IV
FORUM INTERNACIONAL DE JÓVENES
«He
venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10)
Vigilia de los jóvenes - JMJ Denver 1993 |
Este
es el tema que nos ha fijado el Santo Padre para la VIII Jornada
Mundial de la Juventud. Lo hemos reflexionado durante todo un año,
lo hemos contemplado, lo hemos compartido. Ahora lo volvemos a
retomar para profundizarlo desde otra perspectiva más universal -por
consiguiente más rica y más completa-: el encuentro mundial en
Cristo y con el Papa de jóvenes de todos los países, de diferentes
culturas y lenguas, de realidades distintas y a veces contrastantes y
contradictorias.
¿Es verdad que todos los jóvenes aman la Vida y la
buscan? La experiencia cotidiana nos dice lamentablemente que no. ¿No
se sienten con frecuencia víctimas y protagonistas negativos de una
anticultura de la muerte? Sin embargo, los jóvenes están llamados a
ser el germen de una nueva civilización de la verdad, de la vida y
el amor. Todo esto nos lleva a una mirada profunda y comunitaria -una
mirada de fe- sobre el mundo, la Iglesia, Jesucristo. El programa
preparado para este IV Forum Internacional prevee sintéticamente lo
siguiente: una mirada sobre la realidad concreta del mundo, una
reflexión bíblico-teológica sobre esta realidad, una opción
radical por Cristo «vida nuestra», una
experiencia de Iglesia comunidad de vida, un compromiso misionero de
inserción en el mundo desde la vida nueva en Jesucristo. Por eso
la importancia de este Forum que no es simplemente de información,
de intercambio de ideas, de estudio, sino fundamentalmente un Forum
de profunda renovación, de conversión y de esperanza. Es un Forum
de jóvenes «delegados», por eso su
responsabilidad frente a las Conferencias Episcopales o frente a las
Asociaciones, Movimientos y Grupos que representan. Es un Forum de
«dirigentes» -adultos o jóvenes-; por
eso, la fuerza de su testimonio, la validez de su palabra y la
seriedad de su compromiso. Diría que este Forum tiene que ser
esencialmente un Forum de gracia, de santidad, de trasparencia. Por
lo mismo tiene que ser hecho en profundidad de oración, en alegría
de caridad fraterna y en generosidad de disponibilidad para la
misión.
Paso
ahora a presentar brevemente algunas reflexiones:
1 _ «He
venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia».
Jesús dice estas palabras en el contexto de su misión de
«Buen Pastor»: «Yo soy la Puerta». «Yo soy el
Buen Pastor»: «el buen Pastor da su vida por las ovejas»
(cfr. Jn 10,7-16). «Por eso me ama el Padre porque yo doy mi vida
para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo...»
(Jn 10, 17-18);
A-
se
trata de la misión de Jesús: «para eso he sido enviado»,
«este es el mandato que recibí de mi Padre». Recordemos las
palabras de Jesús a Nicodemo: «Sí, Dios amó tanto al mundo,
que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no
muera, sino que tenga la Vida eterna» (Jn 3,16). San Juan,
conectando la misión de Jesús con el amor del Padre, nos dice: «Así
Dios nos manifestó su amor: envió su Hijo único al mundo, para que
tuviéramos Vida por medio de él» (1 Jn 4,9). Esta misión de
dar la vida la realiza Jesús por las palabras, los gestos, la
entrega de su propia vida en la cruz. «Les aseguro que el que
escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida
eterna» (Jn 5,24); «las palabras que les dije son Espíritu
y Vida» (Jn 6,63). Jesucristo mismo es la Palabra que «estaba
junto a Dios y era Dios... En ella estaba la vida y la vida era luz
de los hombres... Y la Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros» (cfr. Jn 1,1-14). Jesús fue enviado por el Padre para
que tuviéramos vida; por eso «recorría toda la Galilea,
enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y
curando todas las enfermedades y dolencias de la gente» (Mt
4,23). Las palabras y los gestos de Jesús se refieren directamente a
la Vida: las enseñanzas del Reino, la curación de los enfermos y la
resurrección de los muertos manifiestan que Jesús ha sido enviado
para comunicarnos la Vida. «Yo soy la Resurrección y la Vida, el
que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en
mí, no morirá jamás» (Jn 11,25-26), responde Jesús a la
dolorosa experiencia de las hermanas de Lázaro: «Señor, si
hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Jn 11,21 y
32). Porque sienten que Jesús es la Vida: «Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida» (Jn 14,6). «Yo soy la luz del mundo. El
que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
Vida» (Jn 8,12). Pero Jesús no sólo nos enseña que El es la
Vida y nos da vida, sino que nos entrega su propia vida en la cruz
(«No hay amor más grande que dar la vida por los amigos»,
Jn 15,13) y en la Eucaristía: «El pan que yo daré es mi
carne para la Vida del mundo» (Jn 6,51). «El Padre me ama
porque yo doy mi vida» (Jn 10,17)
B-
A
la luz de la misión de Jesús (el enviado del Padre para dar
la Vida) se esclarece la nuestra: hemos sido elegidos para
comunicar la Vida. «No son ustedes los que me eligieron a mí,
sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y
den fruto, y ese fruto sea duradero» (Jn 16,16). Es el modo y la
urgencia para ser discípulos: «La gloria de mi Padre consiste en
que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos»
(Jn 15,8). Pero la condición indispensable es vivir en Cristo: «El
que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto, porque separados de
mí nada pueden hacer» (Jn 15,5). Hemos sido convocados hoy por
Jesucristo para vivir y comunicar la Vida en medio de un mundo que la
desea y la busca, pero no conoce el camino o lo busca entre «los
falsos maestros» de la vida. «Porque han aparecido en el
mundo muchos falsos profetas» (1 Jn 4,1).
C-
Tener
la Vida en abundancia y comunicarla es, por eso, hacer una
experiencia de Vida en plenitud: vida humana y divina,
temporal y eterna, Vida sagrada que se inicia en el seno de la
madre, desde el primer momento de su concepción, y debe ser
respetada hasta el último momento de la existencia. El aborto y la
eutanasia son crímenes horrendos contra la vida; como son crímenes
contra la vida la droga, el alcohol y el cada día más creciente y
preocupante fenómeno del suicidio juvenil. La Vida no se cierra en
el ámbito de lo personal y visible, de lo inmediato y terreno, de lo
corporal y tangible. Vivir es nacer, crecer, desarrollarse; pero
vivir es, al mismo tiempo, entender, amar, aprender a darse. Vivir es
contemplar y amar la naturaleza (primera expresión de la belleza y
de la bondad de Dios), entrar en comunión profunda con todos los
hombres (creados a imagen de Dios y llamados a ser sus hijos en la
novedad del Espíritu, que grita en nuestro interior: «Abbá,
Padre»), caminar juntos en la esperanza hacia los cielos nuevos
y la tierra nueva que Dios nos tiene prometidos. La Vida en
abundancia abarca todo nuestro ser __cuerpo, alma y
espíritu__. Supone la salud del cuerpo, la
formación de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, y el
progresivo crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad. Supone
vivir en Dios por la gracia e ir creciendo cotidianamente en la
santidad. Vivir en Cristo por el Bautismo. «Yo estoy crucificado
con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que
sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó por mí» (Gal 2,19-20). Hemos sido hechos
para la Vida; por eso, fuimos llamados a ser «santos e
irreprochables en su presencia por el amor» (Ef 1,4). La Vida en
abundancia es la santidad.
2
-
Nacidos
a la Vida nueva en Cristo Jesús. En el interior del tema general
de la Jornada («he venido para que tengan Vida») se inserta
el tema de este IV Forum («nacidos a la Vida nueva en Cristo
Jesús»). Partimos de estas palabras de San Pablo en su segunda
Carta a los Corintios: «El que vive en Cristo es una nueva
criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho
presente» (2 Cor 5,17). En la Carta a los Efesios el apóstol
Pablo nos dice: «Nosotros somos creación suya; fuimos creados en
Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios
preparó de antemano para que las practicáramos» (Ef 2,10). Más
explícitamente aún nos lo afirma San Pablo en un texto que leemos
cada año en la Vigilia Pascual: «Por el bautismo fuimos
sepultados con él (con Cristo) en la muerte, para que así como
Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos
una Vida nueva» (Rm 6,4). El Apóstol Pedro nos abre así el
camino de la esperanza cristiana: «Bendito sea Dios, el Padre de
Nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo
renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva»
(1 Pd 1,3).
Nuestro
itinerario del forum supone tres momentos: una mirada sobre el
mundo (reconocer si en el mundo se da la vida), una reflexión
teológico-biblica sobre la vida y una opción por la vida,
que es una opción por Cristo (dejarnos invadir por la Vida que es
Cristo), una opción por la Iglesia, comunidad de vida, y una opción
por una misión recreadora en el mundo.
Llegada del Papa - Vigilia de los jóvenes. JMJ Denver 1993 |
A-
Una
mirada realista y concreta -mirada de fe y de esperanza- sobre
nuestra propia vida y la vida en el mundo. ¿Cuál es el sentido de
la vida que percibimos a nuestro alrededor: en la familia, en el
colegio, en la universidad, en el trabajo, en el deporte, en los
medios de comunicación? ¿Cuál es el sentido de la vida que
descubrimos en nosotros mismos? ¿Qué significa para nosotros vivir?
¿Qué significa morir? ¿Cómo nos impresiona la anticultura de
muerte que reina en los países en guerra, en hambre extrema, en
injusticia y opresión? ¿Es sólo curiosidad periodística y
superficial compasión? ¿O es dolor verdadero, participación activa
en el sufrimiento y compromiso para aliviarlo? ¿Es verdad que en los
países de opulencia y consumismo se vive bien y se tiene el sentido
de plenitud de la Vida? ¿No es verdad que a veces en los países
pobres hay más sentido y experiencia de la Vida? ¿Qué hace falta
para que todos (no solamente unos pocos) tengamos vida en
abundancia?¿Hemos descubierto a Cristo «vida nuestra»? ¿Por
qué, sobre todo en ciertos países, se da el fenómeno del
desconcertante suicidio de jóvenes, adolescentes y aún de niños?
¿Nos hemos preocupado alguna vez por tantos millones de niños que
mueren de hambre cada día (o por los millones de niños que no
nacen), por los ancianos que viven solos, por los enfermos terminales
que aguardan con sufrimiento y desesperanza la cercanía de la muerte
inevitable? ¿Cómo nos impresiona el fenómeno de la droga, del
aids, del alcohol, males que acaban con la vida de los jóvenes? ¿Qué
nos dice el fenómeno del analfabetismo? Porque vivir es tener
capacidad de leer y entender, de conocer la verdad y buscarla, de
prepararse para un trabajo digno y una participación activa en la
vida de la comunidad. Hay mil millones de adultos analfabetos y otros
tantos chicos y jóvenes en edad escolar o pre-escolar. El fenómeno
del analfabetismo genera pobreza, miseria, violencia, muerte. Vivir
es amar y darse. Vivir es ser feliz y contagiar a los demás la
alegría de haber descubierto la Vida, de haber encontrado a Cristo.
B-
La
reflexión: es el momento fundamental de la reflexión y la
esperanza a la luz de la Palabra de Dios. Es la reflexión que
haremos mañana bajo la iluminación bíblico-teologica del Card.
Martini. Hay una iluminación que viene directamente de la Palabra de
Dios: «Al principio existía la Palabra...En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres» (cfr. Jn 1,1-4). Pero la
situación dramática que vive el mundo -sumergido en la tinieblas,
el dolor y la muerte- nos invita a penetrar más hondamente en el
sentido de la Vida, en sus condiciones y exigencias, en la necesidad
de dejarnos «recrear en Cristo Jesús» para tener la Vida,
anunciarla y comunicarla.
C-
La
opción: es la opción que tendremos que hacer personal y
comunitariamente por la vida que es Cristo, por la Vida que se nos
comunica en la Iglesia comunión, por la Vida nueva que nos
comprometeremos a infundir en el mundo. Es lo que quieren indicarnos
los títulos de los Grupos de Trabajo y la Mesa redonda:
optar
por Cristo, optar por la vida. «Maestro bueno, ¿qué debo
hacer para heredar la Vida eterna?» (Mc 10,18) Es la pregunta
que hace a Jesús un joven acerca de una vida en plenitud. La
respuesta de Jesús es progresiva: primero, la fidelidad a los
mandamientos; luego, la radicalidad del seguimiento. «Jesús lo
miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo
que tienes y dalo a los pobres... Después, ven y sígueme"»
(Mc 10,21). Al joven le faltó el coraje para el radical seguimiento
de Jesucristo, «porque poseía muchos bienes» (Mc 10,22).
Optar por Jesús supone desprendimiento y pobreza. Un día, «mientras
iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde
vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus
cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no
tiene dónde reclinar su cabeza"» (Lc 9,57-58). Optar por
la vida es optar por el amor, por el mandamiento principal: «Maestro,
¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?», le
pregunta a Jesús un Doctor de la Ley. La respuesta, para un
intelectual judío, doctor de la Ley, es fácil: «"Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti
mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra
así y alcanzarás la vida"» (Lc 10,25-28). Pero
falta lo más importante: «¿Y quién es mi prójimo?».
Jesús responde con un parábola que todos conocemos, y concluye: «Ve
y procede tú de la misma manera» (Lc 10, 29-37). Prójimo es
aquel que encuentro en mi camino, semimuerto, y me necesita. Optar
por Cristo es vivir en pobreza y seguirlo, amar a los hermanos y dar
la vida por ellos. «No hay amor más grande que dar la vida por
los amigos» (Jn 15,13).
Juntos
por la vida: expresamos la idea de fraternidad, de solidaridad,
de comunión. Vivir es entrar en comunión con los demás, romper
nuestra soledad, salir de nuestro egoísmo. ¡Cómo cambia nuestra
vida -y cuánta riqueza recibe- cuando sabemos que no la vivimos
solos, que vamos haciendo el camino con los otros, que vamos
generando vida en la medida de nuestra entrega y la irradiación de
nuestra alegría, de nuestra esperanza, de nuestra donación! La Vida
es uno de esos bienes que va creciendo en nosotros en la medida que
la vamos dando y compartiendo. Juntos por la Vida significa
todavía algo más profundo: vivir en la comunión eclesial,
insertados plenamente en la misma Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo de
Cristo. Comprometernos en formar comunidades maduras de fe, de una fe
profesada, celebrada y vivida. Vivir la comunión eclesial en la
parroquia, en la diócesis, a nivel de Iglesia universal, comunión
entre los diferentes grupos, movimientos, asociaciones. No promover
divisiones, discordias, autonomías peligrosas; no hacer del propio
grupo o movimiento la forma única de salvación, de formación, de
ser Iglesia. No condenar fácilmente a los otros grupos, movimientos
o asociaciones. Cristo no está dividido.
Esta
Jornada Mundial que estamos celebrando tiene una característica
especial: es un encuentro de comunión con hermanos de otras
confesiones cristianas. Denver nos ofrece la oportunidad de vivir una
Jornada en experiencia de comunión ecuménica. Es un desafío para
el intercambio de los dones de la fe. Juntos por la vida significa un
encuentro profundo y concreto con todos los hombres de buena
voluntad. El mismo testimonio de nuestra comunión eclesial es un
compromiso por la Vida. A medida que va creciendo nuestra unidad
interior (unidad de iglesia comunión misionera), irá creciendo
nuestro testimonio de Vida, la fecundidad de nuestra entrega por la
Vida.
Pero
ir caminando «juntos por la Vida» e ir creciendo juntos en
la Vida, en el interior de la comunión eclesial, supone alimentarse
de la misma Palabra y de la misma Eucaristía; significa
vivir profundamente en Cristo, animados por el mismo Espíritu.
Caminar juntos por la vida no es simplemente caminar unos al lado de
los otros, sino sentirnos unos en los otros, compartiendo la misma
experiencia de Vida, los mismos sentimientos, los mismos compromisos
de hacer vivir a los demás: «he venido para que tengan Vida».
Una
vida nueva en el mundo. Desde la profunda experiencia de Vida en
Cristo, en la comunión eclesial, nuestra Vida se abre misioneramente
al mundo en el testimonio y la profecía, en la donación cotidiana
de nuestra propia existencia para «una vida nueva en el mundo».
Vida nueva en la verdad, la justicia y el amor. Vida nueva en la
solidaridad, en la fraternidad sin fronteras, en la paz. ¿Podemos
soñar en la cercanía de un mundo nuevo, de una nueva sociedad sin
odio ni violencia? Yo creo que sí, con la condición que aprendamos
a ser cristianos de veras, a vivir en Cristo y a formar una Iglesia
misioneramente comprometida con el mundo. Una vida nueva en el mundo
sólo se realiza si vivimos la fecundidad del amor en el Espíritu
(«la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola
alma», Hch 4,32) y la trasparencia de las Bienaventuranzas (cfr.
Mt 5,3-12).
3
-
Maestro
bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?».
Esta pregunta la plantean a Jesús, diversamente, dos personajes: un
joven rico con auténtica inquietud de búsqueda (Mc 10,17-22), y un
doctor de la ley «para ponerlo a prueba» (Lc 11,25 sgs). La
respuesta de Jesús es parcialmente diferente, pero esencialmente
idéntica. El Señor nos ha dado la respuesta: fidelidad a la
Palabra, a la Caridad, a la pobreza. Ser hombres nuevos en Cristo
Jesús. «De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida
que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo
por la seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más
íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado a
imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad» (Ef
4,22-24). La vida nueva en Cristo Jesús exige conversión,
renovación, santidad. «Tengan el pensamiento puesto en las cosas
celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos,
y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se
manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también
aparecerán con él, llenos de gloria» (Col 3,2-4). Es un
programa para todo bautizado, para todo joven que ha renacido en
Cristo por el bautismo.
Quiero
terminar con un palabra de esperanza. Los tiempos son difíciles; la
anticultura de la muerte nos rodea y nos sofoca. Pero «para Dios
nada es imposible». El Papa nos acaba de decir: «El
encuentro de los jóvenes en Denver... será seguramente una gran
fiesta de la vida» (Juan Pablo II, Angelus,
25-7-93). Esta fiesta de la vida supone la alegría de un
encuentro (con Cristo, con el Papa, con jóvenes del mundo
entero), la profundización del tema de la vida (hecha en la
reflexión, en el diálogo, en la oración), el envío misionero
de los jóvenes por el Papa para que regresen a sus países y a
sus comunidades respectivas gritando las palabras de Jesús: «He
venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia». Todo
esto exige un gran cambio en nuestra vida personal: «para mí la
vida es Cristo» (Fl 1,21). «Ya no vivo yo, sino que Cristo
vive en mí» (Gal 2,20).
Hay
momentos en que Dios se nos manifiesta de una manera increíble-mente
clara y exigente. Nos lo pide todo: experimentamos entonces la
irresistible atracción de un Dios que nos ha amado primero (cfr. I
Jn 4,10) y, al mismo tiempo, la dolorosa situación de un mundo que
debe ser salvado. Dios nos llama hoy a ser nuevos y a colaborar con
él para hacer nuevas todas las cosas mediante el Espíritu que nos
ha sido dado. A través de la dramática situación que vive el mundo
__marcado por la violencia, el odio, la muerte__
Dios nos pide un cambio radical en nuestra vida: hay que tener el
coraje de ser santos, como nos lo pidió el Papa en Santiago de
Compostela; es decir, hacen falta jóvenes que sepan ser coherentes
con su fe y con el ardor de su caridad, que sean fuertes,
contemplativos, solidarios, misioneros. Que amen la Vida, la celebren
y la comuniquen. El Espíritu Santo está suscitando generaciones
nuevas de jóvenes alegres, profundos, comprometidos. Es el Adviento
de los tiempos nuevos. Dios nos habla. Escuchamos y hacemos nuestras
las palabras del joven Samuel: «Habla, Señor, porque tu servidor
escucha» (1 Sam 3,9) y la de la joven María de Nazareth: «Yo
soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho»
(Lc 1,38). En la plena disponibilidad de María «la sierva»,
«la discípula» y «la madre», «Nuestra Señora
del Nuevo Adviento», dejamos nuestras inquietudes, nuestros
propósitos y nuestras esperanzas. Dejamos sencillamente nuestros
trabajos y los frutos de este Forum. Es el único modo de ser
discípulos y creyentes; el único modo de ser felices: «Felices,
más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican»
(Lc 11,28).
+Eduardo
F. Card. Pironio
Denver,
8 de agosto de 1993,
IV
Forum Internacional de Jóvenes.
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