Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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sábado, 3 de agosto de 2019

III Foro Internacional de Jóvenes. Polonia 1993


III Forum Internacional de Jóvenes - Polonia

Czestochowa, 7 de agosto de 1991

"Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Pues no recibísteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor,
antes bien,
recibísteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar"
Abbá, Padre" (Rm 8,14-15).
Vigilia de los jóvenes ,Polonia 1991. En el fondo de la imagen el Card, Pironio

"
I.- El Espíritu y la libertad
Este texto del Apóstol San Pablo a los Romanos nos coloca en el centro de la VI Jornada Mundial de Jóvenes y del III Forum Internacional que la precede. Se trata esencialmente del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios por el bautismo; por consiguiente, hermanos y libres. La verdadera fraternidad evangélica (con su exigencia de solidaridad universal) y la auténtica libertad de cada hombre y de todos los hombres, son consecuencia de esta simplicísima y trascendental verdad del Evangelio: por el Espíritu del Señor Jesús, que nos fué dado en el Bautismo, somos hijos en el Hijo: "el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5). Se trata de "la novedad cristiana" o "pascual" de todo hombre por el bautismo, punto inicial de nuestro itinerario de santidad y de apostolado. A partir de esta "novedad" inicial obrada en nosotros por el bautismo, todo cristiano -hecho en Cristo "nueva creación" y "hombre nuevo" por el Espíritu Santo- va creciendo y madurando "de novedad en novedad" hasta llegar a la plenitud de Cristo en la novedad definitiva de los "cielos nuevos y la tierra nueva".
Nos encontramos indudablemente hoy frente a "realidades nuevas" que plantean a los jóvenes nuevos desafíos y, sobre todo, la responsabilidad de vivir de un modo nuevo -más profundo, más solidario, más comprometido, más alegre y más lleno de esperanza- este momento formidable de la historia que nos toca transformar en "historia de salvación". Cuando en 1989 celebrábamos en Santiago de Compostela, con el Santo Padre, la IVª Jornada Mundial de Jóvenes, estábamos lejos de pensar las "realidades nuevas" que se presentarían inmediatamente después con la apertura de las fronteras y la caída del muro de Berlín. El Santo Padre animaba entonces a los jóvenes de todo el mundo: "no tengáis miedo de ser santos". Ahora nos exhorta con palabras de San Pablo: "no recibísteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibísteis un espíritu de hijos..." Es un reclamo del Papa a no recaer en la esclavitud y en el miedo, sino a ser libres y fuertes en la esperanza. Pero es, también, un llamado a vivir en la verdadera libertad de los hijos de Dios. "Para ser libres nos liberó Cristo", escribe San Pablo a los Gálatas (Gal 5,1). Y conecta enseguida la verdadera libertad con el amor y con la acción del Espíritu Santo: "Porque, hermanos, habéis sido llamados a libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!" (Gal 5, 13-15). Y más adelante conecta la caridad con el Espíritu: "el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz..." (Gal 5,22).

Precisamente por eso el Papa ha querido conectar el tema de la libertad con el Espíritu Santo. Muchos pueblos -después de una larga y dura esclavitud bajo regímenes de opresión- han recobrado felizmente la libertad. En este cambio radical de situaciones, los jóvenes buscan la libertad. ¿Pero, cuál libertad? ¿La del espíritu o la de la carne? Porque se corre el riesgo de caer en nuevas esclavitudes, más fuertes y opresoras que las primeras (el consumismo, la droga, el sexo, el hambre del poder o del tener). Sólo seremos libres con aquella libertad con la cual Cristo nos ha liberado (Gal 5,1). La liberación plena e integral nos la trajo Cristo con su encarnación, muerte y resurrección; es decir, con su Misterio Pascual que se hace nuestro por la acción del Espíritu Santo en el bautismo. "Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad" (2 Cor 3,17).


II.- El Espíritu de los hijos de Dios

Ahondemos un poco el tema central de la VIª Jornada Mundial de Jóvenes y, por consiguiente, del Forum que la precede: "Habéis recibido un espíritu de hijos".
Anotamos algunas ideas, sencillas pero esenciales, que pueden ser útiles para la reflexión, el diálogo y la oración.

1.- El Espíritu Santo nos hace verdaderos hijos de Dios: "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!... Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es" (I Jn 3,1-2; cfr. Gal 4,4-7; Ef 1,5; Jn 1,12). Esto engendra en nosotros una doble actitud: de serena confianza en el amor del Padre y de filial obediencia a su voluntad: "Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito" (Mt 11,26). "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú" (Mt 26,39).

2.- Esta primera y esencial realidad nos lleva a la segunda: si somos hijos de Dios, somos también hermanos en Jesucristo: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo... Todos hemos bebido de un solo Espíritu" (I Cor 12,13). De aquí nace para el cristiano una doble exigencia: la de la participación en la comunión y la de la solidaridad fraterna y universal. Exigencia de una mayor participación activa en el interior de la comunión eclesial. Exigencia de una mayor presencia misionera en el mundo que ha de ser transformado en Jesucristo. "Lo que os mando es que os améis los unos a los otros" (Jn 15,17). "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16,15).

3.- Porque somos hijos de Dios, somos hombres y mujeres libres. "Pues no recibísteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibísteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!" (Rm 8,15). De aquí la serenidad interior, la paz, la alegría, la fortaleza, la esperanza. Fuimos hechos para la libertad, no para la esclavitud, el miedo y la tristeza. Pueden quitarnos todas las cosas, menos la libertad: "Para ser libres nos liberó Cristo" (Gal 5,13). Sólo desde la libertad interior -plenamente vivida, respetada y compartida- se puede aprender a construir un mundo libre. Vivir la libertad interior supone pobreza y desprendimiento. Todos los días hemos de desprendernos de algo; sobre todo, hemos de desprendernos de nosotros mismos. Sólo así seremos felices, con la sensación interior de volar sobre las nubes. El Papa en su Mensaje del 15 de agosto de 1990, les decía a los jóvenes: "Volad a gran altura". Pero la verdadera libertad supone, como en Jesucristo, asumir con amor nuestra "condición de siervos" (cfr. Fl 2,7) y de "servidores" (cfr. Jn 13,17). A la luz de María, "la humilde servidora" del Señor, aprenderemos a ser verdaderamente libres.

4.- El tema de la libertad nos lleva al de la esperanza. Ambos -libertad y esperanza- nos conectan con el Espíritu Santo: "Si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo" (Rm 8,17). "La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios" (Gal 4,6-7). ¡Qué bueno sería ahondar -con profundidad, alegría y consecuencias concretas- en el tema de la esperanza (como lo hace San Pablo en el capítulo VIII a los Romanos), en conexión con la nueva realidad fundamental de los hijos de Dios y la acción fuertemente transformadora del Espíritu Santo: la esperanza en su dimensión personal, comunitaria y cósmica. Es toda la creación la que vive "en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8,24). En el hermosísimo texto de Pablo a los Romanos, la esperanza va unida a "los sufrimientos del tiempo presente", a los "gemidos" y "espera ansiosa" de la creación sometida por el hombre a la esclavitud, a "la revelación de los hijos de Dios", a la manifestación de la gloria de Dios sobre todo el hombre, todos los hombres y la creación entera. Entonces gustaremos la libertad plena y definitiva (esa libertad "a la que hemos sido llamados" y para la cual Cristo "nos ha liberado"). Y no sólo nosotros la gustaremos, sino que participaremos de la alegría de la liberación definitiva de todos los hombres y la creación entera. Gustaremos la plenitud de la libertad en los "cielos nuevos y la tierra nueva, donde habitará la justicia" (2 Pd 3,17). Entre tanto "esperamos con paciencia" y comprometemos nuestro esfuerzo evangélico y cotidiano por la libertad de todos los hombres y la liberación plena de todos los pueblos.

5.- El tema de la esperanza (tan significativamente marcado por la presencia del Señor resucitado y por el amor del Padre, pero tan esencialmente hecho de camino difícil y cotidiano, tan lleno de cruz pascual), nos lleva al tema de la oración. Tan solo desde allí podemos esperar de veras. Pero la oración es algo que el Espíritu Santo hace en nuestro corazón de hijos: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene: mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios" (Rm 8,26-27). El Espíritu se apodera de nuestro corazón filial -pobre y hambriento, silencioso y en espera, fraterno y trasparente- y allí ora en nosotros y por nosotros al Padre: con una oración serena, profunda, breve, confiada, filial: "¡Abbá, Padre!". La oración -como la pobreza y el desprendimiento, la caridad y el servicio- nos enseñan a ser libres. Sólo los contemplativos saben volar sobre las nubes; sólo ellos gustan desde adentro la verdadera libertad de los hijos de Dios.

6.- La libertad supone conocimiento de la verdad y fidelidad a la Palabra. "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,31-32). Para la profundización de esta verdad y para la gozosa fidelidad a su Palabra, Jesús nos promete y envía su propio Espíritu: "El Espíritu de la verdad" que "mora con vosotros" (Jn 14,15-17). "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa" (Jn 16,13).

7.- Una última reflexión: Todo esto -la filiación adoptiva, la fraternidad universal, la libertad evangélica, la esperanza teologal, la oración contemplativa, el conocimiento de la verdad- suponen (y al mismo tiempo engendran) una profunda y gozosa experiencia del amor de Dios. Por eso San Pablo termina el Capítulo VIII de la Carta a los Romanos -dedicado a la vida cristiana en el Espíritu- con el magnífico "Himno al amor de Dios": Nada ni nadie "podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor Nuestro" (cfr. Rm 8,31-49). De allí parte, en definitiva, el verdadero sentido de la libertad: somos hijos de un Padre que "tanto amó al mundo que le dio a su Hijo..." (cfr. Jn 3,17); somos imagen (todos) de un "Dios que es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (I Jn 4,16).

Panorámica JMJ 1991


III.- Importancia y sentido del Forum

La inquietud de hacer preceder con un Forum la celebración de la Jornada Mundial de los Jóvenes con el Papa, nació en Buenos Aires (1987) de los mismos jóvenes participantes al Primer Forum. Aquella primera experiencia fué buena y nos enseñó mucho. Vino luego la celebración del IIº Forum Internacional en Santiago de Compostela. Creemos sinceramente que esta segunda experiencia resultó más completa. Pero, también aquí resultaron límites e imperfecciones inevitables que queremos ir superando. Este IIIer. Forum se abre, en un momento delicado y providencial, ante las expectativas y esperanzas de todo el mundo, no sólo de los jóvenes y de la misma Iglesia. Parafraseando el texto de San Lucas, cuando describe la primera presentación de Jesús en la Sinagoga de Nazaret, podríamos decir de este Forum: "los ojos de todos estaban fijos en él" (Lc 4,20).

El mundo -sobre todo el de Europa- ha cambiado totalmente desde el Forum de Santiago: cayeron muros y fronteras, y se abrieron espacios de libertad para los países del Este. Protagonistas de esta cambio radical fueron, en gran parte, los jóvenes. Nos preguntamos con honestidad: ¿cuál es la libertad que los jóvenes buscaban? ¿la van encontrando en el camino de sufrimiento y de esperanza hasta ahora recorrido? ¿Cuáles son los valores morales y espirituales que les podemos ofrecer desde nuestro occidente cristiano y oficialmente libre? ¿tenemos, para ofrecerles, reservas de nuestra fe, riquezas de vida cristiana en el Espíritu, claridad de testimonio y fuerza de propuestas para una "nueva envangelización"? Creo que aquí está el gran desafío de nuestro Forum. Es un forum totalmente nuevo: por lo nuevo del mundo y de la Iglesia. Por lo nuevo de los jóvenes, con sus angustias y esperanzas, con sus deseos de participar, cambiar las cosas (desde la transformación de sí mismos) y construir. Por consiguiente, tiene que ser nueva también la metodología: esencialmente tiene que ser la del encuentro, la oración y el diálogo; metodología de escucha, humilde y sincera, de reflexión personal y comunitaria, de oración serena, de gratitud y de búsqueda. Tiene que estar Dios en medio de nosotros: como el que nos habla, nos limpia los ojos, nos abre el corazón y nos compromete. No bastan los discursos ni las grandes propuestas. Todo tiene que nacer de adentro y desde arriba. En cierto sentido esta Jornada Mundial tiene que estar caracterizada por la humildad y la pobreza, la austeridad y el sentido del sacrificio, el arrepentimiento, la conversión y el compromiso. Tenemos que evitar los riesgos del triunfalismo, la victoria y la conquista. El clima de este Forum tendrá que ser el de la acogida y la gratitud: acogida gozosa del Don de Dios y gratitud por el reencuentro entre los hermanos.

De aquí la importancia del trabajo en grupos y, sobre todo, de la oración personal y comunitaria. El Forum no puede reducirse a una intercomunicación de noticias o experiencias vividas; eso puede quedar en la superficie de la curiosidad o la sorpresa. Tenemos que preguntarnos: ¿por qué y cómo sucedió todo esto, por qué nos toca vivirlo a nosotros y qué espera Dios de nuestra entrega radical y generosa? No bastan los discursos ni los proyectos; este es un Forum de interioridad y de comunión, de fortaleza en la esperanza, de solidaridad y de compromiso. Por eso la importancia y responsabilidad de este Forum. No podemos desperdiciar el momento privilegiado de Dios, ni defraudar las expectativas y esperanzas de los hombres. Por eso, repito, es un Forum que tiene que ser vivido desde adentro y desde arriba: es como una gracia de Dios que necesita ser acogida con humildad y vivida con generosidad y apertura universal. Acoger el Don de Dios, hacerlo fructificar y comunicarlo con sencillez y alegría: al Este y al Oeste, al Norte y al Sur. Lamentablemente son pocos los que participan; lo exige la naturaleza y la practicidad del Forum; pero creo que la participación es suficientemente representativa e internacional. Toca ahora a nosotros profundizar el tema presentado, en la comunión fraterna y la oración; vivir con gratitud y gozo esta experiencia nueva, religiosa y eclesial; comunicar luego a los jóvenes de otros paises y culturas lo que hemos vivido y gustado juntos en estos días y cómo nos toca a todos ponernos enseguida en camino de solidaridad y de servicio, de fidelidad y de esperanza. Como María de la Visitación: llevando en la pobreza y el silencio la Palabra que el Espíritu engendró en nosotros. "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios" (Gal 4,4-7). Terminamos así con un texto paulino similar al que habíamos colocado en el comienzo: somos libres porque somos hijos de Dios por el Espíritu. Pero aquí aparece un elemento nuevo: María, "la mujer nueva", la Madre de Jesús "llamado Cristo" (Mt 1,16). A la sombra de su Santuario en Jasna Gora, celebramos nuestro III Forum Internacional de Jóvenes. Que María nos guarde en su corazón pobre y contemplativo donde el Espíritu Santo engendró la Palabra que se hizo carne y plantó su morada entre nosotros (cfr. Jn 1,14).

+ Eduardo F. Card. Pironio
III Forum Internacional de Jóvenes,
Czestochowa 7 de agosto de 1991.

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