12 ° Aniversario de la Pascua del Siervo de Dios
Eduardo Cardenal Pironio
Homenajes 2010
En ROMA
Domingo 7 de febrero de 2010 19.30hs
Presidió la celebración el Cardenal Estanislao Esteban Karlic en la Iglesia Nacional Argentina [Chiesa Argentina Viale Regina Margherita 81 - 00198 ROMA]
Mons. Bernardini / Misa por el Cardenal Pironio 2010 |
Pironio, ejemplo de la vida cristiana
Luján, 11 febrero de 2010 AICA
Es hermoso poder recordar la figura del cardenal Eduardo Pironio “y ponerla ante nuestra reflexión para ejemplo de la vida cristiana”, dijo monseñor Adriano Bernardini, nuncio apostólico en la Argentina, en la homilía de la misa que presidió el domingo pasado en el santuario de Nuestra Señora de Luján, en ocasión de cumplirse el duodécimo aniversario de la muerte del Siervo de Dios.
Concelebraron los arzobispos José María Arancedo, de Santa Fe de la Vera Cruz, y Rubén Di Monte, emérito de Mercedes-Luján, y los obispos Jorge Casaretto, de San Isidro; Oscar Ojea, coadjutor de San Isidro; Luis Stöckler, de Quilmes; Rubén Frassia, de Avellaneda-Lanús; Baldomero Carlos Martini, de San Justo; y Joaquín Sucunza, auxiliar de Buenos Aires.
Al referirse al texto evangélico del día, monseñor Bernardini profundizó particularmente sobre el valor de la Palabra y del silencio. Tras remarcar el rechazo de la palabra irresponsable y que se “ha perdido el brillo de las palabras”, expresó: “Quienes hayan conocido personalmente al cardenal Pironio pueden testimoniar esto que él ha demostrado en los años transcurridos como Prefecto en la Congregación para los Religiosos, como en el Pontificio Consejo para los Laicos y, sobre todo, en los momentos de dificultad. Quien quiera que se haya acercado a él, ha podido recibir la dimensión de una palabra que brotaba de una vida profundamente vivida en Dios”.
“Las palabras salen del interior y si nosotros en el interior no tenemos nada, no podemos comunicar a los otros los dones que Dios nos da”, subrayó. Finalmente, el representante papal hizo una invocación a la Virgen María, a quien le pidió: “condúcenos contigo al desierto, lejos de la multitud ruidosa, en la soledad donde pueda encontrar la palabra despojada, pobre, simple, pero capaz de iluminar y penetrar en los corazones e, incluso, de transformar la existencia”. En ese sentido señaló: “Se trata de la palabra silenciosa. Un ejemplo de todo esto lo encontramos en la vida del cardenal Pironio”.
Al término de la celebración eucarística, dos dirigentes nacionales de la Acción Católica Argentina, Rafael Corso, vicepresidente del Consejo Nacional, y Ana Spinelli de Mangisch, responsable del Área Sectores, colocaron una ofrenda floral ante el cuadro del cardenal Pironio, ubicado en el altar mayor, porque el sector del templo en que descansan sus restos se encuentra en reparación.
A continuación, Rafael Corso leyó una oración escrita por el Siervo de Dios, titulada “Señor Jesús, tú eres la Vida”, luego de la cual monseñor Bernardini rezó un responso y se leyó la oración por la beatificación de quien también fue obispo de Mar del Plata, asesor general de la Acción Católica Argentina y rector del Seminario arquidiocesano de Buenos Aires.
El acto fue organizado por la Acción Católica Argentina y la Vicepostulación de la Causa en la Argentina, a cargo de la profesora Beatriz Buzzetti, con la adhesión del Instituto de Formación Pastoral “Cardenal Pironio”.
Fuente: Acción Católica Argentina
- Homilía Completa mons. Bernardini
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CARD. PIRONIO
(Basílica Ntra. Sra. de Luján, 07.02.2010)
LA PALABRA
“Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero sobre tu PALABRA echaré las redes” (Lucas 5, 1-11)
Ante todo deseo agradecer la invitación a celebrar esta Liturgia, promovida por el Instituto del Cardenal Pironio. Es hermoso recordar, de tanto en tanto, estas figuras y ponerlas ante nuestra reflexión para recibir ejemplo y estímulo para nuestra vida cristiana y tanto más de consagrados.
La página del Evangelio que nos es ofrecida por Lucas, está compuesta por tres cuadros distintos, casi una secuencia cinematográfica ambientada sobre el lago de Galilea y caracterizada por algunos elementos fijos: la barca, los peces, la red y los pescadores.
Más allá de los elementos exteriores, que más aparecen, hay un elemento común fundamental en los tres episodios, en rápida sucesión: la PALABRA, o mejor, LA
POTENCIA DE LA PALABRA.
De todo el contexto se deduce que el verdadero milagro no es ya el de los peces, sino el de la Palabra, que encierra en sí una potencia, una vida, una carga de energía.
Se trata de la misma Palabra creadora que se manifiesta en la enseñanza, en el milagro y en el llamado a los discípulos.
Es la Palabra:
- que “hace” de los oyentes, los clientes del Reino,
- que “hace” lo que el oficio reconocido de los hombres no alcanza a obtener,
- y por último “hace” discípulos.
El milagro es anticipado por la Palabra. Diría, por lo tanto, que el verdadero milagro
es éste: el fiarse totalmente de una palabra que no es como las otras, el aferrarse
únicamente a esta palabra no obstante las palabras en sentido contrario, sugeridas
por la práctica y por los datos innegables de la realidad, como la de echar las redes en
pleno día.
Detengámonos ahora a reflexionar sobre este elemento tan importante en nuestra vida tanto humana como espiritual: la PALABRA.
Antes que nada un dato de hecho: nuestro tiempo –dice el Vannin-, inundado por ríos de palabras, ha perdido la atención a la Palabra. Por eso usamos palabras insignificantes, privadas del ligamen con el sentido, el contenido, la esencia de las cosas significadas.
Y después de haber perdido la atención a la Palabra, hemos terminado, inevitablemente, por perder la fe en las palabras.
Pero nuestra mentalidad latina, nos lleva a considerar las palabras exclusivamente como vehículos del pensamiento que queremos expresar.
En cambio para el espíritu hebreo la palabra es algo más que vehículo de una idea.
La palabra es más bien vehículo de una fuerza. La mentalidad semítica concibe la palabra como una realidad viviente, que tiene ya en sí misma potencia, movimiento y actividad.
En realidad el término hebreo “dabar” no indica Palabra-Pensamiento, sino Palabra- Acción, palabra-cosa, es decir que es acontecimiento, hecho.
Por esto los hebreos alimentaban una fe especial en la palabra y podemos comprender en esta prospectiva de palabra-potencia, la importancia que tenía para los orientales las bendiciones y las maldiciones. En el momento en el cual eran pronunciadas, se volvían irrevocables, indetenibles, eficaces: el caso de Esaú.
Por lo tanto, la Palabra de Dios no es sólo enseñanza, sino también orden, imperativo, acto creador. Dios habla y su palabra hace nacer el mundo, la luz y los animales.
La Palabra de Dios es siempre eficaz, produce infaliblemente algo, jamás cae en el vacío (cfr. Is. 55, 10-11). Por esto se puede decir que la Palabra de Dios es siempre sacramental, efectivamente realiza lo que significa.
Un filósofo contemporáneo, Merleau Ponty, al criterio de la consideración latina y hebrea de la Palabra, distingue entre “palabras habladas” y “palabras hablantes”.
- Las palabras habladas serían las palabras no pensadas, viejas, no creíbles. Palabras para impresionar. Palabras vacías y llenas de sí. Palabras fantasma.
- Las segundas, las palabras hablantes, en cambio son las palabras que dicen algo. Palabras esenciales. Palabras que tal vez, sin piedad y sin misericordia, te escudriñan todos los ángulos de tu ser. Palabras que llegan “del más allá”, de lejos. Palabras que dan a la persona una sensación de paz y de angustioso remordimiento. Las Palabras Hablantes pertenecen a un lenguaje que brota de la profundidad, de una zona secreta, gracias a un lento, fatigoso trabajo de “extracción”.
Ahora bien ¿qué es lo que las discrimina, omejor, qué es lo que hace diferentes las
Palabras “Habladas” de las “Hablantes”? ¡EL SILENCIO!
Con el silencio, más que veraz, la palabra se hace “creadora”, se transforma en hecho,
en acontecimiento
La pronunciación de la palabra se liga necesariamente a la del silencio. Si nuestra sociedad ha desterrado el silencio, entonces no debemos asombrarnos que también la palabra esté en el exilio. Desaparecido el silencio nos hemos quedado solamente con las palabras. Y nos falta precisamente la Palabra.
Cuando falta el silencio, hay confusión. Las palabras sin silencio, en lugar de “revelar”,
“velan”, molestan, constituyen un diagrama opaco: nadie se fíamás de ellas.
Por eso es preciso disipar un equívoco: el silencio no es desamor, desprecio de la palabra, fuga del lenguaje. Sino rechazo de la palabra anónima, irresponsable, impersonal, mecánica, superficial.
Quien ama el silencio, ama también la palabra esencial Quien ha olvidado el silencio, ha olvidado hablar. Indudablemente quien no conoce “largos silencios luminosos”, nunca logrará iluminar con las palabras. A la muerte del silencio, sigue inevitablemente lamuerte de la palabra.
¡La palabra es un don!
¿”Tomar la Palabra”? No. ¡”Tomar el Silencio”!
Sería necesario reivindicar en ciertos debates no el derecho a tener la última palabra, sino el último silencio. Sólo el silencio podría presentar el argumento decisivo, la prueba indiscutible que se ha deshojado de la Verdad.
Juana de Arco, a los jueces que le hacían pregunta insidiosas, declaraba: “¡Ah, si estuviera en mis bosques, sabría que responder!”. Es difícil que la palabra verdadera se abra camino en medio del bullicio.
Un notable sabio indiano sugería “callemos mucho para tener algo que decir que merezca ser escuchado”. Realmente debemos callar mucho si queremos elaborar una palabra que haga suceder alguna cosa. ¡La Palabra que se ha perdido en medio de las palabras, solamente puede ser encontrada en el desierto!
Quien ha conocido aún superficialmente la persona del Cardenal Pironio, puede testimoniar la encarnación de cuanto se ha dicho en su vida de cada día. Nos lo ha demostrado en los años transcurridos en la Congregación para los Religiosos como en el Consejo para los Laicos. Y sobre todo en losmomentos de dificultad.
Quien quiera se le haya acercado, ha podido recibir la animación de una Palabra que brotaba de una vida profundamente vivida en Dios y plena de su gracia. Se trataba de una verdadera “Palabra hablante”.
Termino, admirando su atención, y con un pensamiento de la Virgen:
“María, maestra de lo esencial, condúceme contigo al desierto, lejos de la multitud ruidosa. En la soledad podré encontrar la Palabra despojada, pobre, simple, pero capaz de iluminar y calentar algún corazón, e incluso de transformar alguna existencia… ¡se trata de la Palabra silenciosa!” y un ejemplo de todo esto lo encontramos en la vida del Cardenal Pironio.
Que sepamos imitarlo. Así sea.
Mons. Adriano Bernardini
Nuncio Apostólico
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