Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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TESTAMENTO ESPIRITUAL

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Cardenal Pironio / Testamento Espiritual

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UN PASO MÁS CAMINO A LOS ALTARES

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miércoles, 19 de octubre de 2005

ASOCIACIÓN CARDENAL PIRONIO

ASOCIACIÓN CARDENAL EDUARDO F. PIRONIO  


La sección inaugural fue el 18 de octubre de 2005 (18hs) en Roma (Instituto “Hermanas de María Niña” – Via Paolo 5) El saludo inaugural estuvo a cargo del P. Josè Maria Arnaiz sm, dirijió unas palabras el postulador de la causa P. Giuseppe Tamburrino OSB, también brindó su testimonio el Cardenal Jorge Mario Bergoglio. 
Lo que sigue es una traduccion del italiano de la exposicion principal  a cargo de Monseñor Renato Boccardo colaborador del Cardenal Pironio para las JMJ.

RECUERDO DEL CARDENAL PIRONIO

INTERVENCIÓN DE MONSEÑOR RENATO BOCCARDO 

(Secretario general del Gobernatorato de la Ciudad del Vaticano)


WYD MANILA: Juan Pablo II (centro) , Cardenal Pironio (izquierda) , Mons. Renato Boccardo (derecha)

  • [ Esta Traducción es de mi autoria, el documento original en italiano aqui


"Dio testimonio de su fe en la alegría: la alegría de ser sacerdote y constante deseo de comunicar a los jóvenes de hoy" 

Juan Pablo II, 07 de febrero 1998, homilía funeral del cardenal Eduardo Pironio.


Visto de una manera más sencilla e inmediata, el cardenal Pironio es un amigo leal que nos dejó cuando muchos gustábamos de su amistad y hoy tenemos gran necesidad de él.

Nos queda ahora rezar por él., como pidió en su testamento y hacer memoria de él, como hacemos este día. Me siento particularmente honrado y agradecido por la invitación de poder compartir con ustedes el recuerdo,  el reconocimiento, gratitud  y el afecto por nuestro cardenal.

Cuántos lo vimos morir dijimos: este hombre es uno de los que han aprendido de la vida el buen morir y por lo tanto nos deja con la creencia íntima y fuerte que continuará viviendo. Con esta certeza de la fe y la esperanza transcurrió los últimos diez días de su existencia.

Cuando el Papa lo llamó por teléfono - era Lunes, 02 de febrero 1998 - dijo:
"Santo Padre, me voy al cielo. Nos veremos en el cielo. Desde allí continuaré ayudándolo en el servicio de la Iglesia. Voy a seguir rezando por usted. Gracias por la confianza que me dio. Perdóneme  si yo no siempre he sido capaz de responder a sus expectativas. Renuevo mi lealtad".

No me olvidaré unos de sus últimas recomendaciones: Lo que sea que necesites, me lo pedís cuando este en el cielo. Además de tener un gran amigo, estamos seguros de que ahora tenemos un poderoso intercesor.

El cardenal Pironio fue para muchos creyentes la presencia del Señor, el evangelio de la transparencia, la acción luminosa del Espíritu. Ha hecho el bien, y la voluntad ha hecho su vida fecunda. Su presencia siempre fue acompañada por una gran cordialidad y sencillez.

Él despertó simpatía y comunión espontánea; transmitía  paz y alegría; la palabra impregnada de fortaleza y esperanza.  Volver a él a los ojos y el recuerdo significa aceptar el reto de estar presente en la sociedad y en la Iglesia. Se trata de hacerlo mirada serena y escucha atenta, comunicativa y humilde. Como lo hizo él  que supo estar en el centro sin ser el centro.

Un capítulo muy especial y rico del cardenal Pironio lo escribió en el Consejo Pontificio para los Laicos con las Jornadas Mundiales de la Juventud. Nacidas de la intuición profética y un gran amor por  los jóvenes de  Juan Pablo II, estas reuniones se han encontrado en cardenal un partidario convencido y un artífice sabio: él  recibió la jornada en su inicio en Roma en 1984, llegando a ser un peregrino incansable con el Papa y con los jóvenes en las carreteras del mundo, los acompañó con ternura y amor hasta el año 1996, la víspera de su duodécimo año en París.

Y cada vez, con la palabra y la presencia constante, discreta, sonriente y paterna, que marcó un paso adelante, un cambio en el sentir, una perspectiva diferente sobre la que reflexionar , una  semilla nueva que el cardenal puso con suavidad y confianza en el terreno fértil de edad verde.

En 1997, en la Jornada Mundial de París él  no estaba allí físicamente. Pero aquella muralla de brazos y esos pañuelos ondeando sin fin en el Hipódromo de Longchamp y esa  cadena humana verso la Torre Eiffel  con Juan Pablo II como anillo central  son imágenes que permanecen vivos en nuestra memoria. Todo eso era obra suya, era el fruto de su trabajo, el resultado de 12 años de intensa actividad.

Era extraordinario el vínculo que Pironio pudo establecer con los jóvenes. Con la autoridad que se distinguía en su aspecto, podría haber resultado poco creíble a los ojos de los jóvenes que lo tenían de compañero de viaje. Pironio había experimentado muchas cosas y había visto mucho. Había explorado el alma de  los hombres, escuchado sus inquietudes, había confrontado esas experiencias con las propias y  los comprendía.

Durante los Forum Internacional de Jóvenes y la Jornada mundial de la Juventud era habitual encontrarlo en medio del grupo de jóvenes en jeans y remera, con la acreditación colgada del cuello y la mochila en la espalda; él en cambio con su habito oscuro y la cruz pectoral, pero todos completamente a gusto.
Y, a pesar de que no hablaba “su” idioma, su comunicación con los jóvenes fue inmediata, profunda y riquísima en contenido. Se " entendieron", sin necesidad de intérpretes. 

Juan Pablo II y el Cardenal Pironio. Aula Pablo VI (1995)


El  cardenal de los jóvenes había aprendido lo que sus  amigos con decenas de años de menos, le pedían al mundo de los adultos y  a la Iglesia:

"Estos jóvenes no tienen miedo de trabajo duro, el sufrimiento y la cruz. Tienen miedo de la mediocridad, la indiferencia, la vergüenza ", dijo Pironio frente al Papa en Loreto, en la llanura de Montorso, 9 de septiembre de 1995.

No es una coincidencia que una de las primeras cosas que me dijo cuando llegué a la Pontificio Consejo para los Laicos fue: Nosotros acá no tenemos que ser bomberos, sino arquitectos. Es decir: no tenemos que adormecer, apagar, nivelar, normalizar; hace falta construir, incluso con peligro de arriesgar  y - como se dice - pagar en persona.

Cuando, en el otoño de 1996, el cardenal Pironio dejó la presidencia del Consejo Pontificio para los Laicos por haber alcanzado la edad de jubilación, la revista "I Care" de la Fundación Juventud Iglesia Esperanza publicó una carta que los jovene sdedicaron a Pironio



Me gustaría recuperar algún pasaje aquí:

“Querido Cardenal, nos ha acompañado en todos estos años con sabiduría y amor, has hablado a nuestros corazones y a nuestras mentes, has seguido nuestro camino con sensibilidad, solicitud y atención. Has llegado a ser así, naturalmente, el Cardenal de los jóvenes...

Tu presencia atenta, tu tomar a corazón nuestras esperanzas y nuestras inquietudes te han hecho convertirte en aquel que con su palabra y su testimonio ha sabido acoger y seguir tantos y tantos de nosotros en la búsqueda del sentido profundo de la vida y de la fe. 

Tu característica siempre ha sido, como el campesino, el arte del sembrar y la paciencia del esperar. Nos has dado confianza, nos has sostenido en los momentos difíciles, nos has hablado de la alegría y de la esperanza, nos has enseñado a querer a la Iglesia “misterio” de comunión misionera, estableciendo vínculos de interior relación que nada podrá romper o cambiar. Y, sobre todo y ante todo, nos has querido. Y nosotros siempre lo hemos sentido así.

En los Foros Internacionales y en las Jornadas Mundiales de Buenos Aires, Santiago de Compostela, Czestochowa, Denver y Manila, y luego todavía a Roma y a Loreto, nos has conducido a lo largo del camino que lleva a Cristo, acogiendo cada uno de nosotros como el primero y el único, animandonos a continuar el camino, ofreciéndonos tu consejo y tu larga experiencia de padre y maestro, de amigo y hermano....

Te agradecemos, querido Cardenal, por el bien que nos has querido, por la “paternidad” que nos has manifestado, por la esperanza que has puesto en nosotros”.

Con el cardenal Pironio se entraba fácilmente en confianza. En general, debido a su calidad humana,  no tenía problemas con la gente. Pero había algunos que con él sí.

En Mar del Plata también fue víctima de violencia y no faltaron las amenazas de muerte por la claridad de su posición  a favor de los derechos humanos. Incluso en Roma la incomprensión de algunos le hizo mucho mal. No siempre y no todo el mundo lo entendía.

Así que si por un lado debido a su estilo y su servicio ha sido amado y su consejo fue buscado y seguido con confianza, justamente por este estilo y ese servicio también ha sufrido. Pero siempre con delicadeza, llevando el peso en la soledad y el silencio, sin nunca disminuir la intensidad del compromiso y dedicación.

En su Testamento, escribe: "Quiero morir tranquilo y pacífico: perdonado de la misericordia del Padre, de la bondad maternal de la Iglesia y del afecto y la comprensión de mis hermanos. No tengo enemigos, gracias a Dios, ni siento odio o envidia por nadie. Pido a todos que me perdonen y recen por mi alma”.

Hoy, mientras se abre el proceso canónico para su canonización - y estamos muy agradecidos a la Conferencia Episcopal Argentina por haber tomado la iniciativa - podemos afirmar que el cardenal Pironio es un mensaje.

Se lo ha visto y oído. Pironio pronunció palabras de verdad, palabras de un hombre sabio, porque hablaba con su corazón y habló al corazón. Es un líder espiritual que ha hecho escuela. Con sus pensamientos y sus palabras ha sugerido un camino para los hombres y mujeres de hoy, una camino que sirve para laicos y religiosos, para los obispos y sacerdotes, para jóvenes y adultos.

Sin este camino cristiano (que el cardenal trazó)  y no es necesario añadir otros adjetivos, muchos de nosotros no seríamos lo que somos.

Esto se recolecta en por lo menos 30 libros publicados; se expresa en las muchísimas conferencias, homilías y retiros espirituales que predicó.
Pironio vivió, meditó, formuló este camino, y lo presentó cada vez que tuvo ocasión de hacerlo.

Fue su costumbre ordenar las verdades y los acontecimientos y sobre todo el pensamiento y el amor, y exponerlas subdividiéndolas en tres puntos. Su Testamento está lleno de estas “ternas”, como cuando habla de la vida: “La amo, la ofrezco, la espero”.

Diría que “El hombre del Magnificat” es el tipo de persona que el Cardenal ha querido encarnar: el creyente capaz de decir el Magnificat, verdadero preludio del discurso de la montaña.
“Magnificat” es el estribillo de su vida; es la palabra que repite en el Testamento trece veces.

Le sale de adentro, llena de gratitud, de alegría y de misericordia; palabra de dolor, de ternura y de esperanza:
“Magnificat! Mi vida sacerdotal estuvo siempre marcada por tres amores y presencias: el Padre, María Santísima, la Cruz”.

Y yo creo que no me equivoco si a estos tres amores añado un cuarto: la Iglesia. Este ultimo creo era en realidad su preferido, donde había puesto su corazón.
Esperó con ansiedad la celebración del año del Padre en el triduo del Jubileo
Cuando, en 1996, tuvo que ser aprobada por el Papa a la propuesta para el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de 1999, el cardenal quería que fuera: "El Padre os ama" (Jn 16:27).

Su vida espiritual es un diálogo con el Padre que alcanza a menudo el misticismo, siempre filial y confiado.  Utiliza las palabras de Jesús para indicar los tres períodos de su existencia: “He salido del Padre y he venido al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Testamento). Del Padre aprendió la paternidad que manifestó en el ministerio sacerdotal y episcopal: “He deseado ser padre, hermano y amigo” (ib.).

La Madre de Dios fue compañía e inspiración para su vida: “Magnificat! Agradezco al Señor que me haya hecho comprender el Misterio de María en el Misterio de Jesús y que la Virgen haya estado tan presente en mi vida personal y en mi ministerio. A Ella le debo todo. Confieso que la fecundidad de mi palabra se la debo a Ella. Y que mis grandes fechas -de cruz y de alegría- fueron siempre fechas marianas”, (ib.). Para él, María fue sobre todo la Virgen pobre, contemplativa y fiel: “Me pongo en el corazón de María, mi buena Madre, la Virgen Fiel”, (ib.).


El 2 de febrero de 1998, tres días antes de su muerte, en plena conciencia se despidió de los que estaban a su alrededor y saludó a la Virgen María "Nuestra Señora de la Esperanza, Nuestra Señora de la Luz", diciendo que se sentía particularmente cercana. Incluso en el último día era capaz de recitar la Salve Regina, con especial intensidad al hablar las palabras: "Muéstranos, después de este destierro, a Jesús, fruto bendito de tu vientre"

Estaba fascinado por la  cruz, el sufrimiento y el dolor. Pero al mismo tiempo amaba la vida, que consideraba siempre buena y bella: ¡Magnificat! Te doy gracias, Padre, por el don de la vida. ¡Qué lindo es vivir! Tú nos hiciste, Señor, para la Vida. La amo, la ofrezco, la espero. Tú eres la Vida, como fuiste siempre mí Verdad y mi Camino” (ib.).

Su naturaleza humana se rebelaba contra la enfermedad que le quitaba las fuerzas, la posibilidad de leer, de escribir, de caminar. Por esto le pedía con gran confianza a su buen amigo Pablo VI el milagro que hiciera desaparecer el tumor. 



Llegó después el momento también de aceptar la muerte ya cercana: “¡Magnificat! Agradezco al Señor el privilegio de su cruz. Me siento felicísimo de haber sufrido mucho. Sólo me duele no haber sufrido bien y no haber saboreado siempre en silencio mi cruz. Deseo que, al menos ahora, mi cruz comience a ser luminosa y fecunda “.

 El cardenal Pironio amó apasionadamente a la Iglesia, Pueblo de Dios, el misterio de comunión misionera, como habitualmente lo definió. Él dio su vida, y trabajó duro para una Iglesia "peregrina, pobre y Pascual," una Iglesia de la alegría y de la esperanza, solidaria con el dolor y con el sufrimiento de los hombres, como lo descubrió desde el Concilio, una iglesia madre que como tal enseña.
Pironio estaba presente en el corazón de la Iglesia con su santidad personal, su ministerio, su prestigio.
“En un mundo cada vez más cerrado por el egoísmo y la violencia que nace del odio, la Iglesia - decía- está llamada a dar testimonio del amor y a educar de nuevo los hombres al amor”.

Nuestro Cardenal, como todo creyente, ha sido juzgado sobre el amor. Habrá vuelto a ver las lágrimas que ha tenido que secar, el pan que ha dado a quien tuvo hambre, las visitas que hizo a quien estaba prisionero, las heridas que tuvo que medicar y curar, la compañía que ofreció a quien estaba solo o enfermo, los religiosos y las religiosas que acompañó en un camino de renovación conciliar, los jóvenes con quienes compartió momentos de profunda y gran alegría y compromiso, los grupos que reconcilió, el perdón que pidió con humildad.

Nos  consuela y conforta pensar que en ese momento habrá revisado con ojos y  corazón de  padre, incluso a nosotros que lo conocimos y que estamos aquí este día para bendecir la memoria y extraer de su vida enseñanza y ejemplo para nuestra vida.

Nosotros repetimos convencidos lo que escribió del Cardenal Pironio Frère Roger de Taizé: “Con el don de su vida, el Cardenal reflejaba la imagen de una Iglesia que en los pequeños detalles se hace acogedora, cercana al sufrimiento de los hombres, presente en la historia y atenta a los más pobres. Era consciente de esta gran verdad de fe: cuanto más nos acercamos a la alegría y a la sencillez evangélica, más logramos transmitir las certezas que nos vienen de la fe.... Pironio, hombre de Dios, irradiaba la santidad de Dios en la Iglesia.”

Qué la luz de esta santidad, reflejada en el rostro y en la vida de testigos como el Cardinal Pironio, siga resplandeciendo e iluminando nuestro camino.

Si Dios quiere, en un día que esperamos no sea muy lejano, incluso con la confirmación oficial de la Iglesia, nos permitirá mirar e invocar a nuestro cardenal con el título de Beato.
+ Renato Boccardo   
Roma, 18 de octubre 2005 -  Sesión inaugural de la "Asociación Cardenal Pironio"



  • FUENTE: FIACIFCA (FORUM INTERNACIONAL DE LA ACCION CATÓLICA) VER ENLACE AQUI



RESEÑA BIBLIOGRAFICA DEL DOCUMENTO
Eduardo Francisco Pironio nació 03 de diciembre 1920 en Nueve de Julio (Argentina, provincia de Buenos Aires). En 1943, recién ordenado sacerdote, fue nombrado profesor de teología en el Seminario de la Diócesis de Mercedes, de los que se convirtió en 1958 Vicario General. Dos años más tarde fue nombrado Rector del Seminario Mayor de Buenos Aires, que albergaba a 450 seminaristas; 1964 obispo auxiliar de La Plata y en 1967 el Administrador Apostólico de Avellaneda; en 1972 era obispo de Mar del Plata. Mientras tanto, él había participado en el Concilio Vaticano II, como "experto" en el segundo y como obispo en la tercera y cuarta sesiones. En 1968 fue elegido Secretario General del CELAM y en 1972 asumió la presidencia: América Latina se convirtió en su hogar.

En 1974, el Papa Pablo VI lo llamó a predicar el retiro a la Curia Romana y al final del mismo año lo nombró Pro-Prefecto de la Congregación para los Institutos Religiosos y Seculares. Así comenzó una larga asociación con el Papa Pablo VI, quien en 1976 se creará cardenal sacerdote del título de Santi Cosma e Damiano: "Puedo decir que él era amigo de Pablo VI. Con él aprendí a amar a la Iglesia, a sufrir por la Iglesia ".

Desde Roma, su influencia crece. El Cardenal participa incansablemente en las reuniones y asambleas de hombres religiosos, a los Capítulos Generales, visitar numerosos centros comunitarios y de estudio en todas las partes del mundo. Es el momento en el que se está trabajando para la renovación de las leyes y constituciones de casi todos los institutos de vida consagrada, operación acompañado, naturalmente, por tantas tensiones. La mayoría de estos documentos lleva la firma de Pironio: quizás por esta razón se le acusó entonces, incluso al Papa, para "destruir" la vida religiosa.
En 1984, 09 de abril, Juan Pablo II lo nombró presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, donde permaneció hasta el 20 de agosto 1996: "En ese momento me pareció, como a muchos les pareció - decir el cardenal en 1995 - fue degradado a una asignación de serie B. en cambio me enteré fui promovido al estado laical. Los laicos, de hecho, forman la mayoría del pueblo de Dios. Entonces el Papa me da esta nueva posición me invitó a continuar lo que ya había hecho en la Congregación para los Religiosos. En este Pontificio Consejo para que yo pudiera trabajar los grandes movimientos eclesiales, que son un verdadero regalo de Dios y una gracia del Espíritu Santo, puede caber en armonía y sentirse acogidos en la vida de las Iglesias locales. Me alegro entonces para terminar allí mi servicio a la Iglesia: una obra en contacto con los laicos, al igual que cuando empecé mi ministerio, hace muchos años ". El mismo Pontífice promoverlo al orden de los cardenales obispos, dándole el título de la Iglesia suburbicaria de Sabina-Poggio Mirteto el 11 de julio de 1995.

El tumor que socavó desde 1984 (cuando fue diagnosticada por los doctores de Bolonia, dijo el Secretario, con calma: "Usted vino a bordo el piloto que me llevará al puerto") y que había sido relativamente tranquila hasta entonces, estalló de nuevo probablemente hacia el final de 1996, la forma en que se comunicó y circunstancias "externas", que tuvo lugar en su salida del Consejo para los Laicos contribuyó al despertar del mal.

El último período de su vida, sin embargo, no ha anotado un descenso en el compromiso, en la pastoral y la amistad. En su mensaje a la "gente queridos jóvenes, mis amigos", que figuran en la carta de despido, de fecha 27 de diciembre de 1996, entra en juego otra palabra clave, que nunca falla, pero que en esta ocasión supone un prominente rezando. Él, que había llevado "ejércitos" en el festival de los niños en el mundo, escribe: "Porque el Señor me pide otras cosas. Él quiere seguir para que lo acompañe como un padre, hermano, amigo. Pero de una manera diferente. Con el silencio de la oración y la sinceridad de mi afecto ". El cardenal lo sabe: la oración es la presencia, la oración es construir, aún se tejió la trama de una historia, informes que no va a terminar. La última lección de un gran sacerdote.

Fueron meses de intenso sufrimiento, en la que el cardenal - siempre con una sonrisa y una serena sabiduría profunda - completado en su carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1,24). Hasta el 05 de febrero 1998 cuando, siervo bueno y fiel, entrado en el gozo de su Señor. 
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  • [ Esta Traducción es de mi autoria, el documento original en italiano aqui
  • Fuente: FIACIFCA (FORUM INTERNACIONAL DE LA ACCION CATÓLICA) VER ENLACE AQUI
  • VER:  RESEÑA DE PRENSA de la inauguración de la Asoc. Car. Pironio



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