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miércoles, 3 de diciembre de 2008

Reportaje al Padre Vérgez

V Encuentro Nacional de Sacerdotes 
Villa Cura Brochero - Córdoba - Argentina
Septiembre de 2008



"Fue el Cardenal el que me hizo descubrir la Iglesia"



Entrevista a FERNANDO VÉRGEZ L.C

Pastores: ¿Cuál es su impresión al ver la convocatoria de sacerdotes en este Encuentro? 


El Cardenal Pironio y el padre Vérgez en Friuli, Italia 
Confieso que estoy muy impactado por este Encuentro. Cuando Mons. Franzini me pidió mi testimonio de presentación sobre el cardenal Pironio, yo había pensado que iban a 
ser 100 ó 150 sacerdotes, que es el número al que estoy habituado en estos encuentros. Ya en Roma el P. José María Recondo me dijo que iban a ser muy numerosos, pero yo quedé medio extrañado del número que se me decía. 
Finalmente, llegando el otro día a Luján, Mons. Casaretto y otros me dijeron que serían unos 500. 

Me impactó y me causó preocupación, porque yo había preparado algo sencillo. 

Viendo tantos sacerdotes quizás tendría que haberme dedicado más explícitamente al testimonio sacerdotal del Cardenal. Sin embargo me impactó también el clima y el interés de los sacerdotes. Aunque mi ponencia, esta mañana, se limitó a narrar un poco la vida del Cardenal Pironio, cosas que quizás ya conocían, al terminar han venido muchos a agradecer mi exposición.

También me ha impactado fuertemente y sobre todo ver la fraternidad sacerdotal. Aquí veo sacerdotes prácticamente de todo el país. 

Y sobre todo sacerdotes ejerciendo diferentes ministerios: el párroco rural, el de la ciudad… y todos están buscando lo mismo, pues ciertamente, esto es la esperanza.
La esperanza que tanto hablaba el Cardenal y, al ver este Encuentro, la esperanza que da el ser testigo que, como decía el P. José María Recondo, “no somos un ejército en retirada”. 

Pastores: ¿Le sorprende la cercanía y el conocimiento de los sacerdotes con el Card. Pironio teniendo en cuenta que prácticamente los últimos 20 años de su vida no estuvo en Argentina? 


A mí me ha impactado mucho. Cuando he venido, incluso con él, a la Argentina me sorprendía ver como él seguía siendo querido y conocido y no sólo en el ámbito sacerdotal.


Cuando cumplió los 50 años de sacerdote y volvió a Mar del Plata, se hizo una fiesta 

en la Catedral. Me impactó ver la cantidad de gente que lo venía a saludar durante esos días. 
Muchos jóvenes que ni lo habían conocido, pero venían a saludarlo. Y todos hablaban de Pironio. 


Cardenal Eduardo Pironio - Denver - 1993
Hubo un hecho que recuerdo especialmente. 
El cardenal en esos días perdió la voz. Tuvimos que ver a un otorrinolaringólogo y en la sala de espera había una chica de 18 años. 
Se le acercó y le dijo: “Monseñor Pironio”, reconociéndolo. “Qué gusto verlo”. 
Y el Cardenal le dice: “¿Pero cómo sabes que soy yo?, ¿Cuántos años tienes?”. “Dieciocho”, contesta ella. 
Y sigue Pironio: “Yo hace 20 años que me fui de la diócesis…”. “Pero en mi casa mis padres siempre nos han hablado de usted”, fue la respuesta de la joven.

Lo mismo con sacerdotes jóvenes y otros que fueron sus alumnos. Siempre vi un contacto muy cercano hacia Monseñor, como todos lo llamaban. 
En la misma Roma, cuando pasaba un sacerdote que lo conocía venía a verle. 
O incluso sacerdotes argentinos que habían oído hablar de él y no lo conocían venían a saludarlo. 
Él me había dicho que si venía un sacerdote argentino lo dejara pasar, o que le avisara inmediatamente. 
Y él le dedicaba el tiempo que necesitara. No les ponía trabas, y si estaba ocupado en ese momento, arreglaba otro horario para recibirlos o pasear por los jardines del vaticano.

Y esto sigue siendo así. El otro día en Luján en una concelebración, me presentaron como el Secretario del Cardenal. Inmediatamente un diácono que lo había conocido esporádicamente vino a preguntarme sobre él.

Veo que la figura del cardenal sigue viva en los sacerdotes de Argentina y eso lo demuestra este Encuentro. Que tantos sacerdotes hayan venido aquí, a este Encuentro de formación sacerdotal, de espiritualidad sacerdotal, centrada en la figura del Cardenal Pironio, impacta y sorprende. Honestamente yo no creí que iba a haber tanta participación. 


Pastores: ¿En qué medida el ministerio sacerdotal del Cardenal Pironio marcó su sacerdocio? 

Sinceramente creo que lo que el Cardenal me transmitió mayormente, y diría más, fue el Cardenal el que me hizo descubrir la Iglesia. 

Yo venía de un contexto quizás muy centrado en mis propias necesidades, en las necesidades del Instituto y sin embargo con el Cardenal comencé a respirar una dimensión de Iglesia, novedosa para mí. Ya llevaba trabajando en el Vaticano tres años en la Congregación de Religiosos antes de que llegara el Cardenal, pero inmediatamente yo sentí un cambio radical. Y no solo hacia mi persona, sino también en el trabajo de la misma Congregación para los Religiosos.


Cardenal Pironio y Padre Fernando Vérgez

Él trataba de infundir un espíritu eclesial y no simplemente limitarnos a nuestras propias preocupaciones, a nuestros propios institutos religiosos, a nuestras propias tareas de cada día. Comenzó a difundir este espíritu eclesial que él lo sentía como una misión. En la primera audiencia de Pablo VI después del nombramiento como Prefecto de la Congregación le dijo: “Usted vino a Roma a predicarnos y nos infundió un espíritu de Iglesia, es lo que yo quiero que usted infunda en la vida consagrada”.

Y así comenzó, con este estilo. Su artículo “Reflexiones para un Capítulo General”, por ejemplo, no empieza mencionando la forma canónica, como era habitual, si se han hecho los escrutinios con los tiempos debidos, etc; sino habla del Capítulo como un acontecimiento particular de la propia persona que participa, un acontecimiento familiar de la familia religiosa y un acontecimiento de toda la comunidad eclesial, que lo acompaña con la oración. 
También me fue haciendo descubrir la Iglesia a través de los viajes que hacíamos. Yo, que era su secretario, debía ayudarlo a preparar alguna cosa y lo acompañaba en los viajes. Durante años fui secretario del Cardenal, pero nunca le escribí una homilía o conferencia, todo lo hacía él personalmente. 
Mi trabajo era más bien el de tomar lo escrito por él, pasarlo en la computadora y agregar las citaciones. Todo era escrito de puño y letra por el Cardenal. Las homilías eran simplemente un esquema y él las desarrollaba.

Ser testigo de todo eso, ver todos sus contactos y encuentros en asambleas nacionales e internacionales, todo eso fue despertando en mí la concepción de una Iglesia que va más allá del papel que tiene uno sobre en su escritorio en la oficina. Despertó en mí un espíritu que todavía hoy me anima, porque en este momento yo tengo un ministerio un poco árido. 


Antes estaba en el Pontificio Consejo para los Laicos, en los Congresos, en los Encuentros había un contacto con personas, desde hace cuatro años fuí nombrado Director de la Oficina de Internet de la Santa Sede, y ahora Director de las Telecomunicaciones. Mi tiempo se lo llevan, más bien, problemas técnicos. Muchas veces me pregunto, “¿que estoy haciendo acá? Lo que hago, lo podría hacer mejor un ingeniero”. Pero recuerdo la frase que me decía siempre el Cardenal: “Fernando, detrás de cada papel hay una persona, hay un alma”. 
Entonces yo sigo con éste espíritu sabiendo que lo que hago sirve para que otros puedan valerse de estos medios en la evangelización. 
Y esto, para mí, es la Iglesia. Todos prestamos nuestra pequeña colaboración. Realmente el cardenal a mi me ayudó a descubrir la Iglesia en toda su dimensión. 

Otro aspecto que recuerdo de él era su figura sacerdotal, su profundidad de oración, el tiempo que le dedicaba a la oración. Cuando él tenía un problema o, por ejemplo, tenía que preparar un Capítulo y decir algo, no se limitaba a lo que yo le podía entregar como las constituciones o la historia de la Congregación. 

Él no se ponía en su escritorio tranquilamente a leer, sino que se iba a la capilla a leer y meditar.

Se levantaba temprano -porque no dormía mucho- y lo primero que hacía era tomar unos mates. A dónde fuéramos teníamos que llevar el termo y el mate. 

Inmediatamente después, iba a la capilla, rezaba el oficio de lecturas y se quedaba un rato en meditación. Él solo con la Biblia en la mano. Toda la Biblia del Cardenal estaba llena de papelitos con anotaciones fruto de su reflexión. Por eso lo que el nos transmitía era lo que él había experimentado y rezado. 
No era lo que había aprendido en el estudio o en los libros. Sino lo que él verdaderamente había vivido. La profundidad de su oración es lo que yo, como sacerdote, más recuerdo del Cardenal y me impacta todavía hoy. 

Pastores: Esta experiencia suya de estar al lado del Cardenal durante 23 años, de seguir sus pasos, de verlo en su soledad y en su relación con la gente, lo ha convertido en un testigo privilegiado de su vida. Le pedimos que comparta con nosotros algún testimonio sacerdotal que particularmente le ha  impactado. 



El Padre Vérgez acompañado de Mons. Malfa 
V Encuentro Nacional de Sacerdotes

Hablando en general, sin referirme a casos concretos, me impactaba que cuando él estaba preocupado por un asunto, o por algún caso que tenía que estudiar para tomar una decisión, y no veía la solución, siempre el camino era ir a rezar a la capilla. Rezábamos el rosario en la gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos o también íbamos a hospitales a ver enfermos, o a la cárcel de menores, o al Cotolengo a ver gente y prestarles una sonrisa. Eso a él le traía tranquilidad y paz. Volvía y seguía estudiando el asunto. 


Por ejemplo, cuando murió Pablo VI, muchas personas pensaron que él podría ser el futuro Papa y así lo decían, incluso la prensa internacional lo afirmaba, comenzó el asedio de los periodistas e incluso algún Cardenal lo manifestó pública y privadamente, ante esto el Cardenal optó, inmediatamente terminadas las Congregaciones Generales del Colegio Cardenalicio que se tienen por la mañana, tomar el coche e ir a algún santuario cerca de Roma y allí pasar la tarde retirado en oración. A un compañero mío que me preguntaba ¿dónde estás?, le respondí que ya estaba yo cansado de decir rosarios, pero para el Cardenal esta era su manera habitual de actuar. 


Otra cosa que a mí me impresionó era su delicadeza de conciencia, que llegaba hasta los pequeños detalles de la vida ordinaria. 
Varias veces llegaba de mi casa (yo vivía en mi Comunidad) a las 6.45 para celebrar la Eucaristía a las 7. Y me decía “ven conmigo”. 
Me llevaba al despacho y pedía confesarse. No revelo secretos de confesión, pero el tema era que en la tarde anterior se había impacientado con el otro. 

Esta delicadeza la viví más fuertemente un día en Fátima. Era el Congreso de los Laicos de Portugal y él tenía la misa central del domingo con la cual se clausuraban las jornadas. 

Al mismo tiempo había un Congreso de Sacerdotes que también estaba presidiendo un cardenal de Roma y que se clausuraba en la misma eucaristía. Algunos sacerdotes vinieron a decirle que quien tenía que presidir era el Cardenal del Congreso sacerdotal ya que este era de carácter internacional y el de los laicos era nacional. El Cardenal Pironio dijo simplemente “díganme qué tengo que hacer y lo hago”. Pero en ese grupo de los sacerdotes había un obispo que le había hecho sufrir mucho a Pironio y que incluso, en esa ocasión, habló mal de él. Al saber esto el Cardenal, me dijo: “Fernando hazme un favor, búscalo yo no puedo celebrar si no me reconcilio con él.” 

Yo inmediatamente comencé a buscarlo en el hotel donde se alojaba, o en la casa de retiro donde se celebraba el Congreso, para llamarlo y decirle que el Cardenal quería hablar con él. 

Lamentablemente él ya se había ido a Lisboa, porque seguía viaje. Le avisé al Card. Pironio que se había ido y me dijo “mi conciencia esta tranquila, no tengo nada contra él, yo quise reconciliarme, si no he podido, Dios sabe por qué…” Y fue a celebrar la eucaristía.

Su misma vida personal de cada día fue un testimonio. Por ejemplo en el uso de las riquezas temporales, incluso del dinero. Es normal que en Navidad se hace un regalo a los porteros. En un sobre se les da dinero, como aguinaldo. 

El Cardenal siempre preguntaba cuánto había que darles. Yo le recomendaba una cantidad teniendo en cuenta que eran 8 personas. Y siempre me preguntaba: “¿No te parece que es demasiado poco?”. Yo le preparaba los sobres, llamaba a los muchachos y ellos al salir comentaban lo que les había regalado: era el doble de lo que yo le recomendé. Más tarde vino una religiosa, una Madre General a hablar con él. 
Y apenas terminada la audiencia me llama para decirme que había recibido de parte de ella una importante ofrenda. “¿Ves como eres tacaño? Para que aprendas, quien da recibe”.

Un preso de la cárcel de Roma le pedía una ayuda económica para que pudieran venir su esposa y sus hijas a pasar la Navidad con él, porque él no podía salir. Yo le decía que esta era una persona que le quería sacar dinero y que al menos hablara con el Capellán preguntándole por el caso. Y él me contestó: “Fernando a mí me han pedido en una necesidad, yo le doy, si me ha engañado él se arreglará con Dios, pero mi conciencia esta tranquila.” Esto era cotidiano, de todos los días. 



Monseñor Pironio y  su Santidad Pablo VI
También su amor por los sacerdotes. Recuerdo que él al final de su vida, cuando la enfermedad no le permitía moverse con libertad, sufría lo que él llamaba “la pastoral del no”, cuando ya se había comprometido a algo. Tener que decir no puedo, no me permiten, etc. 
Él se había comprometido, me parece con el entonces el encargado de la Comisión de Ministerios, Mons. Arancibia, a predicar una o dos tandas de retiros espirituales a los sacerdotes de todo el país. La enfermedad no se lo permitía. Buscó primero aplazar la fecha para estar mejor…, pero al final no pudo viajar. Y esto para él significó un gran sufrimiento. Por eso lo llamaba la “pastoral del no”.

El Señor lo probó muy fuertemente, sobre todo los últimos años de su vida. La metástasis de sus huesos se extendía y no podía caminar, ni leer. Una metástasis estaba ubicada en el occipital y por eso veía doble, en vertical y en horizontal. Y él se preguntaba “¿Qué estoy haciendo aquí? No puedo rezar, no puedo leer, no puedo ver, no puedo rezar ni el breviario…” 

Eso fue su gran sufrimiento. Pero lo llevó con gran dignidad, con fe y con gran esperanza.

Los últimos días nos hablaba a nosotros como si estuviera próxima su entrada al Cielo. Un día vino a verlo un amigo al que se le había muerto la abuelita hacía un mes. Y el cardenal le decía: “Renato, esta tarde veo a tu abuelita, ¿qué quieres que le diga?” Ya él presentía la presencia de Dios. 

Siguiendo con el tema de los sacerdotes, ¿es cierto que él hizo unos votos secretos, en algún momento de su vida, de estar cerca de los sacerdotes y de ayudarlos? 


Lo contó varias veces y también está escrito en un artículo sobre los 50 años de su sacerdocio. 

Es la promesa que le hace a San Pio X, de encomendar siempre a los sacerdotes y dedicar su vida a los sacerdotes, en cuanto su ministerio se lo permitiera. Creo que es algo que él traía siempre muy metido en su vida 
Fue formador de sacerdotes ya desde el seminario de Mercedes. Él se fue a estudiar a Roma en 1953 para terminar su ciclo de formación teológica. 
Pero antes de volver dedicó tres meses a visitar los grandes seminarios de Italia, de España, de Francia. Quería ver distintas realidades de formación para poderlas integrar aquí en Argentina. Y después es lo que trató de hacer en Villa Devoto. 

La promesa que le hizo a San Pio X es la de rezar siempre por los sacerdotes. 

Y esto lo vimos siempre en su vida. Un carisma sacerdotal muy presente. Por ejemplo cuando ayudó a una comunidad colombiana que había sido fundada por una Madre, pero que estaban revisando cuál era su tarea específica y su carisma. Cuando era secretario del CELAM, entró en contacto con ellas, las ayudó hasta el punto que se llaman Siervas de Cristo Sacerdote. 
Aquí en Argentina, en Mercedes, está el Instituto Secular Misioneras de Jesucristo Sacerdote, que lo consideran su fundador. 

Todos los primeros jueves de mes eran para rezar por las vocaciones. Él se pasaba largas horas frente al Santísimo. Sentía la necesidad de rezar por los sacerdotes y las vocaciones. 

Lo vemos también en sus escritos. A los jóvenes, también, les hablaba del sacerdocio en los foros internacionales 

Recuerdo su escrito sobre la alegría de ser sacerdote y sus deseos… “Cómo quisiera yo poder entregar la antorcha a los que vienen detrás y la alegría de la fidelidad, de decir que sí al Señor”. 


Pastores: ¿Cuál sería el mensaje del Cardenal Pironio hoy? 

Creo que el Cardenal no cambiaría su mensaje por ninguna circunstancia temporal. 

Creo que el mensaje que él trato de dejar no tiene época. Les insistiría a los sacerdotes que demostraran la alegría de seguir a Cristo. Demostrarlo con la vida y con la sola presencia, esto quiere decir no caer en el desaliento, no caer en el desanimo, no caer en la pereza espiritual, no caer en la soledad sacerdotal.

Él hablaba mucho de la soledad sacerdotal, no solo física como la del sacerdote que ejerce su ministerio en la montaña, en un pueblito, sino incluso de la soledad en medio de la ciudad. 

Creo que el mensaje no cambiaría. Que el sacerdote demuestre siempre la alegría de ser sacerdote y la transmitiera. Que el sacerdote sea presencia de Dios entre sus hermanos.

Estos son los dos puntos en el que el Cardenal insistía e insistiría hoy. Ser hombre de Dios, ser hombre de la Iglesia, y ser hombre de los hombres. Eso era lo que él sentía, y lo transmitía en todos los retiros que predicaba a los sacerdotes. Y se ve que desde un principio era algo que lo atraía teniendo en cuenta su lema episcopal: “Cristo entre nosotros, esperanza de la gloria.”



Para él, el sacerdote tenía que ser entre los hombres esperanza de la gloria. La esperanza sostenida en la presencia de Dios, a quien nos hemos consagrado y por lo tanto ser felices. Yo creo que este es el mensaje. 

* Fuente: Revista Pastores N° 43, diciembre de 2008

*  Ver AQUI el testimonio del Padre Végez en el V Encuentro Nacional de Sacerdotes


* En este Blog  "V Encuentro Nacional de Sacerdotes". Ver aqui 


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