenes nuevos que sepan ser testigos del amor de Dios y profetas de esperanza? Yo estoy seguro que sí. El texto de San Pablo dice que hay que "rebosar de esperanza"; es decir, contagiarla desde nuestra plenitud interior. El Foro Internacional -a través de la reflexión personal y compartida, del testimonio y del diálogo, de la oración y la convivencia silenciosa- tiene que convertirse en "generador de esperanza". Pero de esa "esperanza que no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm. 5,5).
Y es precisamente, el Espíritu Santo, quien tiene que obrar en este Foro. Pablo habla de "la fuerza del Espíritu Santo". Esta fuerza se traduce, para nosotros, en tres actitudes fundamentales: la escucha de la Palabra de Dios, en el silencio, la oración contemplativa y el diálogo; la alegría de la comunión fraterna que asegura la presencia del Resucitado ("donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos", Mt. 18,20); y la total disponibilidad para la conversión: que el Espíritu de Pentecostés nos haga "un solo corazón y una sola alma", nos dé sabiduría, coraje y capacidad de amar hasta dar la vida. ¿Será este un Foro de escucha y de fidelidad al Espíritu?
Ciertamente que sí si es un Foro celebrado en la búsqueda de nuestra fe: fe confesada y madurada en la existencia cotidiana, fe compartida en el dolor y la esperanza, fe proclamada en el testimonio silencioso y en el anuncio explícito de Jesús resucitado. Precisamente el Foro tiende a eso: a profundizar nuestra fe en el silencio y la oración, en el testimonio y la reflexión, en la amistad y el compromiso. Para comunicarnos luego un fuerte espíritu misionero y comprometernos en una nueva evangelización. El Camino de Santiago es siempre un camino de fe proclamada, acogida y anunciada. Es el camino de los testigos, de los mártires, de los profetas. "He visto al Señor y me ha dicho tales cosas" (cfr. Jn. 20,18). Ciertamente, de todo el Camino de Santiago, de las Jornadas previas a la llegada del Santo Padre, del encuentro con el Papa y de este Foro tienen que salir jóvenes fuertemente comprometidos en una nueva evangelización y en la construcción de la civilización del amor.
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La idea del Foro nació en Buenos Aires, a principios de 1987, por expreso pedido de los jóvenes.
El encuentro mundial con el Papa, si quería ser fructuoso, tenía que ser preparado por unos días de diálogo y profundización entre los mismos jóvenes. Y es esto lo que ahora pretendemos: sentarnos a escuchar al Señor en la oración, abrir el corazón al Espíritu de Dios que nos reúne y nos habita, escuchar en la amistad el riquísimo testimonio de los otros, profundizar en la Palabra de Dios y en el Magisterio de la Iglesia, comunicarnos coraje y esperanza, aumentar nuestra fe y animar nuestra caridad, comprometernos juntos a evangelizar y a cambiar el mundo.
Esto exige una mirada de fe sobre la situación actual -particularmente en lo que atañe al mundo juvenil- con realismo evangélico y perspectiva de esperanza. Lo más concreto e internacional posible. Por eso no se trata de largos discursos ni conferencias magistrales: sólo algunas orientaciones fundamentales que introduzcan el diálogo, el testimonio, la reflexión personal y comunitaria.
Tampoco se trata de sacar necesariamente conclusiones (las recogeremos ciertamente si las hay, y yo espero que las haya) ni de redactar necesariamente un mensaje (también lo haremos si nace con madurez de la reflexión y del diálogo, pero no perdamos la serenidad y profundidad del Foro con la tensión de publicar algo). El Foro se realiza con poquísima gente (es natural, si pretendemos la comunicación y el diálogo), pero sus frutos tendrán que llegar después a todo el mundo juvenil. No es una discusión pública abierta a todos los temas y a todas las intervenciones. Luego, se podrían multiplicar en los diversos países y continentes, según la problemática y la cultura diferentes.
El tema será esencialmente Cristo Camino, Verdad y Vida. Siempre en perspectiva de la "nueva evangelización. Se ha hecho ya un largo camino de preparación, en la reflexión personal y comunitaria, en las diferentes Iglesias particulares, en las diversas asociaciones, comunidades, grupos y movimientos. Ahora se trata de poner en común las reflexiones realizadas y compartir las experiencias vividas. Tres días son muy poco para profundizar un tema; se trata, más vale, de compartirlo con sencillez y serenidad. Lo importante, en estos días, es la comunión fraterna y la amistad sencilla y verdadera; el realismo sereno de la participación y el testimonio; y, sobre todo, la apertura interior al Espíritu Santo en la profundidad de la oración, en la escucha humilde de los otros, en la reflexión personal, en la lectura evangélica de los nuevos signos de los tiempos, en la penetración gustosa de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia.
Nos acompañe el Apóstol Santiago, a cuya tumba hemos peregrinado en la esperanza; nos ayude María, la Virgen orante, la Estrella de la Evangelización, que supo acoger la Palabra y entregarla. Y, sobre todo, nos inspire y nos haga fieles el Espíritu del Señor resucitado.
+ Eduardo F. Card. Pironio