Oración al Siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio

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Cardenal Pironio / Testamento Espiritual

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lunes, 8 de junio de 2015

Año de la Vida Consagrada III

El cardenal Pironio como prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos e Institutos Seculares (1974-1984)

Eduardo F. Cardenal Pironio es uno de esos hombres de Iglesia cuya sola mención agrada. Particularmente a los religiosos. 
Y es que, con no haber profesado en ningún instituto religioso, dado que pertenece al clero secular, ha asumido su compromiso eclesial con un espíritu tan certero que, lejos de permitirle considerarse como un funcionario más de oficina, se ha hecho un verdadero religioso entre los religiosos, compartiendo con ellos lo más íntimo de su espiritualidad y lo más ardiente de su apostolado.

No conocemos un caso en el que la elección para presidir un dicasterio romano haya producido tanto
agrado como la de Pironio a los religiosos. No ha habido publicación importante de la especialidad que no se haya hecho eco del entusiasmo con que fue acogido su nombramiento como Prefecto de la Congregación para Religiosos e Institutos Seculares. 
Y al tratarse del primer latinoamericano que llega a tan alta posición, nos complacemos del regalo que Latinoamérica ha dado a la Iglesia Universal.




Por lo demás, la ficha biográfica de Monseñor Pironio
es estelar:
— Nacido el 3 de diciembre de 1920 en la ciudad
de Nueve de Julio, Argentina.
— Sacerdote el 5 de diciembre de 1943.
— Obispo auxiliar de Plata en 1964.
— Administrador Apostólico de la Diócesis de Avellaneda.
— Perito en la última etapa del Concilio Vaticano II.
— Miembro de las cuatro Asambleas del Sínodo de
los Obispos.
— Secretario del CELAM desde agosto de 1968, y
Presidente desde 1972.
— Obispo de Mar de Plata desde abril de 1972.
— Miembro de la Congregación para la Doctrina de
la Fe y de la Pontificia Comisión para América Latina.
— Predicador de una Cuaresma a la Curia Romana
y al Sumo Pontífice.
— Cardenal de la Santa Iglesia desde el 24 de mayo
de 1976.
— Prefecto de la Congregación de Religiosos e Institutos
Seculares.

Pero sobre todo, Eduardo Pironio ha sido y sigue siendo un hombre muy amado por todos los religiosos por su sencillez, su profundidad espiritual, su calidad de Pastor y de hermano en Cristo.

Medita, predica, escribe Hombre de gran riqueza espiritual, se siente obligado a meditar profundamente cuanto vive el cristiano de hoy en el nuevo contexto del mundo. 
Hijo de un continente joven y lleno de esperanzas y temores, participante como pocos de las grandes inquietudes que tuvieron su caja de resonancia en el Vaticano II y produjeron ese formidable documento que es "Gaudium et Spes", copartícipe de las inquietudes auténticamente liberadoras de Latinoamérica, posee un acervo inmejorable de argumentos para fermentar la meditación a la luz del Evangelio. 
De ello predica, de ello escribe. Por eso no puede aguantarse una vida de escritorio como le sería más fácil; por eso desde que asumió sus primeras tareas pastorales las recibió como debía ser, y aun su oficio organizativo en el CELAM siempre tuvo la característica edificante del Pastor que comparte la labor con sus hermanos: por eso no le inquietó volver a su grey de Mar de Plata, pues desde la oficina del dicasterio latinoamericano vivía activamente la pastoral que otros descuidan un poco o mucho
por los cuidados de la burocracia, por muy santa que ella sea.

Siendo así Monseñor Pironio, entendemos perfectamente el sentido de la profecía que le hizo el Papa
Paulo VI, y que el mismo Cardenal refiere en Osservatore Romano del 25 de julio de 1976: "En mi
primera visita al Santo Padre, luego de mi nombramiento, me dijo textualmente: Sé que está sufriendo mucho; y sufre por dos motivos: por lo que tuvo que dejar y por la cruz que he puesto sobre sus hombros. Sí, es pesada: pero la llevaremos juntos. Además, le toca un campo privilegiado en la Iglesia: la vida consagrada. Más aún, me atrevo a hacerle una profecía: dentro de poco, usted se sentirá inmensamente feliz. Y lo soy de veras. Soy feliz porque le he dicho al Señor que sí, con toda el alma. Soy feliz porque me toca colaborar muy de cerca con el Santo Padre. Pero soy particularmente feliz porque mi servicio en la Iglesia se concreta ahora en la animación profunda de la vida consagrada... sobre todo en este momento providencial de la Iglesia y del mundo".

Lo mejor del caso es que esa felicidad del Cardenal Pironio tan profundamente motivada se contagia a los religiosos que ven en él, al lado de Pablo VI, una garantía de esa Iglesia nueva, vital, llena de esperanzas.

¡Qué buen regalo ha hecho Latinoamérica a Pablo VI y que buen regalo ha hecho Pablo VI a los religiosos de todo el mundo!

Muchos escritos
La pluma de Pironio es muy ágil. El contenido de sus escritos es siempre de teología y espiritualidad,
cosas muy vividas por él, lo cual hace que leamos a gusto lo que se ha vivido antes de escribirse. Hasta su español se nos hace agradable, cosa que no ocurre muy frecuentemente con escritores argentinos modernos.

Cristo, la Fe, la Esperanza, la Pascua, María, la Liberación, la Alegría, son temas que no por repetidos en sus numerosos escritos dejan de sernos atractivos. Sobre todo porque los expresa conforme los siente y vive, y conforme desea que los sientan y vivan los religiosos del mundo actual.
Las tres meditaciones que vienen en seguida, son típicas en su contenido y estilo, del pensamiento pironiano (que se nos permita acuñar este adjetivo mientras la historia se encarga de sustantivarlo). 

En ellas habla como en ninguna otra oportunidad el corazón de Monseñor Pironio.
La "Meditación para tiempos difíciles" contiene un verdadero regodeo espiritual sobre la esperanza cristiana. Esa esperanza que conoce y experimenta el hombre que sabe de dificultades, no de esas que se crean porque sí y espera que desaparezcan también porque sí, sino las que produce el nadar contra la corriente, el dar testimonio vivo y profético en un ambiente despreocupado u hostil, como tiene que hacerlo el religioso en la sociedad descristianizada. 
Esa esperanza que tiene como fundamento a Cristo Jesús y por eso es tan firme que se la puede llamar "esperanza feliz" (cf. 1 Tm. 1,1). Esa esperanza que es virtud propia del pobre, disponible al Espíritu, puesto que a los que tienen alma de pobres pertenece el reino de los cielos (cf. Mt 5, 5). 
Esa esperanza que, al suponer y provocar un gran equilibrio interior, hace más factible la contemplación y más fácil, por la docilidad que da el Espíritu, descubrir permanentemente
a Jesucristo "nuestra feliz esperanza". Esa esperanza, en fin, que, al asegurarnos la amistad prometida y cumplida por el Señor, nos hace fuertes en la lucha de los tiempos difíciles y alegres en el seguimiento de Cristo, así como los primeros Apóstoles que iban "alegres por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre de Jesús" (Hch 5,41).

La segunda meditación, sobre los religiosos como testigos y comunicadores de Cristo Resucitado, tiene un "añejísimo" sabor de actualidad —si vale la paradoja— añejo, porque nos evoca el primerísimo testimonio que daban los Apóstoles, con Pedro y Pablo a la cabeza, el de Cristo resucitado por quienes llevaron cadenas. Y actual, porque ahora más que nunca,
al cabo de veinte siglos de historia de la Iglesia y del cristianismo, con todas las luchas, quebrantos, aventuras y triunfos que ello ha comportado, se necesita vivir el testimonio alegre, no solamente de imitación y seguimiento de un Cristo histórico con la cruz y hasta la muerte, sino también —y sobre todo— un testimonio pascual de Cristo vivo, resucitado, presente y garante de nuestras luchas, "testigo fiel", que da seguridad a nuestra esperanza y anima a trabajar denodadamente por una genuina renovación de la vida consagrada.

La tercera meditación, sobre la Asunción de María, o María, "signo de la Pascua, modelo de los consagrados", evoca uno de los temas favoritos y más sentidos de Monseñor Pironio. El mismo que tiene aquella bonita plegaria a "Nuestra Señora de América" nos presenta ahora la consideración reflexiva y contemplativa de la Virgen qua, en su Asunción, realiza la Pascua
que Cristo consuma en su Resurrección. La plenitud de ese "Si" de la Anunciación que manifestó desde el principio de la Encarnación que "la vida no se nos dio para guardarla" sino para gloria del Padre y servicio de los hermanos, se realiza en la plenitud de vida que reciba en le Pascua de su Asunción, cuando al mismo tiempo "vuelve a dar su vida" para gloria del Padre y bien de toda la Iglesia, cuya Madre será por siempre. 
En esta breve meditación nos invita el Cardenal Pironio a fijar nuestra atención en esa imagen
de la nueva creación que, preservada sin mancha desde su Concepción, con el "Sí" de la Anunciación y su motivación en el Magníficat, "da comienzo a los tiempos últimos y definitivos": es decir, a fijarnos en los tres momentos privilegiados de la historia de María: su Concepción, la Anunciación y la Asunción, y tratar de plasmar en estos tres momentos paradigmáticos la vida consagrada, que "es también un signo de nueva creación", y por lo mismo "un signo de esperanza cierta", cuyo ejemplar es la Asunción de María.
Vienen con excelente oportunidad estas tres meditaciones tan espirituales, tan densas en contenido bíblico y eclesial, alrededor de la vida religiosa, ahora cuando tanto se la está desparramando en horizontalidad hacia afuera: cuando se propone al religioso como persona de acción social más que como testigo de Cristo resucitado y de María disponible a la acción divina; más como profeta denunciador y anunciador que como profeta que forja su vida y testimonio en la intimidad y el desierto —que tanto lo uno como lo otro son necesarios—; más como actuante en la realidad
presente que como signo de los bienes futuros, más como hombre de mundo que como hombre de
Dios.
En estos tiempos nuestros, concluiríamos con el mismo Pironio, de excesiva euforia por los bienes temporales o de trágico cansancio y pesimismo ante los problemas de los hombres, cuánta falta nos hace la esperanza. Y qué bien nos hace pensar en el misterio de la Asunción de María —Pascua de Nuestra Señora— como "signo de esperanza".

Que estas meditaciones nos ayuden a comprender lo importante en la vida que es "ser signo".
G. V. T.

Prólogo del libro: Pironio Eduardo, "RENOVACIÓN DE LA VIDA CONSAGRADA. Los "Religiosos" Testigos de la esperanza y de la alegría pascual, 1977, ediciones Paulinas.

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