Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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viernes, 8 de mayo de 2015

Pironio: El Milagro de la Virgen de Luján

22 Milagros



El nacimiento de Eduardo Pironio es un
Milagro de la Virgen de Luján.
Su madre Enriqueta después del primer parto ya no podía tener más hijos. Paso por Nueve de Julio un Santo Obispo que la encomendó a la Virgen de Luján.
Entonces con el aceite de la lampara que "arde ante Nuestra Señora" se curó. 
Enriqueta dió vida a 21 hijos más. 
Tenía "Veintidos milagros" porque incluso su primogénito había desencadenado acaso, las gracias celestiales que descendieron en sus entrañas.
Por eso Eduardo Francisco es el milagro 22 de Nuestra Señora de Luján. 
Ese niño que vivía en el campo, después fue llamado por el mismo Dios y se hizo un "alter christus". La providencia divina también le concedió la cruz pectoral de aquél Obispo que había curado a su madre... 
Pero Dios tenía todavía más para Eduardo y lo convirtió en "profeta de las naciones" en "Sucesor de los apostóles".  

Por eso Eduardo vivió santamente. Con su vida humilde, profética, misionera, pascual, con su martirio silencioso honró el milagro que la Virgen de Luján había hecho en su madre, el milagro de su persona, los 22 milagros.

Así lo cuenta el Cardenal Pironio:




"Virgencita de Lujan, Madre nuestra y de todos los argentinos, Madre de los pobres y de los que sufren, Madre de mi sacerdocio" [...]
Señora de Luján: Tú sabes muchas cosas de mi vida que yo no puedo contar ahora. Tú sabes que mi propia vida es un milagro de tu intercesión privilegiada. 
Tú curaste a mi madre con el aceite que ardía ante tu lámpara. 
Tú sabes también que mis cincuenta años de sacerdocio fueron marcados ininterrumpidamente por tu presencia de Madre. 
Ya que lo sabes todo, te pido simplemente que lo presentes a tu Hijo y por tu Hijo al padre en la unidad del Espíritu. 
Nada más, María de Luján y de las pampas, Madre los pobres y los humildes, Nuestra Señora del milagro. 
Gracias por todo, Madre de mi sacerdocio, causa de nuestra alegría y madre de la Santa Esperanza. 

Madre de mi sacerdocio, cuando llegue la hora de mi vuelta al Padre, te pido que me asistas como lo hiciste siempre y me muestres el fruto bendito de tu vientre: Jesús, el Sumo y Eterno Sacerdote, el que me ungió con el Espíritu Santo para anunciar a los pobres la Buena Nueva del Reino, el que me consagró sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres. 
Muchas gracias, Señora de Luján, Madre de Jesús y madre nuestra, madre de todos los argentinos. En tu corazón dejo mis alegrías y mis cruces. 
Dejo mi ofrenda de pobre: lo poco que hice y lo mucho que no supe hacer. 
Dejo mi querido pueblo argentino y mi querida Iglesia que peregrina en la Argentina, la Iglesia Universal que preside Juan Pablo II. Desde tu corazón grito al Padre: “Fiat y Magnificat”. 
Que mi vida siga siendo siempre un “sí” a su designio de amor y un “muchas gracias” por sus grandes maravillas obradas en mi sencillez de pobre. Amén. 
+ EDUARDO CARDENAL PIRONIO (Extracto Oración a la Virgen de Luján)

El mismo Cardenal contaba que en su familia había algo de milagroso (padre Fernando Vérgez, 2008 disponible aquí)
«Cuando nació su primer hijo, mi madre tan sólo tenía 18 años y se enfermó gravemente. Cuando se recuperó, gracias a la unción del aceite de la lámpara que arde ante la imagen de Nuestra Señora de Luján, los médicos le dijeron que no podría tener más hijos, pues, de lo contrario, su vida correría un grave riesgo. En ese tiempo se encontraba en Nueve de Julio en visita pastoral el obispo auxiliar de La Plata, Mons. Alberti. 
La Señora Pironio le expuso su caso, pidiendo su bendición. Mons. Alberti le dijo: “Los médicos pueden equivocarse. Usted póngase en las manos de Dios y cumpla con sus deberes de madre y de esposa”. Mi madre desde entonces dio a luz a otros 1 hijos —yo soy el último—, y vivió hasta los 8 años. Pero lo mejor no acaba aquí, pues años después fui nombrado obispo auxiliar de La Plata, precisamente en el cargo de aquel que había bendecido a mi madre. El día de mi ordenación episcopal —prosigue el cardenal Pironio— el arzobispo me regaló la cruz pectoral de aquel obispo, sin saber la historia que había detrás. Cuando le revelé que debía la vida al propietario de aquella cruz, lloró». 

Monseñor Francisco Alberti (de coral)


El Papa Juan Pablo II, en la homilía de la misa del funeral del Cardenal, después de narrar esta historia, comentó: “He querido referir este episodio, narrado por el mismo cardenal, porque pone de manifiesto las razones que sostuvieron su camino de fe. Su existencia fue un cántico de fe al Dios de la vida. Lo dice él mismo en su Testamento espiritual: «¡Qué lindo es vivir! Tú nos hiciste, Señor, para la vida. La amo, la ofrezco, la espero. Tú eres la vida, como fuiste siempre mi verdad y mi camino! ». (Vérgez, 2008)




DEL CARDENAL PIRONIO A MONSEÑOR PRESAS 

(Documento AICA, febrero de 1998. Disponible aquí )

Monseñor Juan Antonio Presas dio a conocer una carta que le envió el cardenal Pironio, donde a su pedido el purpurado le contaba al historiador de la Virgen de Luján pormenores de su nacimiento y familia.



Monseñor Carlos Galán
De Monseñor Galán
«Estaba yo empeñado -dijo monseñor Presas- en una segunda edición de los ‘Anales de Nuestra Señora de Luján’ y bondadosamente, monseñor Carlos Galán, en ese tiempo, obispo auxiliar de Morón, me dejó una nota en mi escritorio, donde comenzaba diciendo: 
‘El 26 de diciembre de 1985, hablando con el señor cardenal Eduardo Pironio, en casa de su hermana, en Nueve de Julio, Buenos Aires, me comentó que tenían allí la antigua imagen d la Virgen de Luján, que por largos años se veneró en la iglesia parroquial de Santo Domingo de Guzmán, en Nueve de Julio, hoy iglesia catedral de la diócesis. 
Dicha imagen fue luego retirada y sustituida por una réplica de la imagen misma que se encuentra en la Basílica Nacional de Luján. 
Me dijo Su Eminencia que la tenía en su casa en vistas a llevarla para una restauración, y que mientras tanto le era gratísima su vecindad, porque le era deudor de un hecho prodigioso.
«Narró entonces que habiendo emigrado sus padres de Italia a la Argentina, jóvenes que habían contraido matrimonio en su patria, su madre (la señora Enriqueta, que yo he tenido la dicha de conocer) quedó muy mal de su primer parto, ocurrido en Nueve de Julio, diciéndole el médico que no podía tener más hijos. Ella, muy acongojada por tal situación, aprovechando la visita a la parroquia de monseñor Francisco Alberti, a la sazón obispo auxiliar d La Plata, fue a confesarse y a aconsejarse con él. El Obispo le dijo que se calmara, que pusiera su confianza en Dios y en la Santísima Virgen y que él, cuando terminara de confesar, iba a celebrar la misa en el altar de la Virgen de Luján para pedir especialmente por ella. Así lo hizo. La señora de Pironio tuvo luego diecinueve hijos, el último de los cuales es Su Eminencia el señor Cardenal.-
Mons. Carlos Galán, Obispo Titular de Cedie.»




Respuesta del Cardenal Pironio


Mons. Juan Carlos Presas

La nota de monseñor Galán no lleva fecha (era una esquela interna, del momento), pero la carta que le envió a monseñor Presas el purpurado, está fechada en Roma el 13 de marzo de 1986.
«Acuciado yo -dice monseñor Presas- por la nota del señor Obispo y movido de una mayor curiosidad, escribí al señor Cardenal, con quien en varias ocasiones me había relacionado por motivos marianos de Luján, pidiéndole una mayor información sobre el particular. 
La respuesta no tardó en llegar, y fue esta: 



Roma, 13 de marzo de 1986


Muy querido Monseñor Presas:
‘Me dio muchísima alegría su carta del 11 de febrero (1986). Gracias por haberme escrito en tal fecha de Nuestra Señora de Lourdes. Gracias sobre todo por el favor que me pide. Es para mí una alegría inmensa confirmar cuanto Monseñor Galán dice en la nota adjunta. Solamente corregiría el final: mi madre tuvo 22 hijos y yo soy el último. El hecho concreto es lo que cuenta Monseñor Galán a quien mi madre quería muchísimo.
‘Apenas casados mis padres, muy jóvenes -mi madre 18 y mi padre 20- vinieron desde el Friuli a la Argentina. Se establecieron en Nueve de Julio. Cuando nació mi hermano el mayor, mi madre estuvo gravísima, ella solía repetir: Como Cristo en la cruz. Estuvo seis meses sin moverse, ni siquiera poder tomar una gota de agua. Su curación fue también un milagro de Nuestra Señora de Luján. Estando ella en esas condiciones, llegaron los misioneros a predicar una misión en Nueve de Julio; la visitaron, le dijeron a mi padre que en el primer tren que pudiera tomar fuese a Luján y pidiese a los Padres de la Basílica un algodón mojado en la lámpara que arde frente a Nuestra Señora; así lo hizo mi padre, regresó inmediatamente y frotó con ese aceite a mi madre; ella comenzó a restaurar su salud y a estar perfectamente bien. El médico le dijo que no podía tener más hijos porque ciertamente moriría. Llegó a pasar por allí Monseñor Alberti, obispo auxiliar de La Plata, y mi madre fue a confesarse con él, le contó el caso. Monseñor le dijo: ‘Señora, los médicos también pueden equivocarse, tenga confianza en el Señor; yo ahora voy a celebrar la misa en el altar de Nuestra Señora de Luján por usted.
‘Total que mi madre vivió hasta los 82 años y tuvo 22 hijos, yo soy el último de ellos.‘Un poco rápidamente, esa fue la historia. Me alegra mucho haberle podido ser útil en esto que para mí es una forma de agradecer a Nuestra Señora de Luján, mi vida, mi sacerdocio, mi episcopado. 
Allí, en el corazón de Nuestra Señora, en su Santuario de Luján está todo lo mío.
‘Gracias, monseñor Presas, por todo lo que hace en la publicación de historia de Nuestra Señora de Luján. Que Ella se lo recompense. Yo le deseo una felicísima Pascua de Resurrección. Un fuerte abrazo y mi bendición en Cristo y María Santísima.  + E. Card. Pironio.»

Carta del Cardenal Pironio al monseñor Presas

(El documento se encuentra en exhibición junto a la tumba del Cardenal) 

 Asi lo relata Laura Moreno (2002, disponible aquí)

Por esa época, llegó a Nueve de Julio en visita pastoral Monseñor Alberti que era obispo auxiliar de La Plata. El matrimonio le planteó su situación, el obispo con mucha fe sugirió a José “que fuera al Santuario de la Virgen de Luján, Patrona de la Argentina, –distante casi doscientos kilómetros–, y que pidiera aceite de la lámpara que arde delante de la Virgen para ungir con ese óleo a su esposa. José, lo hizo y su esposa se curó completamente”.
Sin embargo Enriqueta sentía inquietud de conciencia entre su deber como esposa cristiana y su débil salud. A los pocos días conversó con Mons. Alberti, quien tenía fama de bueno y santo. Enriqueta le presentó su preocupación. 
El obispo le respondió: “Señora, póngase en manos de Dios y cumpla con su deber de madre y esposa”. Luego, la invitó a participar de la Santa Misa en la que rezaría particularmente por su intención y eligió para la celebración el altar lateral de la parroquia de Nueve de Julio dedicado a la Virgen de Luján.
Este hecho fue recordado por Enriqueta con gratitud durante su larga vida. 

José y Enriqueta tuvieron veintiún hijos más, el último y vigésimo segundo fue Eduardo Francisco. Además de Pedro Ángel, nacieron José Luis (1901), Ángel (1903), José (1904), Antonio (1905), Urbano (1907), Ángel Antonio (1908), los mellizos Juan y Miguel (1909), Remigio Luis (1910), Arturo Luis (1914), Zulema (1918).
Eduardo nació el 3 de diciembre de 1920, en Nueve de Julio, igual que todos sus hermanos, fue bautizado en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán de Nueve de Julio por el Padre Alejandro Borghi, sus padrinos fueron Pedro Pironio y Luisa Teresa Rossi. La alegría por la vida de nuevo niño quedaría signada por una fuerte experiencia de dolor familiar, tres de sus hermanos, morían ese mismo mes de diciembre como consecuencia de la epidemia conocida como “la española” que se había extendido ese año (tenían 17, 14 y 9 años). Remigio y Ángel enfermaron gravemente, pero tiempo después se recuperaron.
La acción providencial y la intercesión de la Virgen de Luján marcaron la vida de la familia y particularmente la del más pequeño; la mirada de fe se anteponía a toda perspectiva humana, en el sentido de descubrir la intervención de Dios en la vida misma.
El ambiente en el que creció Eduardo fue de trabajo y austeridad. Los Pironio habían sabido formar una familia profundamente religiosa, sencilla, afectuosa y unida, en la que todos cooperaban. Cultivaban el respeto, la valoración por las cosas bien hechas y la educación. Los sacramentos y la vida de fe ocupaban un sitio importante en la vida familiar.
(En Moreno Laura, 2008)


LAS «DEBILIDADES» DEL CARDENAL PIRONIO 
(AICA 1998, Disponible aquí)

En una carta de despedida al hijo dilecto de Nueve de Julio, el diocesano local, monseñor José Tommasi, recordó que el amor a la Virgen, la preocupación por los sacerdotes y la esperanza en los jóvenes, fueron las «santas debilidades» del cardenal Eduardo Pironio. Dice textualmente:


Monseñor José Tommasi
«Sintetizar, en pocas líneas, la vida de una persona admirada por todos, es harto difícil. Solamente el porte externo del eminentísimo cardenal Eduardo Francisco Pironio nos trasladaba a la realidad de un alma generosa con capacidad para transformar en esperanza cualquier situación de quien recibía su mensaje simple desde su sonrisa habitual, reflejo de una vida embebida en Dios.
«En esa sonrisa y más en sus palabras, se podía leer su alma de hombre de oración contemplativa, fe cimentada en la roca de la Palabra de Dios, esperanza enraizada en la Providencia divina y el gran amor en el insondable Misterio Pascual, que fructificó en cuanta labor pastoral le encomendaba la Iglesia.
«Innegables sus vitales amores, que no solamente proclamaba, sino que principalmente los hacía vida de su vida: Eucaristía, María Santísima, Iglesia, juventud, sacerdotes, laicos... todo con un aroma de humildad contagiosa y constructiva.
«Su pluma profunda, pero felizmente fácil de asimilar, dio pie a muchos para una conversión al compromiso bautismal y a no pocos al crecimiento de las virtudes fundamentales de todo creyente.
«Hablando de virtudes, hablemos de ‘debilidades’. La primera, la preocupación de toda vida sacerdotal. No escatimaba tiempo y distancia para visitarlos y animarlos en todo momento... y hasta alentarlos en las virtudes que ellos tenían y de las que él decía carecer. Otra ‘debilidad’ santa, la preocupación por toda vida religiosa, por quienes bregaba en su consejo anhelante para que fueran el ejemplo viviente del Misterio Pascual (Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo).
«La juventud, esperanza de la Iglesia y ‘sonrisa de su vida’, a quienes inculcaba la firmeza basada en una acción reflexiva de la existencia, que nombraba: fe, vida heroica, siempre ‘fresca’.
«Familia, que aprendió a amar en las rodillas de su madre, amor que llevó a toda la familia humana con el convencimiento de ser el menor de los hermanos, y por lo mismo, muy amado por Dios.
«Amor a la Virgen y sellado con la frase: ‘Dios vio mi pequeñez’ y con Ella haré que todos se enamoren de Dios Padre creador, de Dios Hijo redentor, del Espíritu unificador. Luján, centro de sus amores, allí quiso esperar la resurrección, amparado después de la muerte como lo fuera en la vida.
«Nueve de Julio ¡Siéntete santamente orgulloso del hijo dilecto que llegó a la Casa del Padre, de manos de María Santísima!»


BAUTIZADOS EN LA MISMA PILA
El arzobispo de La Plata, monseñor Carlos Galán, quien como el cardenal Pironio, nació en Nueve de Julio, recordó que el purpurado fallecido "nació a la fe en la Iglesia particular de La Plata, ya que fue bautizado en una parroquia dependiente de esta sede; aquí, como alumno de esta jurisdicción ingresó al Seminario, y aunque luego pasó a pertener a la nueva diócesis de Mercedes, completó sus estudios en este Seminario, con el que siempre conservó relación cordial".
"Posteriormente fue llamado a integrar el Colegio Episcopal como obispo auxiliar de La Plata, dejando, a pesar de estar pocos años, un imborrable recuerdo. Desde aquí fue llamado a altas responsabilidades en la Iglesia en Latinoamérica, y aun como diocesano fue sufragáneo de esta metrópoli eclesiástica", detalló.
Monseñor Galán subrayó además su "entrañable" amistad con el purpurado fallecido: "Hemos sido bautizados en la misma pila, celebramos nuestra primera misa en la misma iglesia y con los mismos ornamentos, y la dulce añoranza por la patria chica nos aunaba en la emoción." (Documento publicado como suplemento del Boletín Semanal AICA Nº 2249, del 25 de  febrero de 1998. Disponible aquí)


Gracias Virgen de Luján por Eduardo Francisco Pironio! 
Sacerdote, Obispo, Cardenal!!
Nuestra pedido Madre de Luján te lo dejamos ante tus sagrados pies... 
que sea Beato! 

2 comentarios:

  1. GRACIAS POR ESTA COMPAÑIA
    SOY SEGUIDOR DEL CARDENAL PIRONIO EJEMPLO PARA MI SACERDOCIO DESDE SIEMPRE POR SIEMPRE
    OREMOS POR EL

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    1. Padre Milton Gracias por su comentario! Contamos con sus oraciones! Dios lo bendiga

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