Mater Ter Admirabilis |
Nuestra Señora de la Reconciliación:
Virgen de la fidelidad y del servicio,
de la pobreza y del silencio,
de la nueva creación por el Espíritu.
Madre de los que sufren en la soledad
y buscan en la esperanza.
Señora de los que vuelven a la Casa
y descubren al Padre y al hermano.
Virgen de la Amistad y del Amor,
Señora de la Paz y de la Alianza.
Tú nos diste a Jesús, «el Salvador»,
«el que quita el pecado del mundo»
y lo reconcilia con el Padre por su Sangre.
Él que nos dio la Eucaristía
y nos pidió que nos amáramos.
Gracias por ser así:
Tan sencilla y tan buena,
tan honda en la contemplación
y tan abierta a los problemas de los otros,
tan fiel servidora del Señor
y tan cercana a los hombres
que pecamos.
Gracias por habernos recibido.
Por habernos golpeado el corazón
y enseñado la senda del regreso.
Por habernos serenado en el camino.
Por hacernos sentir que somos hijos.
Olvidamos al Padre que nos ama
y nos hemos encerrado ante el dolor,
la pobreza y la injusticia.
Hoy gozamos
en la paz y la alegría del reencuentro.
Hemos vuelto al Señor que nos libera
y hace nuevos.
Saboreamos adentro su Palabra
y comimos en familia
el Pan de la unidad que da la vida.
De allí nace para todos
el Espíritu de Amor que nos faltaba,
y esa sed de justicia verdadera
que es la raíz de la paz entre los pueblos.
Gracias por todo,
Madre del Camino y la Esperanza.
Gracias por habernos alcanzado
la reconciliación con Dios
y con los hombres en tu Hijo.
Virgen de la Reconciliación:
Muéstranos al Padre cada día
y a Cristo que vive en los hermanos.
Ayúdanos a comprender las exigencias
del Sermón de la Montaña.
Que seamos sal de la tierra,
luz del mundo,
levadura de Dios para la historia.
Enséñanos a vivir sencillamente
la fecundidad de las Bienaventuranzas.
Que seamos pobres y misericordiosos,
limpios de corazón y serenos en la cruz,
hambrientos de justicia y hacedores de la paz.
Que gritemos al mundo
«Dios es nuestro Padre»
y «todo hombre es nuestro hermano».
Que asumamos sus angustias
y esperanzas.
Que enseñemos a los hombres
descreídos y amargados,
que sólo confían en la ciencia
y en las armas,
y viven la explosiva tentación
de la violencia,
que «la paz es posible todavía
porque es posible el amor».
Nuestra Señora de la Reconciliación,
imagen y principio de la Iglesia :
hoy dejamos en tu corazón,
pobre, silencioso y disponible
esta Iglesia peregrina de la Pascua.
Una Iglesia esencialmente misionera
fermento y alma
de la sociedad en que vivimos,
una Iglesia Profética que sea
el anuncio de que el Reino ya ha llegado.
Una Iglesia de auténticos testigos,
insertada en la historia de los hombres
como presencia salvadora del Señor,
y como fuente de Paz,
de Alegría y de Esperanza.
Amén. Que así sea.
+ Eduardo Francisco Cardenal Pironio
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