III
Forum Internacional de Jóvenes - Polonia
Czestochowa,
7 de agosto de 1991
"Todos
los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Pues
no recibísteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor,
antes
bien,
recibísteis
un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar"
Abbá,
Padre" (Rm 8,14-15).
Vigilia de los jóvenes ,Polonia 1991. En el fondo de la imagen el Card, Pironio |
"
I.-
El
Espíritu y la libertad
Este
texto del Apóstol San Pablo a los Romanos nos coloca en el centro de
la VI Jornada Mundial de Jóvenes y del III Forum Internacional que
la precede. Se trata esencialmente del Espíritu
Santo
que nos hace hijos
de Dios
por el bautismo; por consiguiente, hermanos
y libres.
La verdadera fraternidad evangélica (con su exigencia de solidaridad
universal) y la auténtica libertad de cada hombre y de todos los
hombres, son consecuencia de esta simplicísima y trascendental
verdad del Evangelio: por el Espíritu del Señor Jesús, que nos fué
dado en el Bautismo, somos hijos en el Hijo: "el
que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios" (Jn
3,5). Se trata de "la
novedad cristiana"
o "pascual"
de todo hombre por el bautismo, punto inicial de nuestro itinerario
de santidad y de apostolado. A partir de esta "novedad"
inicial obrada en nosotros por el bautismo, todo cristiano -hecho en
Cristo "nueva
creación"
y "hombre
nuevo"
por el Espíritu Santo- va creciendo y madurando "de
novedad en novedad"
hasta llegar a la plenitud de Cristo en la novedad definitiva de los
"cielos
nuevos y la tierra nueva".
Nos
encontramos indudablemente hoy frente a "realidades
nuevas"
que plantean a los jóvenes nuevos desafíos y, sobre todo, la
responsabilidad de vivir de un modo nuevo -más profundo, más
solidario, más comprometido, más alegre y más lleno de esperanza-
este momento formidable de la historia que nos toca transformar en
"historia
de salvación".
Cuando en 1989 celebrábamos en Santiago de Compostela, con el Santo
Padre, la IVª Jornada Mundial de Jóvenes, estábamos lejos de
pensar las
"realidades nuevas"
que se presentarían inmediatamente después con la apertura de las
fronteras y la caída del muro de Berlín. El Santo Padre animaba
entonces a los jóvenes de todo el mundo: "no
tengáis miedo de ser santos".
Ahora nos exhorta con palabras de San Pablo: "no
recibísteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes
bien, recibísteis un espíritu de hijos..."
Es un reclamo del Papa a no recaer en la esclavitud y en el miedo,
sino a ser libres y fuertes en la esperanza. Pero es, también, un
llamado a vivir en la verdadera libertad de los hijos de Dios. "Para
ser libres nos liberó Cristo",
escribe San Pablo a los Gálatas (Gal 5,1). Y conecta enseguida la
verdadera libertad con el amor y con la acción del Espíritu Santo:
"Porque,
hermanos, habéis sido llamados a libertad; sólo que no toméis de
esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por
amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza su plenitud en
este solo precepto: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.
Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis
mutuamente a destruiros!"
(Gal 5, 13-15). Y más adelante conecta la caridad con el Espíritu:
"el
fruto del Espíritu es amor, alegría, paz..."
(Gal 5,22).
Precisamente
por eso el Papa ha querido conectar el tema de la
libertad
con el
Espíritu Santo.
Muchos pueblos -después de una larga y dura esclavitud bajo
regímenes de opresión- han recobrado felizmente la libertad. En
este cambio radical de situaciones, los jóvenes buscan la libertad.
¿Pero, cuál libertad? ¿La del espíritu o la de la carne? Porque
se corre el riesgo de caer en nuevas esclavitudes, más fuertes y
opresoras que las primeras (el consumismo, la droga, el sexo, el
hambre del poder o del tener). Sólo seremos libres con aquella
libertad con la cual Cristo nos ha liberado (Gal 5,1). La liberación
plena e integral nos la trajo Cristo con su encarnación, muerte y
resurrección; es decir, con su Misterio Pascual que se hace nuestro
por la acción del Espíritu Santo en el bautismo. "Porque
el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor allí
está la libertad"
(2 Cor 3,17).
II.-
El
Espíritu de los hijos de Dios
Ahondemos
un poco el tema central de la VIª Jornada Mundial de Jóvenes y, por
consiguiente, del Forum que la precede: "Habéis
recibido un espíritu de hijos".
Anotamos
algunas ideas, sencillas pero esenciales, que pueden ser útiles para
la reflexión, el diálogo y la oración.
1.- El
Espíritu Santo
nos hace verdaderos hijos
de Dios:
"Mirad
qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues
¡lo somos!... Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste,
seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es"
(I Jn 3,1-2; cfr. Gal 4,4-7; Ef 1,5; Jn 1,12). Esto engendra en
nosotros una doble actitud: de
serena confianza en el amor del Padre
y de
filial obediencia a su voluntad:
"Sí,
Padre, pues tal ha sido tu beneplácito"
(Mt 11,26). "Padre
mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo
quiero, sino como quieres tú"
(Mt 26,39).
2.- Esta
primera y esencial realidad nos lleva a la segunda: si somos hijos de
Dios, somos también hermanos
en Jesucristo:
"Porque
en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más
que un cuerpo... Todos hemos bebido de un solo Espíritu"
(I Cor 12,13). De aquí nace para el cristiano una doble exigencia:
la de la
participación en la comunión
y la de la
solidaridad fraterna y universal.
Exigencia de una mayor participación activa en el interior de la
comunión eclesial. Exigencia de una mayor presencia misionera en el
mundo que ha de ser transformado en Jesucristo. "Lo
que os mando es que os améis los unos a los otros"
(Jn 15,17). "Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación"
(Mc 16,15).
3.- Porque
somos hijos de Dios, somos hombres
y mujeres libres.
"Pues
no recibísteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor;
antes bien, recibísteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace
exclamar: ¡Abbá, Padre!"
(Rm 8,15). De aquí la serenidad interior, la paz, la alegría, la
fortaleza, la esperanza. Fuimos hechos para la libertad, no para la
esclavitud, el miedo y la tristeza. Pueden quitarnos todas las cosas,
menos la libertad: "Para
ser libres nos liberó Cristo"
(Gal 5,13). Sólo desde la libertad interior -plenamente vivida,
respetada y compartida- se puede aprender a construir un mundo libre.
Vivir la libertad interior supone pobreza y desprendimiento. Todos
los días hemos de desprendernos de algo; sobre todo, hemos de
desprendernos de nosotros mismos. Sólo así seremos felices, con la
sensación interior de volar sobre las nubes. El Papa en su Mensaje
del 15 de agosto de 1990, les decía a los jóvenes: "Volad
a gran altura".
Pero la verdadera libertad supone, como en Jesucristo, asumir con
amor nuestra "condición
de siervos"
(cfr. Fl 2,7) y de "servidores"
(cfr. Jn 13,17). A la luz de María, "la
humilde servidora"
del Señor, aprenderemos a ser verdaderamente libres.
4.- El
tema de la libertad nos lleva al de la esperanza.
Ambos -libertad y esperanza- nos conectan con
el Espíritu Santo:
"Si
somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de
Cristo"
(Rm 8,17). "La
prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones
el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no
eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de
Dios"
(Gal 4,6-7). ¡Qué bueno sería ahondar -con profundidad, alegría y
consecuencias concretas- en el tema de la
esperanza
(como lo hace San Pablo en el capítulo VIII a los Romanos), en
conexión con la nueva realidad fundamental de los hijos de Dios y la
acción fuertemente transformadora del Espíritu Santo: la esperanza
en su dimensión personal, comunitaria y cósmica. Es toda
la creación
la que vive "en
la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para
participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios"
(Rm 8,24). En el hermosísimo texto de Pablo a los Romanos, la
esperanza va unida a "los
sufrimientos del tiempo presente",
a los "gemidos"
y "espera
ansiosa"
de la creación sometida por el hombre a la esclavitud, a "la
revelación de los hijos de Dios",
a la manifestación de la gloria de Dios sobre todo el hombre, todos
los hombres y la creación entera. Entonces gustaremos la libertad
plena y definitiva (esa libertad "a
la que hemos sido llamados" y
para la cual Cristo "nos
ha liberado").
Y no sólo nosotros la gustaremos, sino que participaremos de la
alegría de la liberación definitiva de todos los hombres y la
creación entera. Gustaremos la plenitud de la libertad en los
"cielos
nuevos y la tierra nueva, donde habitará la justicia"
(2 Pd 3,17). Entre tanto "esperamos
con paciencia"
y comprometemos nuestro esfuerzo evangélico y cotidiano por la
libertad de todos los hombres y la liberación plena de todos los
pueblos.
5.- El
tema de la esperanza (tan significativamente marcado por la presencia
del Señor resucitado y por el amor del Padre, pero tan esencialmente
hecho de camino difícil y cotidiano, tan lleno de cruz pascual), nos
lleva al tema de la
oración.
Tan solo desde allí podemos esperar de veras. Pero la oración es
algo que el Espíritu Santo hace en nuestro corazón de hijos: "El
Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no
sabemos cómo pedir para orar como conviene: mas el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los
corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su
intercesión a favor de los santos es según Dios"
(Rm 8,26-27). El Espíritu se apodera de nuestro corazón filial
-pobre y hambriento, silencioso y en espera, fraterno y trasparente-
y allí ora en nosotros y por nosotros al Padre: con una oración
serena, profunda, breve, confiada, filial: "¡Abbá,
Padre!".
La oración -como la pobreza y el desprendimiento, la caridad y el
servicio- nos enseñan a ser libres. Sólo los contemplativos saben
volar sobre las nubes; sólo ellos gustan desde adentro la verdadera
libertad de los hijos de Dios.
6.- La
libertad supone conocimiento de la
verdad
y fidelidad a la
Palabra.
"Si
os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y
conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"
(Jn 8,31-32). Para la profundización de esta verdad y para la gozosa
fidelidad a su Palabra, Jesús nos promete y envía su propio
Espíritu: "El
Espíritu de la verdad" que
"mora
con vosotros"
(Jn 14,15-17). "Cuando
venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad
completa"
(Jn 16,13).
7.- Una
última reflexión: Todo esto -la
filiación adoptiva, la fraternidad universal, la libertad
evangélica, la esperanza teologal, la oración contemplativa, el
conocimiento de la verdad-
suponen (y al mismo tiempo engendran) una profunda y gozosa
experiencia
del amor de Dios.
Por eso San Pablo termina el Capítulo VIII de la Carta a los Romanos
-dedicado a la
vida cristiana en el Espíritu-
con el magnífico "Himno
al amor de Dios":
Nada ni nadie "podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor
Nuestro"
(cfr. Rm 8,31-49). De allí parte, en definitiva, el verdadero
sentido de la libertad: somos hijos de un Padre que "tanto
amó al mundo que le dio a su Hijo..." (cfr.
Jn 3,17); somos imagen (todos) de un "Dios
que es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en
él"
(I Jn 4,16).
Panorámica JMJ 1991 |
III.-
Importancia
y sentido del Forum
La
inquietud de hacer preceder con un Forum la celebración de la
Jornada Mundial de los Jóvenes con el Papa, nació en Buenos Aires
(1987) de los mismos jóvenes participantes al Primer Forum. Aquella
primera experiencia fué buena y nos enseñó mucho. Vino luego la
celebración del IIº Forum Internacional en Santiago de Compostela.
Creemos sinceramente que esta segunda experiencia resultó más
completa. Pero, también aquí resultaron límites e imperfecciones
inevitables que queremos ir superando. Este IIIer. Forum se abre, en
un momento delicado y providencial, ante las expectativas y
esperanzas de todo el mundo, no sólo de los jóvenes y de la misma
Iglesia. Parafraseando el texto de San Lucas, cuando describe la
primera presentación de Jesús en la Sinagoga de Nazaret, podríamos
decir de este Forum: "los
ojos de todos estaban fijos en él"
(Lc 4,20).
El
mundo -sobre todo el de Europa- ha cambiado totalmente desde el Forum
de Santiago: cayeron muros y fronteras, y se abrieron espacios de
libertad para los países del Este. Protagonistas de esta cambio
radical fueron, en gran parte, los jóvenes. Nos preguntamos con
honestidad: ¿cuál es la libertad que los jóvenes buscaban? ¿la
van encontrando en el camino de sufrimiento y de esperanza hasta
ahora recorrido? ¿Cuáles son los valores morales y espirituales que
les podemos ofrecer desde nuestro occidente cristiano y oficialmente
libre? ¿tenemos, para ofrecerles, reservas de nuestra fe, riquezas
de vida cristiana en el Espíritu, claridad de testimonio y fuerza de
propuestas para una "nueva
envangelización"?
Creo que aquí está el gran desafío de nuestro Forum. Es un forum
totalmente nuevo: por lo nuevo del mundo y de la Iglesia. Por lo
nuevo de los jóvenes, con sus angustias y esperanzas, con sus deseos
de participar, cambiar las cosas (desde la transformación de sí
mismos) y construir. Por consiguiente, tiene que ser nueva también
la metodología:
esencialmente tiene que ser la
del encuentro, la oración
y el
diálogo;
metodología de escucha, humilde y sincera, de reflexión personal y
comunitaria, de oración serena, de gratitud y de búsqueda. Tiene
que estar Dios en medio de nosotros: como el que nos habla, nos
limpia los ojos, nos abre el corazón y nos compromete. No bastan los
discursos ni las grandes propuestas. Todo tiene que nacer de adentro
y desde arriba. En cierto sentido esta Jornada Mundial tiene que
estar caracterizada por la humildad y la pobreza, la austeridad y el
sentido del sacrificio, el arrepentimiento, la conversión y el
compromiso. Tenemos que evitar los riesgos del triunfalismo, la
victoria y la conquista. El clima de este Forum tendrá que ser el de
la acogida y la gratitud: acogida gozosa del Don de Dios y gratitud
por el reencuentro entre los hermanos.
De
aquí la importancia del trabajo en grupos y, sobre todo, de la
oración personal y comunitaria. El Forum no puede reducirse a una
intercomunicación de noticias o experiencias vividas; eso puede
quedar en la superficie de la curiosidad o la sorpresa. Tenemos que
preguntarnos: ¿por qué y cómo sucedió todo esto, por qué nos
toca vivirlo a nosotros y qué espera Dios de nuestra entrega radical
y generosa? No bastan los discursos ni los proyectos; este es un
Forum de interioridad y de comunión, de fortaleza en la esperanza,
de solidaridad y de compromiso. Por eso la importancia y
responsabilidad de este Forum. No podemos desperdiciar el momento
privilegiado de Dios, ni defraudar las expectativas y esperanzas de
los hombres. Por eso, repito, es un Forum que tiene que ser vivido
desde adentro y desde arriba: es como una gracia de Dios que necesita
ser acogida con humildad y vivida con generosidad y apertura
universal. Acoger el Don de Dios, hacerlo fructificar y comunicarlo
con sencillez y alegría: al Este y al Oeste, al Norte y al Sur.
Lamentablemente son pocos los que participan; lo exige la naturaleza
y la practicidad del Forum; pero creo que la participación es
suficientemente representativa e internacional. Toca ahora a nosotros
profundizar el tema presentado, en la comunión fraterna y la
oración; vivir con gratitud y gozo esta experiencia nueva, religiosa
y eclesial; comunicar luego a los jóvenes de otros paises y culturas
lo que hemos vivido y gustado juntos en estos días y cómo nos toca
a todos ponernos enseguida en camino de solidaridad y de servicio, de
fidelidad y de esperanza. Como María de la Visitación: llevando en
la pobreza y el silencio la Palabra que el Espíritu engendró en
nosotros. "Cuando
llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo
la Ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de
que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no
eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de
Dios"
(Gal 4,4-7). Terminamos así con un texto paulino similar al que
habíamos colocado en el comienzo: somos
libres porque somos hijos de Dios por el Espíritu.
Pero aquí aparece un elemento nuevo: María, "la
mujer nueva",
la Madre de Jesús "llamado
Cristo"
(Mt 1,16). A la sombra de su Santuario en Jasna Gora, celebramos
nuestro III Forum Internacional de Jóvenes. Que María nos guarde en
su corazón pobre y contemplativo donde el Espíritu Santo engendró
la Palabra que se hizo carne y plantó su morada entre nosotros (cfr.
Jn 1,14).
+
Eduardo F. Card. Pironio
III
Forum Internacional de Jóvenes,
Czestochowa
7 de agosto de 1991.
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