Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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TESTAMENTO ESPIRITUAL

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Cardenal Pironio / Testamento Espiritual

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miércoles, 5 de febrero de 2014

Aniversario 2014

16° Aniversario de la muerte del Cardenal Eduardo Pironio
Homenajes en Mar del Plata, Luján, Roma y Vaticano (2014)





Monseñor Antonio Marino, catedral de Mar del Plata, 5 de febrero de 2014

“Tres amores y presencias: el Padre, María Santísima, la Cruz”

Pironio, Testamento espiritual

Homilía en el 16º aniversario de la muerte del card. Eduardo F.  Pironio
Catedral de Mar del Plata, 5 de febrero de 2014

Mons. Marino misa por el Card. Pironio / 2014


I. El Padre y la Cruz


“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará” (Lc 9,23-24).
En la memoria litúrgica de Santa Águeda, virgen y mártir, hemos escuchado esta enseñanza básica que nuestro Señor dirige a todo discípulo, y que fue tan bien asimilada por el siervo de Dios, cardenal Eduardo Pironio, fallecido en Roma, hace dieciséis años, el 5 de febrero de 1998.

El cardenal Pironio supo vivir. Estas palabras de Cristo estaban bien grabadas en su conciencia. Él amó esta vida y la interpretó siempre a la luz de la fe. Por eso mismo, en su Testamento espiritual, redactado en febrero de 1996, dos años antes de su muerte, vincula la vida con Dios Padre, origen primero de la Vida, y con la Cruz de Cristo.




Así lo dice con total autenticidad: “Magnificat! Te doy gracias, Padre, por el don de la vida. ¡Qué lindo es vivir! Tú nos hiciste, Señor, para la Vida. La amo, la ofrezco, la espero. 
Tú eres la Vida (…)”. Y más adelante: Doy gracias al Señor por haberme hecho comprender que el Cardenalato es una vocación al martirio, un llamado al servicio pastoral y una forma más honda de paternidad espiritual. Me siento así feliz de ser mártir, de ser pastor, de ser padre”.
Quienes lo hemos conocido como seminaristas en el Seminario de Villa Devoto, donde fue Rector durante tres inolvidables años que coincidieron con los inicios del Concilio Vaticano II, sabemos con qué frecuencia hablaba de la Cruz y de la Pascua, y de la paradójica alegría del cristiano sumergido en el misterio de Cristo. Las convicciones encarnadas en su vida, le permitían hablar espontáneamente con palabras que sólo pueden ser auténticas cuando llevan el respaldo de una coherencia que todos podíamos inmediatamente percibir.
Es comprensible, por tanto, que en su Testamento espiritual, y como resumen de su vida, aparezcan expresiones que suponen una fe que ha madurado en la experiencia personal de la Pascua: “¡Magníficat! Agradezco al Señor el privilegio de su cruz. Me siento felicísimo de haber sufrido mucho. Sólo me duele no haber sufrido bien y no haber saboreado siempre en el silencio mi cruz. Deseo que, al menos ahora, mi cruz comience a ser luminosa y fecunda. Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque ha sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho. ¡Yo sí pido perdón, con toda mi alma, porque hice sufrir a tantos!”


Misa por el cardenal Pironio / Catedral de Mar del Plata / 2014
II. María

En esta obra maestra que es su Testamento espiritual, repite sin cansancio la primera palabra latina del cántico de la Virgen María: Magnificat. Con ella encabeza, como en una letanía, cada una de sus frases.
De este modo, reflejaba su alma marcada desde siempre por su confianza puesta en la Virgen, cuya presencia maternal experimentó a lo largo de su vida, y cuyos sentimientos deseaba apropiarse para cantar un himno de gratitud a Dios y dirigirse a quienes conoció y amó, con su testimonio de excepcional calidad cristiana.
Como no podía ser de otra manera, el centro de su espiritualidad era la Trinidad Santísima. Las palabras de la señal de la cruz abren su Testamento. Pero inmediatamente después del Amén, añade: Magnificat!
La Trinidad absorbe su alma contemplativa: “Fui bautizado en el nombre de la Trinidad Santísima; creí firmemente en Ella, por la misericordia de Dios; gusté su presencia amorosa en la pequeñez de mi alma (me sentí inhabitado por la Trinidad)”. Y más adelante declara: “He querido ser una simple presencia de «Cristo, Esperanza de la Gloria»”.
Dios manifestado y comunicado por Cristo. Éste es el misterio que lo habita.


Marcado por acontecimientos de su vida, que sería largo detallar, su respuesta de fe al “Padre de las misericordias” asumirá una claro sello mariano que lo acompañará siempre. Así lo afirma en este Testamento donde vuelca su vida: “¡Magníficat! Agradezco al Señor que me haya hecho comprender el Misterio de María en el Misterio de Jesús y que la Virgen haya estado tan presente en mi vida personal y en mi ministerio. A Ella le debo todo. Confieso que la fecundidad de mi palabra se la debo a Ella. Y que mis grandes fechas -de cruz y de alegría- fueron siempre fechas marianas”.
María fue su maestra espiritual porque le enseñaba a mirar con ella y como ella el misterio de Cristo y el misterio de la Iglesia. En un retiro espiritual predicado a unas religiosas, comentaba las palabras de San Lucas sobre la actitud de María que guardaba y meditaba los acontecimientos en su corazón, aun sin entenderlos siempre. Se expresaba así: “Esto nos enseña que nuestra contemplación para que sea verdadera tiene que estar constantemente alimentada por la Palabra de Dios, por la vida de la Iglesia y por el sufrimiento de los hombres (…). La oración se hace más intensa cuando asumimos la vida de la Iglesia y el sufrimiento de los hombres, es decir, cuando estamos atentos a los signos de los tiempos como lo estaba María”[1]

Amaba entrañablemente el santuario de Luján. Él era el último hijo de una serie de veintidós, y sabía que después del primer parto de su madre, ella enfermó muy gravemente y quedó postrada por seis meses. El médico le había asegurado que en adelante su vida y la de su próximo hijo correrían inminente peligro de muerte. Su padre José, movido por la profunda piedad de los simples, desafiando los sombríos pronósticos de la medicina, viajó 200 kilómetros hasta el santuario de Luján, a fin de empapar un algodón en el aceite de la lámpara de la Virgen. Y así su esposa Enriqueta se convirtió en madre fecunda de veintidós hijos, el último de los cuales fue Eduardo.

En Luján fue ordenado sacerdote el 5 de diciembre de 1943, con veintitrés años de edad. Allí fue consagrado obispo el 31 de mayo de 1964. Allí volvía siempre que le era posible. Por eso, no puede extrañarnos que haya elegido ese santuario como morada de sus restos.

Misa por el Card. Pironio / Catedral de Mar del Plata 2014

III. Mar del Plata, América Latina y la Iglesia universal

El cardenal Pironio honró con su presencia esta Iglesia particular de Mar del Plata, como su segundo obispo. Su recuerdo sigue vivo en personas que lo han conocido y se han beneficiado con su ejemplo y sus palabras. 

Imposible no quererlo. Aun sus críticos, que siempre los tuvo, debían reconocerle una grandeza. Quiso ser padre, hermano y amigo de todos, pues ése fue el carisma singular que el Espíritu de Cristo le otorgaba. 

Nadie, en verdad, pudo atribuirle la bajeza de un rencor, doblez en sus afirmaciones o falta de rectitud en la intención de sus actos. Aunque viviese interiormente desgarrado, él era tal como se mostraba, capaz de grandeza y heroísmo.

La diócesis de Mar del Plata, entre otras cosas, le debe el acierto pastoral de la Marcha de la esperanza, que desde hace cuarenta años se reitera en esta ciudad.
El Celam y América Latina contemplaron en él a un profeta de esperanza, lleno del optimismo sobrenatural de la Pascua. Su alegría no era superficial. Se nutría de la cruz y se expresaba en conductas heroicas.

Legó a la Iglesia el Instituto de las Siervas Misioneras de Cristo Sacerdote, por él fundado en Mercedes y con representación en nuestra diócesis. Para ellas tiene en su Testamento palabras de conmovedor afecto.

Su presencia en Roma, junto a Pablo VI y a Juan Pablo II, le dieron la oportunidad de desplegar una entrega ferviente en orden a impulsar sucesivamente la renovación de la vida consagrada y del apostolado de los laicos. Ni podemos olvidar que el papa Juan Pablo, a quien pronto veneraremos como santo, asumió la sugerencia de nuestro cardenal de instituir la Jornada mundial de la juventud.

Queridos hermanos: ¡imposible aludir en una homilía a todos los aspectos de grandeza de este verdadero pastor! Como obispo de esta diócesis deseo impulsar el cierre del proceso diocesano, dar a conocer cada vez mejor su figura y pensar en la divulgación, al menos fragmentada, de sus numerosos escritos.

Para concluir esta homilía, no encuentro mejores palabras que éstas de la Carta a los Hebreos: “Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre” (Heb 13,7-8).
+ Antonio Marino Obispo de Mar del Plata

[1] Card. E. Pironio, La humilde servidora del Señor. Madrid 19862, p. 57-58.

Fuentes: Obispado de Mar del Plata y  puntonoticias.com


Monseñor Fernando Vérgez Alzaga
Roma y Ciudad del Vaticano (2 y 5 de febrero)

Roma Iglesia Nacional Argentina
2 de febrero de 2014 (18:30hs)
Santa Misa presidida por Monseñor Fernando Vérgez Alzaga (secretario general de la gobernación del estado ciudad del Vaticano) secretario personal del Siervo de Dios por 23 años.
Ciudad del Vaticano, Capilla del Palacio del Governatorato
5 de febrero de 2014.
Santa Misa presidida por Mons. Fernando Vérgez Alzaga en el día del 16° aniversario del fallecimiento del Card.Pironio. Estuvo presente el secretario de la FIAC (Forum Internacional Acción Católica). Fuente: Fondazione Santi AC



Monseñor Jose María Arancedo
Basilica de Luján 9 de febrero de 2014


Tumba del Siervo de Dios Cardenal Pironio - Basílica de Luján

Recordaron a Pironio como “el obispo de la paz y la alegría”
Domingo 9 Feb 2014 | Fuente AICA

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe presidió una celebración eucarística pidiendo por el eterno descanso del siervo de Dios cardenal Eduardo Pironio, al cumplirse 16 años de su fallecimiento. El prelado consideró que el difunto purpurado fue “el obispo de la paz y la alegría, de la Pascua”. La celebración fue organizada por la Acción Católica Argentina y asistieron representantes de la causa de beatificación y la Pastoral de Juventud.

El cardenal Eduardo Pironio “fue un referente de la Iglesia en la Argentina en la difícil década de los años 70”, y su palabra iluminaba no sólo a los fieles en el país, sino también a los de América Latina, dijo, entre otros conceptos, monseñor José María Arancedo en la homilía de la misa que concelebró este domingo 9 de febrero en el santuario de Nuestra Señora de Luján, en acción de gracias y de pedido por la beatificación del cardenal que partió de este mundo a la Casa del Padre hace 16 años. 

El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina presidió una Eucaristía a la que asistieron cientos de fieles, especialmente ligados a la Acción Católica Argentina y a la Pastoral de Juventud, instituciones a las que el recordado cardenal dedicó gran parte de su esfuerzo pastoral. Concelebraron con monseñor Arancedo el obispo de Chascomús, monseñor Carlos Humbero Malfa, y el obispo auxiliar y vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires, monseñor Joaquín Sucunza

El presidente del episcopado recordó que Pironio fue “el obispo de la paz y la alegría, de la Pascua”, y destacó la gran sintonía que tenía con el papa Pablo VI, quien lo llevó a Roma para presidir la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, expresó el arzobispo de Santa Fe. 

El presidente del episcopado agradeció a Dios el camino recorrido por Pironio, a quien conoció como alumno y calificó como “un referente teológico y eclesial”. De él, marcó tres notas fundamentales: fue un “hombre de Dios”, de profunda oración, un profeta que iluminó y se comprometió con su tiempo -lo que le trajo costos, añadió- y un pastor, un hombre del servicio que caminó particularmente con los laicos. 

Monseñor Arancedo recordó su tiempo como obispo de Mar del Plata (1991-2003) y el recuerdo imborrable de la acción del cardenal Pironio: “Por donde iba, me decían «Aquí estuvo Pironio…». Estamos recordando a alguien de quien somos testigos, y este testimonio se refleja en la causa de beatificación, en cuyo camino ya es siervo de Dios”. 

Antes de concluir la concelebración, el obispo de Chascomús, monseñor Carlos Malfa, quien fue por muchos años secretario de Pironio, dirigió una oración ante la tumba -ubicada en la nave izquierda del santuario-, junto con los vicepostuladores de la causa de beatificación y representantes del Instituto de Pastoral Juvenil “Cardenal Eduardo Pironio”. Por su parte, la Acción Católica depositó una ofrenda floral. 

El arzobispo de Santa Fe también valoró el esfuerzo de todos los presentes por participar de esta celebración, en una jornada dificultosa para trasladarse debido a las fuertes lluvias, que entre otras consecuencias obligaron a cerrar la terminal de ómnibus de Luján. 

Reseña biográfica
Eduardo Francisco Pironio nació en Nueve de Julio, provincia de Buenos Aires, el 3 de diciembre de 1920 y murió en Roma el 5 de febrero de 1998. Completados sus estudios eclesiásticos en el Seminario San José, de La Plata, fue ordenado sacerdote el 5 de diciembre de 1943.  Tras su ordenación fue nombrado asesor eclesiástico de los Jóvenes de Acción Católica (AJAC) de la diócesis de Mercedes, y posteriormente fue designado Asesor Nacional de la Acción Católica Argentina. 
Fue obispo auxiliar de La Plata y luego obispo residencial de Mar del Plata. Durante un tiempo fue secretario y luego presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam). En 1975, el papa Pablo VI lo llamó a Roma y lo designó prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. 
Más tarde, Juan Pablo II lo designó presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, desde el que promovió las Jornadas Mundiales de la Juventud. 
Falleció el 5 de febrero de 1998; apenas ocho años después, más precisamente el 23 de junio de 2006, se abrió en Roma la fase diocesana del proceso de beatificación y canonización, cuyo principal actor es la Conferencia Episcopal Argentina.

(Diario digital Cadena nueve, Nueve de Julio)

"La misa -explicó Emilio Inzaurraga, presidente de la Acción Católica-, tiene como objetivos, además de orar por la pronta beatificación del siervo de Dios, mantener viva y actualizada la persona y la vida de nuestro querido cardenal Pironio, que dejó huellas indelebles en la Iglesia, tanto en la Argentina, su patria, como en Latinoamérica y en el orden de la Iglesia universal".


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